‘Los cerros de la muerte’: un ‘thriller’ prodigioso en la América profunda
Chris Offutt busca un rastro de humanidad mientras escribe sobre un crimen en el corazón de la sociedad estadounidense educada en la dureza de la Biblia y la mentalidad del ojo por ojo
Chris Offutt es un escritor transparente, no oculta nada, lo que le hace único es la enjundia de su escritura: una escritura donde domina la precisión de la mano de la sugerencia y la construye por medio de un fraseo formado con oraciones cortas, dinámicas, alejado de toda floritura, socarrón, de un humor oculto, pero implícito en las condiciones de desarrollo de la historia. Yo diría que el suyo es un fraseo que recuerda al mejor Hammett, pero Offutt no es un virtuoso de la novela negra clásica porque su mundo es bien distinto al de las negras almas de los ciudadanos de Poisonville. El suyo es el de los habitantes de los cerros de Kentucky, unos tipos de mentalidad primitiva, de “ojo por ojo”, donde la ley va por detrás de su culto a la venganza y nadie avisa a la policía por un crimen sino que mata a quien ha matado: el entorno es tan primitivo y brutal como esas montañas, pero también es el escenario en el que la naturaleza se ocupa en exclusiva de la belleza de la vida y, de paso, del peculiar rastro de humanidad de sus habitantes. Offutt ha escrito una novela sobre la condición humana envuelta en una especie de thriller que no pretende serlo. Una novela de sentimientos atávicos que están por encima de la complejidad. Lo más complejo que aparece en la novela es el motor de explosión.
Mick Hardin es un veterano de guerra muy condecorado que, tras tantos años de servicio prestado al ejército, se encuentra destinado como agente de la División de Investigación del ejército en Alemania y regresa a su Kentucky natal porque su esposa, Peggy, está cerca de dar a luz. Apenas llegado, su hermana Linda, sheriff del condado de Eldridge, le pide ayuda para resolver el primer caso de asesinato con que se encuentra. Mick conoce bien a las gentes del condado en el que ha nacido y vivido y de inmediato se pone a la tarea. Los habitantes del lugar son hoscos, silenciosos y no se abren a ningún forastero, pero Mick los conoce y es conocido por todas las familias del lugar.
Offutt no describe a los personajes más que con un esbozo preciso, pero deja que las descripciones de sus actos y de sus casas hablen por ellos, y esto es lo que ha de tener en cuenta el lector porque el clima de la novela es un prodigio que se va apoderando de ella hasta lograr una atmósfera en la que embarca el modo de ser y de vivir de esta gente simple, aislada y educada en la dureza moral de la Biblia. Creo que unos ejemplos de cómo concibe el autor las imágenes literarias darán la medida de la eficiencia de su expresividad; así, sobre la pequeñez de su vida diaria: “En la localidad de Rocksalt, había hombres canosos que se reunían en la bodega para beber cerveza y rememorar la gloria de sus proezas en el instituto. Cada vez que entraba un cliente, giraban la cabeza al unísono, esperando que fuese alguien que los recordara”. O describiendo un gesto de una agente federal al que la sheriff entrega de mala gana un dosier: “Linda sacó una carpeta. Él la cogió como si se tratara de un huevo poco hecho”. O un modo de vida: “En las montañas era más conveniente perdonar a los ofensores después de matarlos”. O la expresividad de los objetos: “Cada sillón estaba desgastado a su manera, con abolladuras en los reposacabezas a diferentes alturas”. Todas son expresiones que trazan el alma y las convicciones de los habitantes del lugar en el apogeo de la pobreza de la América profunda. “Siempre que ha aparecido un cadáver en el condado, la gente sabía quién era el autor; por lo general un vecino, el clan o las drogas”, le dice la sheriff a su hermano.
Los dos hermanos Hardin son los que fijan la historia para el lector, Mick deseaba no haber regresado jamás y a la vez deseaba no haber salido nunca de Kentucky, donde su hermana Linda se ha afirmado luchando por hacerse respetar como sheriff. Él está desubicado por este regreso al que se añade el problema de saber que su esposa ha quedado embarazada de otro. Esas dos situaciones opuestas acentúan el compañerismo de los hermanos, lo más positivo humanamente de esta historia que Offutt cierra en solidaridad y compasión de manera magistral. El autor de Lejos del bosque demuestra que su calidad es tanta en las distancias cortas como en las largas. No se lo pierdan.
Los cerros de la muerte
Autor: Chris Offutt.
Traducción: Javier Lucini.
Editorial: Sajalín, 2021.
Formato: tapa blanda (230 páginas, 20 euros).
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