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Juego de cartas

‘Los días perfectos’ es una novela epistolar compuesta solo de dos misivas larguísimas que no reciben respuesta alguna, en las que el protagonista reflexiona sobre el amor y sus debilidades

Portada de 'Los días perfectos', de Jorge Bergareche.
Portada de 'Los días perfectos', de Jorge Bergareche.

¿Hay en el transcurrir de la vida días perfectos? ¿Es posible que podamos todos vivir uno? Estas son preguntas que el narrador, Luis, se hace con frecuencia. Aunque se esfuerza en describir ese gran día, el lector percibe únicamente momentos perfectos pero nunca un día completo, acentuando de esta manera el pesimismo romántico que nos transmite el texto novelístico. Un día así solo lo conocemos emblemáticamente por los dibujos que William Faulkner planta en una carta a su amante Meta al mostrarle los sucesos felices de 24 horas juntos. He mencionado una carta y, efectivamente, en Los días perfectos hay varias. Estamos ante una novela epistolar, compuesta solo de dos misivas larguísimas que no reciben respuesta alguna. Son cartas que, contrariamente a lo habitual en este género, aparecen sin ningún anclaje en la realidad exterior ni explicación alguna dada por un editor ficticio. Nada sabemos de los receptores sino aquello que ronda por la cabeza de Luis, el que piensa y escribe todo lo que leemos. El lector (y eso es bueno) es el único intérprete de lo que se dice y quizás conjeture que no es un narrador fiable del todo. Como se ha propuesto recientemente de narraciones como el Werther goethiano, es una novela ensimismada. Luis se auto­analiza mediante sus epístolas. Ahora bien, prestemos atención a un gran mérito del autor. Como contrapunto, son bien reales y auténticas las cartas de Faulkner ya citadas, conservadas en un centro cultural de Austin. Ahí sí entramos en una realidad que no puede ser ficticia. Nuestro Luis glosa y analiza unos textos que presentan la plenitud amorosa del principio y las despedidas finales y, naturalmente, refuerzan el tema central de la novela: el amor y sus debilidades, el fracaso final. Al final de una carta, Faulkner (Bill) escribe por tres veces una palabra fulgurante: Tomorrow, tomorrow, tomorrow, que, ansiosa, llama a lo que mañana va a ser real. Más modestamente, la pasión sexual de Luis y Camila se explica en una sola carta en la que él termina amargamente parodiando el grito jubiloso de Faulkner tantas veces rumiado: “Adiós, adiós, adiós”.

Portada de 'Los días perfectos', de Jorge Bergareche

Los días perfectos

Autor: Jacobo Bergareche.


Editorial: Libros del Asteroide, 2021.


Formato: 184 páginas. 18,95 euros.



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