El acuerdo UE-Mercosur: un compromiso postergado por la política europea
A 30 años de la firma del convenio marco de Madrid, las indefiniciones de la Unión Europea continúan relegando una alianza natural entre dos regiones afines en valores e historia

Hace exactamente treinta años, en la Cumbre de Madrid de 1995, la Comunidad Europea y el Mercosur firmaban el Acuerdo Marco Interregional de Cooperación, inaugurando una ambición inédita: construir una asociación estratégica birregional basada en el comercio, el diálogo político y la cooperación. Con gran pompa y profunda convicción, todos los jefes de Estado acompañaron la ceremonia. Nosotros también, estuvimos allí y trabajamos en Bruselas en los años siguientes.
Europa representaba entonces cerca del 30% del PIB mundial y se proyectaba como socio global. Hoy su peso se ha reducido a cerca del 14%. El Mercosur veía en ese vínculo una vía de inserción estable y previsible en la economía internacional.
Pero no es solo que el mercado europeo sea hoy más pequeño. El veto franco-italiano no solo frustra aquella promesa original de asociación: la vacía de contenido. Señalamos explícitamente a estos dos países porque estuvieron presentes en Madrid. No son socios nuevos ni actores marginales: fueron testigos y protagonistas de un compromiso que hoy se frustra por su responsabilidad directa.
Lo ocurrido no puede explicarse por dificultades técnicas ni por supuestas incompatibilidades estructurales. Los textos fueron negociados, revisados y cerrados. Los compromisos estuvieron sobre la mesa. El Mercosur aceptó incluso reducir drásticamente su acceso al mercado europeo: el cupo para carne vacuna quedó limitado a unas ínfimas 90.000 toneladas anuales (peso carcasa). ¡El equivalente a una hamburguesa por persona por año! Y, aun así, se argumenta que la identidad cultural de la agricultura francesa estaría en peligro. No es cierto. Lo que falló fue la política. Y, en particular, la política europea.
Como advierte el brillante Informe Draghi de diciembre pasado, el problema europeo es la incapacidad de decidir. Una Comisión que anuncia y Estados miembros que vetan conforman una Unión que regula en exceso, coordina poco y ejecuta mal. En ese contexto, ningún socio externo puede tomar en serio compromisos que Europa no logra sostener ni siquiera internamente.
El propio comisario europeo de Comercio, Maroš Šefčovič, admitía hace pocos días en el Financial Times que el acuerdo con el Mercosur es una cuestión de “credibilidad y previsibilidad” para la Unión Europea y que requiere una “decisión estratégica”. El problema es que esa decisión nunca llega. Cuando la Comisión reconoce lo que está en juego y los Estados miembros siguen bloqueando, la falta de credibilidad deja de ser un riesgo futuro para convertirse en un hecho del presente. Como la triste realidad actual.
La Unión Europea pasó de presentarse como defensora del libre comercio basado en reglas a refugiarse en una lógica defensiva, dominada por presiones internas y una creciente incoherencia entre discurso y acción. En nombre de estándares ambientales, sociales o sanitarios, se introducen exigencias tardías y reinterpretaciones unilaterales que alteran el equilibrio pactado. Bruselas plantea estándares que ella misma no logra cumplir.
El mensaje es preocupante. En un mundo marcado por la fragmentación y la competencia geopolítica, la Unión Europea renuncia a consolidar una alianza natural con una región afín en valores e historia. Peor aún: erosiona su credibilidad como actor capaz de cerrar acuerdos complejos y honrar negociaciones prolongadas.
Los países del Mercosur pueden mantener su paciencia estratégica, pero no indefinidamente. Deben considerar los costos de oportunidad y mirar con mayor decisión hacia la región de Asia-Pacífico. Para Europa, los costos son aún mayores: su incapacidad de transformar 30 años de diálogo en un acuerdo efectivo debilita la idea misma de asociación estratégica.
Tres décadas después de Madrid, la pregunta ya no es por qué fracasó este acuerdo, sino qué dice este fracaso sobre la voluntad europea de ejercer liderazgo internacional, cuando ese liderazgo es más necesario que nunca. Es ahora o nunca.
Enough is enough! O, para que se entienda bien, en francés: Ça suffit!
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