Cuerpos vulnerados
Marta Barrio narra el desgarro de un embarazo con una malformación fetal. Premio Tusquets por ‘Leña menuda’, aborda el tema desde una perspectiva que aúna lo somático con lo emocional
Tengo la impresión de que la pléyade de escritoras surgidas en lo que llevamos de siglo desacreditan con la originalidad temática de sus obras la idea de que la escritura literaria es andrógina. Suponer que mujeres y hombres escriben desde un espacio neutro, exento de marcas y determinaciones de género, parece poco sostenible en términos sociales y políticos, cuando no cognoscitivos. Hay realidades como la maternidad o el aborto que cualquiera puede tratar, por supuesto, pero creo que solo una mujer está en condiciones de hacerlo desde una perspectiva compleja que aúne lo somático con lo emocional, como sucede en esta Leña menuda con la que Marta Barrio obtuvo el último Premio Tusquets de Novela.
La maternidad de la que aquí se trata dista de ser un estado de plenitud y esperanza para convertirse en un terremoto fisiológico plagado de miedos que culminan en la peor pesadilla, la de una malformación fetal (acondrogénesis) detectada tarde, mucho más allá de las 22 semanas de gestación, cuando la ley española ya no autoriza la interrupción del embarazo y no deja otra salida que abortar en otro país de legislación menos restrictiva. Es difícil contar una experiencia tan hondamente perturbadora sin hacerlo en primera persona, a manera de testimonio. Marta Barrio ha resuelto hacerlo así, cediendo la palabra a la protagonista, una joven que sueña con ser escritora y que, en un cuaderno, ha ido dejando constancia de la violencia que su cuerpo y su mente han padecido. Ese registro factual y anímico está certeramente despojado de patetismo, en él se modula la fragilidad de la narradora y alcanza no ya un efecto de verosimilitud sino una inequívoca ilusión de veracidad. Un rasgo que refuerza este efecto es el laconismo (o la reticencia) en los momentos en que las palabras apenas podrían expresar lo vivido y que son los más arduos para el personaje.
Parte de la eficacia indudable de esta novela estriba en ceñirse a la intimidad de la narradora, dejando en la penumbra a quienes la rodean. Esa concentración en el relato autobiográfico explica que se alternen los capítulos en los que se despliega la historia con otros en los que conviven las reflexiones de la narradora, a veces de índole metaficcional, con una taracea de sus obsesivas lecturas (embarazo, monstruosidad, aborto…). Aunque en estos capítulos parentéticos pueden espigarse bastantes claves de lectura, no siempre desempeñan una función significativa clara. Así, cuando se pregunta con toda pertinencia por qué hacer público lo privado, la respuesta que se da a sí misma (hay experiencias “que trascienden la primera persona”) sabe a poco teniendo en cuenta que en ella radica la legitimación del relato autobiográfico. Ese propósito altruista queda reflejado en la sustitución de los nombres propios de la pareja y la amiga de la infancia que la acoge en Bruselas por letras: A y B.
Con todo, la acción de compartir el trauma corporal y psicológico de un aborto tan irremediable como indeseado implica también un acto íntimo: el exorcismo del dolor y la angustia. Porque es una purga necesaria para afrontar la propia reconstrucción y es esta finalidad catártica y depurativa la que, en último término, sustenta la coherencia de Leña menuda, a la que —lo diré en voz baja— le hubiera beneficiado algo de lima en la prosa.
Leña menuda
Autor: Marta Barrio.
Editorial: Tusquets, 2021.
Formato: tapa blanda (320 páginas, 18,50 euros) y e-book (9,99 euros).
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