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1979, el mejor año de la música

El final de la década de los setenta fue justo el momento en que el pasado y el futuro se encontraron: se inventó tanto como se reparó

Joe Strummer, Paul Simonon y Mick Jonest, integrantes de The Clash, en un concierto celebrado en Londres en 1979.
Joe Strummer, Paul Simonon y Mick Jonest, integrantes de The Clash, en un concierto celebrado en Londres en 1979.Foto: Getty
Xavi Sancho

El debate sobre cuál es el mejor año en la historia de la música popular es uno que ha estado presente hasta hace bien poco, cuando, por consenso en TikTok, se decidió que el mejor año siempre tenía que ser el actual. Antes de que contextualizar fuera sinónimo de chochear, podíamos mirar atrás sin miedo a que nos dieran una ―a veces merecida― colleja. Hoy, ya casi nadie mira hacia el pasado de la música con un mínimo de talante. Por un lado, los nostálgicos insisten en aplicar cierta soberbia a sus postulados deterministas y superados (¿de verdad me vas a contar que bebes bourbon y escuchas a Rolling Stones como si fuera algo aspiracional?). Por otro, los recién llegados culpan a estos y su hermético y agotado discurso de su falta de conexión e interés por cualquier cosa que sucediera anteayer. A veces parece que los dinosaurios se extinguieron en 2008. Y al final, los reyes del baile, los conversos, los que se empeñan en mostrar que no saben nada, o que han olvidado, o que lo saben, pero se arrepienten de saberlo y, sobre todo, de haberlo gozado. No hay nada más contemporáneo que conocer, pero renegar de ese conocimiento para poder unirse al debate en Twitter, ser parte de la conversación y calzarse algún match en Tinder.

En fin, que antes de que todo lo que no fuera popular se recibiera como un vacuo ejercicio de esnobismo, y antes de que nada que no sonara en el coche de tus padres con las ventanillas bajadas de camino a algún pueblo de costa arrasado por la especulación inmobiliaria y las tapas de calamares congelados, fuera despachado como (elija su propia aventura) soberbio o gringo, nos peleábamos utilizando armas tan letales como el conocimiento de ciertas caras B. 1969 era mejor que 1984. 1980 dejaba en ridículo a 1971. Éramos muy tontos. Pero ni más ni menos que los de antes o los de después. La tontería se transforma, no se destruye.

Aquí aún pensamos un poco en esto y, tras mucho debate, hemos concluido que el mejor año fue 1979. Y los motivos tienen que ver con que fue ese el momento justo en el que el pasado y el futuro se encontraron. Las propuestas de cada uno para reivindicar lo suyo fueron tan brillantes que ninguno ganó. Y aprovechando eso, llegaron los ochenta, una década muy fastidiosa de habitar, pero, como todas las de estas características, muy fácil luego de reivindicar. Algo así como estos felices años veinte que tantas ganas tenemos en recuperar ahora, pero que, para los que los vivieron, significaron más colas del hambre gatsbies.

En 1979, el punk ya había mutado en algo mucho más interesante llamado ―con cierta desidia― pospunk (Gang of Four, The Cure, The Slits, The Raincoats, Wire). El pop empezaba a abrazar con verdadero convencimiento los sonidos electrónicos (Human League, Tubeway Army). Fue el año de la música disco (Chic, Earth Wind & Fire, Sister Sledge). Del nacimiento del hip hop (Sugarhill Gang, Grandmaster Flash). También el momento en el que se confirmó como new wave, una suerte de tercera vía (Elvis Costello, Nick Lowe, Blondie). Aquel en el que el rock entendió que debía buscar nuevas fórmulas para sobrevivir, ya fuera tornándose más agresivo (AC/DC), más bailable (Kiss) o más rural (Tom Petty). Todo esto se remató con la aparición ese año de discos memorables de artistas de los sesenta, de la era dorada de todo esto. Gente que se negó a ser enterrada y decidió en 1979 recordar su vigencia (Joni Mitchell, Marianne Faithfull, Van Morrison, Fleetwood Mac, Neil Young).

Fue tanto un año de ruptura como de sutura. Se inventó tanto como se reparó. Por eso, tal vez, resulta mucho más rico en matices que, por ejemplo, 1969 (el año que siempre ganaba en estas discusiones a lomos del canon) o 1984 (el que arrasaba posteriormente por motivos emocionales y populares). 1979 es mejor porque no pertenece en exclusiva al discurso estándar de la historia de la música (no hay Beatles), tampoco es el año fetiche de ninguna generación de pesados coñazo que crecieron en los ochenta y solo les importa esto cuando se mete en una competición. Es un año con el que el presente puede dialogar. Fue intervencionista con el futuro y tolerante con el pasado. 1979 llama a los jóvenes de 2021 para decirles que no todos los viejos son iguales.

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Sobre la firma

Xavi Sancho
Forma parte del equipo de El País Semanal. Antes fue redactor jefe de Icon. Cursó Ciencias de la Información en la Universitat Autónoma de Barcelona.

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