Isha Escribano: “La ley de identidad de género es una cuestión de vida o muerte”
Esta médica, música, periodista e instructora de yoga trans, primogénita de una poderosa familia argentina, cuenta en un libro su transición de género después de casi cinco décadas de lucha interna entre encajar en el molde y cumplir con su deseo más íntimo
La argentina Isha Escribano deslumbra con el 1,90 de estatura que alcanza subida a los stiletto de vértigo con los que recibe a EL PAÍS en su departamento de Buenos Aires para una entrevista. Viste un largo vestido floreado y sonríe coqueta frente a la cámara de la fotógrafa en la terraza del edificio. “Mi cuerpo es hoy el hogar de mi alma. Mi alma finalmente tiene un cuerpo, un territorio, una geografía donde puede habitar”, asegura. No siempre fue así para esta médica, música, periodista e instructora de yoga trans. En el libro autobiográfico Solo es vida si es verdad (Grijalbo) narra su transición de género después de casi cinco décadas de lucha interna entre adaptarse al rol esperado por su poderosa familia -lo que significaba mantener los privilegios de clase- y cumplir sus deseos más íntimos.
Isha nació con otro nombre, uno ya muerto, en Pergamino (provincia de Buenos Aires), en 1969. Había dejado de usarlo mucho antes, pero quedó sepultado de forma oficial en febrero de 2020, cuando el presidente argentino Alberto Fernández le entregó su nuevo DNI, en el que figuraba su identidad autopercibida y el nombre elegido. “Fue muy importante, hubo muchísimo amor. Vino gente querida y gente que no conocía. Pero a mí lo que me interesó más es que representó otro hito en la construcción de un mundo en el cual cualquier persona, incluso gente que ni siquiera ha llegado aún a este mundo, no tenga que sufrir exterminios por ser como es”, asegura.
Ha concedido muchas entrevistas desde la publicación del libro y responde a la defensiva cuando considera que se la intenta reducir a una persona trans. Subraya que el aprendizaje que puede extraerse al leer el duro proceso que atravesó con ayuda de su búsqueda espiritual no se limita a quienes se sienten disconformes con la identidad de género asignada al nacer, sino que es universal. “Me gustaría que inspire a otras personas a que puedan animarse a ser quienes son, a que puedan llevar la vida que quieren llevar, a contarles que nunca es tarde, que el alma no sabe nada de calendarios, de plazos y fechas de vencimiento. A cuestionar una sociedad donde a una persona se la humilla, se la ultraja, se la denigra, se la mata, se la expulsa por ser como es y con total impunidad. Hay gente a la que se le caen los anillos porque una persona es trans o es lesbiana y no se le caen los anillos porque una persona en la Argentina tenga licencia para llenar una provincia de glifosfato, de pesticidas y de agroquímicos. O por talar el Amazonas, o por llenar de plástico los océanos, o porque haya pueblos enteros en los que la mitad de la gente se muere de hambre”, señala.
Isha recuerda que tenía tres años la primera vez que se puso unos zapatos de tacón. Lo hizo en un baño de casa, a escondidas de su familia. “A los seis años de edad, la fascinación que sentía al ponerme esas ropas clandestinas era tan poderosa e incontrolable como el terror, la vergüenza y la adrenalina que me corrían por el cuerpo ante la posibilidad de ser descubierta”, escribe en el libro. Esa dualidad continuó en la adultez, cuando las escapadas nocturnas vestida de mujer se alternaban con el abandono de maletas repletas de estas prendas.
Luchó durante décadas por dejar atrás ese deseo y por intentar encajar en el molde. En 2015, barajó incluso la idea de casarse con una mujer, lo que le habría permitido reinsertarse en el privilegiado universo al que tuvo acceso desde la infancia gracias a su padre, el periodista José Claudio Escribano, exsubdirector y secretario general de Redacción del diario La Nación. Pero no lo hizo. El abismo entre lo que ella quería y lo que esperaba su familia creció tanto que fue expulsada de casa, pero tampoco el ostracismo familiar la hizo renunciar a su voluntad de vivir como mujer.
Su cercanía al gurú Sri Sri Ravi Shankar, los retiros espirituales, la lectura de textos védicos y la práctica diaria del yoga y la meditación la ayudó a dar el salto sin retorno en enero de 2019. En la cocina de su departamento de Buenos Aires, comenzó el tratamiento hormonal para la transición de género. Cuatro meses después, se sometió a la primera cirugía de feminización facial. Sin embargo, el paso de salir a la calle con naturalidad llevó más tiempo. “Mi transición había comenzado pocos meses antes y aún no me animaba a andar por la vía pública vestida de mí. Me llevaría casi un año, incluso un poco más, desentenderme por completo de las miradas externas y de los juicios internos”, asegura.
Su transición se sumó a la de otras miles de personas que en Argentina están al amparo de la Ley de identidad de género, aprobada en 2012, que permite que cada persona sea reconocida según su identidad autopercibida y no de acuerdo al sexo asignado al momento de nacer. “Mi vida cambió, o sea, yo hice mi transición después de la aprobación de esa ley. Te puedo decir que esa ley es una cuestión de vida o muerte para personas como yo y para las personas en general”, opina Isha.
“Tiene que haber leyes que nos cuiden, porque si no te matan impunemente, te matan de todas las formas posibles. Desde molerte a trompadas en una comisaría, a una familia que te expulsa, a un sacerdote que en nombre de Dios te dice que eres un error de la creación, a un médico que en una consulta te dice ‘Yo si tengo un hijo trans me mato’, como me ha pasado a mí… Y eso está todavía aceptado”.
La normativa dio un respaldo legal a la comunidad trans para comenzar a plantarse ante la violencia y la discriminación que sufren tanto en el ámbito familiar, como en la escuela y en los centros de salud. Según datos del Centro de Documentación de la situación Trans de América Latina y el Caribe, Cedolstac, el 70 % de los niños y niñas trans sufren violencia en sus hogares y casi ocho de cada diez adolescentes son expulsados de sus familias de origen ante la negativa a aceptar su identidad de género. Sin hogar, la mayoría de personas trans se ven forzadas a migrar y cerca del 80% han recurrido a la prostitución en algún momento de su vida.
Ejemplos como el de Isha dan cuenta de la aparición de nuevos referentes para las generaciones venideras, a las que espera un camino aún empinado, pero con menos obstáculos. “Cambió muchísimo. Te pongo el ejemplo del caso de mi amiga que su hija dice ‘Mamá, no puede ser que le sigan diciendo con el nombre muerto. No hay nada que explicar. Para ella era tan natural como para mí ser yo”.
Suscríbase aquí a la newsletter de EL PAÍS América y reciba todas las claves informativas de la actualidad de la región.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.