Toda su vida y su daño

‘Sacrificio’, el nuevo poemario de Marta Agudo, plantea una pregunta repetida: ¿cómo y para qué he llegado hasta aquí?

25 jun 2021 - 17:45CEST

La poeta y ensayista Marta AgudoJosefa Molina

Si en Historial, su anterior libro, Marta Agudo desplegaba una estremecedora reflexión sobre la enfermedad, dando forma y textura poética al dolor, Sacrificio se yergue de manera más demoledora, si no desafiante sin rendición, frente al “cáncer que no supe” y al conjuro del sacrificio mismo de la vida: “Entre el margen del agua y la atmósfera sucede el mundo, / su desmayo inaudito”. Estar enferma “no es un estado, es una condición”.

Cincuenta fragmentos o poemas en prosa, incluido un epílogo que no quiere serlo, guiados por un “decir retráctil”, por los “ritmos sincopados” que habitan “en la circunscripción del miedo” y saben “a lo sumo las sílabas del daño”. Una gramática a la que le “falta léxico” y le “faltan letras”, pues no alcanza a ser sino “otro posible orden al que brindar la razón del sacrificio”. Poemas como sucesivas tiras de Moebius, entradas y salidas que ubican y dislocan a la vez, obligando a leer al límite de lo excluido, en una forma de suspensión que, como grieta o fractura, condición o circunstancia, sólo se da en la escritura. Por eso muchos de los poemas se abren o se cierran, o incluyen en su sucesión, puntos suspensivos como base de una escritura aún abierta, acaso incompleta, con final en pausa. Sacrificio plantea una pregunta repetida: ¿cómo y para qué he llegado hasta aquí? No se trata de escapar, sino de buscar cómo decir la enfermedad y su tiempo borroso, el abandonado fluir que reconfigura la existencia: “Dame la postura de la muerte, su estudio preparatorio, / recado de piel…”.

Es un puente y un vacío, algo duro y limpio a la vez, pues sus versos son estremecedores y extremos en muchos sentidos. Por encima de las fallas y las grietas del lenguaje, para dar cuenta de la enfermedad y del dolor, los poemas de Sacrificio abren la posibilidad de mirar hacia aquello que está más allá de cualquier palabra. Como el Minotauro, emergen de la “sima azul” en el interior del laberinto y, fruto de su sacrificio, se hacen “imagen que contiene toda vida y su daño, toda la pérdida y el placer del soplo. Comisura y patera”.