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Los seis discos de la semana

Los críticos de Babelia analizan los álbumes de Gorillaz, Igor Levit, Laura Veirs, Matt Berninger, Maria Rodés y Mary Lattimore

Damon Albarn, en un concierto de Gorillaz en 2018 en California.
Damon Albarn, en un concierto de Gorillaz en 2018 en California.Rodin_Eckenroth (GETTY)

Por Xavi Sancho

Este año se cumplen 20 de la existencia de Gorillaz, aquel proyecto con aspecto de capricho en el que se embarcó Damon Albarn junto al ilustrador Jamie Hewlett cuando se descorchó este siglo. En un principio podía parecer algo basado en parte en la indulgencia de una estrella, en parte en la necesidad de esa misma estrella de mantener cierta relevancia sin apelar a la nostalgia. Pero hubo un segundo disco de Gorillaz. Y era incluso mejor que el primero. Entonces, las dudas mutaron. Ese proyecto ya iba en serio, de acuerdo, pero no podía durar mucho más. La única duda era si se cansarían antes sus autores o su público. Pero aquí estamos. Séptimo disco de Gorillaz... Lee aquí la crítica entera de este álbum

Portada de 'Song Machine Season One: Strange Timez', de Gorillaz

SONG MACHINE SEASON ONE: STRANGE TIMEZ

Gorillaz


Parlophone

Pensamiento puro

Por Luis Gago

Hay grandes discos por estar muy bien interpretados y hay discos fallidos pero de concepción irreprochable. Encounter aúna lo mejor de ambas opciones: un programa excepcionalmente original, anudado por múltiples conexiones internas, tocado con la convicción, el sosiego y la espiritualidad que requieren las piezas elegidas, la perfecta antítesis de una selección banal o comercial. De entrada, 10 preludios corales para órgano de Bach reescritos en lo que llamó “estilo camerístico” en 1898 su transcriptor, Ferruccio Busoni, uno de los héroes (con razón) de Igor Levit y autor asimismo del arreglo para piano de seis de los Preludios corales op. 122, también para órgano, de Johannes Brahms, su opus ultimum, su despedida del mundo y un indisimulado homenaje a Bach: casi la expresión tácita del deseo de descansar para siempre a su lado y bajo su amparo. El segundo disco se abre con otro testamento brahmsiano, los Cuatro cantos serios, su opus paenultimum, en este caso en la infrecuentísima recreación para piano solo de Max Reger, autor del posterior Nocturno, la primera obra original para el instrumento del álbum, que se cierra con Palais de Mari, de Morton Feldman, casi media hora de música inmóvil, 437 compases falsamente cuasiidénticos que a algunos les pesarán como una losa, pero que depositarán a muchos en un mundo ingrávido e irreal. Entre tanto disco para piano insulso, cuando no idiota, con hueras exhibiciones de las bondades faciales de sus protagonistas en la portada, Igor Levit se ha hecho retratar de perfil, en un lateral, mirando al suelo. Parece rendir pleitesía a los compositores que toca con devoción y recogimiento (de Bach a Feldman, que cumple aquí el papel que desempeñaba Bill Evans en su anterior recital, Live, muy conectado con este), aunque también pudiera ser que esté meditando en silencio, que es a lo que invitan prodigios como la colosal fuga de Durch Adams Fall ist ganz verderbt, de Bach, el tercero de los Cantos serios de Brahms (“¡Oh, muerte, qué amarga eres!”) o el mantra pianístico de Morton Feldman. Igor Levit convierte estos dos discos en “pensamiento puro”, que es como Paul Hindemith definió la música del último Bach.

Portada de 'Encounter', de Igor Levit

ENCOUNTER

Igor Levit


Obras de Bach, Brahms, Reger y Feldman / Sony

Luminosos retazos

Por Fernando Navarro

Laura Veirs lleva casi dos décadas demostrando ser una de las voces más sugerentes del indie-folk de este siglo. Calidad que quedó constatada con una sobresaliente triada de discos (Carbon Glacier, Year of Meteors y Saltbreakers) entre 2004 y 2007 y ese proyecto junto a Neko Case y k. d. lang. Cada trabajo ofrece destellos de una compositora con la dulzura de Carole King, pero la exploración de las mejores espadas indies del último cuarto de siglo. My Echo aparca el folk de ecos solemnes de The Lookout hacia una ligereza más gratificante, abundante en retazos bellos y luminosos a pesar de que la soledad y el desmoronamiento de la relación con su pareja son el alma de las canciones. La búsqueda interior concluye en una obra más que notable

Portada de 'My Echo', de Laura Veirs

MY ECHO

Laura Veirs


Bella Union / PIAS!

Derrotado por el peso de la vida

Por Iñigo López Palacios

La forma de cantar de Matt Berninger resulta familiar. Puede recordar a un Eels sin trastornos de personalidad, o a un Bono sin delirios de grandeza. Es su tono lo que le hace único. La voz de un hombre blanco que suena como si acabara de llegar de la oficina a su apartamento de divorciado derrotado por el peso de la vida. Nada de esto cambia en su primer disco en solitario, que es básicamente como uno de su grupo, The National, con otros instrumentistas. Tiene un sonido más clásico, como cabía esperar de un álbum producido por un mítico soulman, Booker T, de 75 años. Este es un buen disco, empapa con las sucesivas escuchas y hay dos o tres canciones maravillosas. Lástima que sean las que más recuerdan a The National.

Portada de 'Serpentine Prison', de Matt Berninger

SERPENTINE PRISON

Matt Berninger


Caroline Records

La mujer se enfrenta al diablo

Por Laura Fernández

Como un alma batallante en expansión, Maria Rodés conquista en este, su quinto álbum, un disco conceptual y fecundamente ambicioso, la delicada y compleja frontera entre el folk (pop) de autora y el legendario aroma de la canción popular (‘Seguramente fui yo’), terreno en el que tan bien se movía Lhasa de Sela (a quien parece invocar en ‘Carta al diablo’ y ‘Con los pies desnudos’). De fondo, la necesidad de cambiar las formas, de mirar de frente, y de homenajear a la mujer como animal salvaje y creativo, que aquí se enfrenta, desde su condición de bruja (‘La extraña’) de espíritu libre al margen del tiempo, al diablo. Canciones como delicadas y brillantes fábulas (‘Pelo rojo’) con aspecto de clásico (empoderado) instantáneo.

Portada de 'Lilith', de Maria Rodés.

LILITH

Maria Rodés


Satélite K

Rotundamente personal

Por Àlex Sánchez

Mary Lattimore es una arpista y compositora estadounidense de formación clásica. Aunque no ajena al repertorio clásico, su carrera gravita alrededor de su particular acercamiento al pop contemporáneo: ha acompañado con su instrumento a Thurston Moore, Jarvis Cocker, Steve Gunn y Ed Askew, entre muchos otros. En Silver Ladders expone Lattimore junto a Neil Halstead (productor, guitarra), de Slowdive, un ensoñador catálogo de piezas instrumentales de aire folclórico y espíritu minimalista. El ambient de Brian Eno conjugando a las mil maravillas con la cara más amable de Terry Riley y sus repeticiones, amén de un inefable gusto por el storytelling de la mejor canción norteamericana, conforman un álbum rotundamente personal. Tan lejos, tan cerca.

Portada de Silver Ladders, de Mary Lattimore

SILVER LADDERS

Mary Lattimore


Ghostly International


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