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Calcetines, copla y barras de pan

Un paseo por tres exposiciones en galerías de Madrid: Daniel Jacoby y Darío Villalba en MaisterraValbuena, Antoni Hervàs en The Ryder Projects y María Jerez en Twin Gallery

La exposición de Daniel Jacoby y Darío Villalba en la galería MaisterraValbuena (Madrid).
ROBERTO RUIZ

Hay exposiciones que siempre me recuerdan a la manera de escribir de Eliot Weinberger. Tal vez sea por Algo elemental, editado hace una década, un ensayo que estira tanto los límites entre narrativa y poesía que hay quien dice que más que un escritor parece un saltimbanqui. Cuando Weinberger escribe un artículo, envía la versión inglesa por correo electrónico a amigos que a su vez lo envían a otras personas que a su vez lo traducen a varias lenguas. Hace 30 envíos y sus textos aparecen en 200 páginas web, convirtiendo la escritura en un virus. Su método consiste en crear constelaciones de asociaciones sorprendentes, en poner el foco en la simultaneidad de un collage realizado con distintas teorías y pruebas.

Ocurre viendo la exposición Doble piel, de Daniel Jacoby (1985) y Darío Villalba (1939-2018) en la galería MaisterraValbuena. Menuda pirueta. Villalba es conocido por sus míticos Encapsulados rosas, esos que Warhol calificó de “pop con alma” y que le dieron el reconocimiento internacional. En 1970 lucían en el pabellón de España en la Bienal de Venecia: esculturas con una pompa de metacrilato transparente y rosado que acogían en su interior a personajes en estado límite. Para el artista, eran “juguetes patológicos para adultos”. Para su amigo Pierre Restany, el crítico de arte que abanderó el Nuevo Realismo en los años sesenta, son “un escalofrío en la médula”. Aparece todavía hoy al recorrer esta galería madrileña.

En un diálogo poroso, le acompañan las esculturas con camisetas y calcetines de Daniel Jacoby. Como Villalba, también explora el potencial escultórico de lo corporal eliminando todo tipo de culto al cuerpo. Jacoby tira de referentes culturales de su Lima natal y una de esas tiendas que venden prendas de algodón que presentan pinchadas en las paredes, estirándolas y haciendo notar su calidad textil, y creando una suerte de tapices a lo largo y ancho del espacio de la tienda. Así son los comercios tradicionales y humildes, sin modelos ni maniquíes, dando completo protagonismo a la prenda. De un modo muy inteligente, el artista entrecruza aquí lo sensual del formalismo y lo sofisticado del contenido. Hay en él un coqueteo entre juego y mercancía, y en sus diatribas el tiempo también se detiene. Jacoby tiene 36 años. Villalba murió con 79. Y el vínculo generacional es innegable.

Misticismo cotidiano

En The Ryder Projects, Antoni Hervàs no está lejos de esos indicios que evidencian el misticismo que reside en lo cotidiano. Las suyas son narraciones cercanas a la cultura popular que, en manos del artista, se convierten en deseos y fantasías que habitan en el sueño. Eso es Copacabana: una exposición pero también, un universo espectacular y lleno de espectáculo que brilla en la libertad que sólo permiten los márgenes, lo clandestino y lo pasajero. Copla, cabaret, mitología y transformismo se reúnen en un gran escenario de papel maché y cartón estrujando memorias de otros tiempos. Un trabajo acumulativo en el que a través del exceso llega a una unidad. De la anécdota crea un mundo infinito de asociaciones.

Si algo fascina de esta exposición es cómo el artista merodea por el experimento con formatos alternativos a la idea convencional de museo y de objeto artístico. También por las cosas que han quedado en el olvido. El suyo es un dibujo elástico que le permite expandir un relato que conecta realidades e instantes acontecidos en tiempos y espacios distintos. En cada proyecto, intenta llevar los trazos al límite para que flirteen con la performance, el baile, el cómic, la ilustración y, sobre todo, la música. El hallazgo fortuito en la basura del manuscrito A la búsqueda del coño perdido, del dibujante y cantante Lluís Miracle, le abrió una ventana fascinante. Ahí apareció el cabaret de los setenta y su interés por la copla, cómo los travestis la empleaban como arma política y la absoluta mutabilidad del lenguaje. Voces como la de Gilda Love cantando una historia de dolor que baila entre los colores y al ritmo de las castañuelas.

Una de las obras de María Jerez en Twin Gallery (Madrid).
Una de las obras de María Jerez en Twin Gallery (Madrid).Dil_A

También el trabajo de María Jerez (Madrid, 1978) se mueve entre la coreografía, el cine y las artes visuales. La exposición que presenta en Twin Gallery, la primera en este espacio madrileño, está llena de precuelas de la performance The Stain (2019), que la artista realizó en colaboración con un carpintero, un panadero, un pintor, un compositor, un diseñador de luces y cinco artistas del arte en vivo. Juntos planteaban un espacio de conocimiento común. Todo se entremezclaba ahí de forma promiscua. Un espacio inestable donde entidades de naturaleza distinta coexistían y evolucionaban en una coreografía con constantes encuentros con la idea del “otro”. En la exposición una gran mancha de color invade el espacio donde conviven varios elementos de forma promiscua. Un hilo sonoro le añade rareza a todo el conjunto: una pieza de barro cocida con pan suena a roce de telas mientras un brioche suda pintura y silba. Cuerpos dispares y de parentesco extraño se entrecruzan una y otra vez, como los artículos de Eliot Weinberger. Ese caminar sin rumbo que supone una apertura de espacios. Eso que decía de Walter Benjamin de que todas las grandes obras literarias fundan un género o lo deshacen.

‘Doble piel’. Daniel Jacoby y Darío Villalba. Galería MaisterraValbuena. Madrid. Hasta el 19 de junio.

‘Copacabana’. Antoni Hervàs. The Ryder Projects. Madrid. Hasta el 5 de junio.

‘La mancha’. María Jerez. Twin Gallery. Madrid. Hasta el 3 de julio.


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