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El Netflix brasileño que triunfa con valores ultraconservadores y revisionismo de derechas

Brasil Paralelo, una empresa mediática fundada en 2016, tiene 400.000 suscriptores en su servicio de ‘streaming’ y un amplio catálogo

Pantallas de diferentes dispositivos muestran la visualización de la aplicación de streaming Brasil Paralelo.
Pantallas de diferentes dispositivos muestran la visualización de la aplicación de streaming Brasil Paralelo.Brasil Paralelo
Naiara Galarraga Gortázar

Hasta sus críticos les reconocen el acierto a la hora de bautizar la empresa cuando la fundaron en 2016, a lomos de las multitudinarias protestas antipolítica. Brasil Paralelo es una compañía de medios que, a través de documentales, series, películas, libros electrónicos o cursos on line, abre a sus espectadores una puerta para que se sumerjan en un universo paralelo donde priman los valores ultraconservadores, el revisionismo histórico y el negacionismo científico. Su omnipresente reclamo resulta de lo más eficaz: le vamos a mostrar la cara oculta de esto y de aquello, lo que la prensa tradicional y los poderosos quieren ocultarle. Con ese gancho, lanzaron un servicio de streaming —un Netflix propio— que atesora 400.000 suscriptores ofrece un amplio catálogo con un centenar de producciones propias y 90 películas, según su web.

La oferta de Brasil Paralelo se antoja muy del gusto de los brasileños encuadrados en el bolsonarismo, pero sus promotores tienen la vista puesta más allá, en el conservadurismo en general. Ese es el público al que aspiran a convertir a su credo de guerra cultural y liberalismo. Probablemente el producto más exitoso de su producción sea un documental estrenado en 2019 en el que revisitan la dictadura (1964-1985) en sintonía con el discurso del entonces recién elegido presidente Jair Bolsonaro, que defiende que aquel golpe militar fue en realidad una revolución contra el comunismo. Ahora Bolsonaro está acusado por la policía de urdir un golpe contra su sucesor Luiz Inácio Lula da Silva y de incitar el asalto a las sedes de los tres poderes en Brasilia.

Su Netflix es mucho más barato que el original, al que imita su web. Cuesta entre 19 y 59 reales al mes (entre 4 y 11 dólares). Y ofrece un contenido que no descuida los crímenes y asuntos más sonados de los últimos años, como el asesinato de la concejala Marielle Franco. “Todos los días hay un nuevo producto”, dice en una entrevista Luciana Carvalho, que estudia Brasil Paralelo como parte de su maestría en Ciencias Sociales en la Universidad Estatal de Río de Janeiro. Detalla que son contenidos de factura profesional, siempre en un lenguaje claro y directo. “Este es un fenómeno brasileño relacionado con las nuevas derechas del resto del mundo aunque ellos se presenten como apartidarios”, dice en una videollamada.

En vísperas de las elecciones argentinas que ganó en 2023 el ultra Javier Milei, estrenaron un documental que lo presenta como símbolo de “una revolución liberal”. A las puertas de las presidenciales en Brasil en 2022, la justicia impidió el estreno de un documental sobre el apuñalamiento sufrido por Bolsonaro a manos de un demente en la anterior campaña elecoral.

Gastan un dineral en publicidad en Internet, el ecosistema que los alimenta y en el que crecieron. Brasil, con 203 millones de habitantes, es uno de los países del mundo donde más horas diarias navegan los internautas. Y Brasil Paralelo, la empresas que más invierte en este país en anuncios en Facebooke Instagram. Unos 25 millones de reales (4,8 millones de dólares) se ha gastado en menos casi cuatro años en publicidad en Meta, según la biblioteca de anuncios políticos de la empresa propietaria de las dos redes mencionadas. Eso no incluye Google, YouTube, etcétera.

Estos días, cuando alguien entra en la web de la plataforma audiovisual, salta inmediatamente un anuncio que dice: “¿Cuánto sabes sobre el comunismo en China?”.

Brasil Paralelo Entretenimiento y Educación SA nació hace ocho los en la ciudad sureña de Porto Alegre de la mano de tres veinteañeros recién salidos de la facultad de Publicidad que no tenían idea de periodismo o televisión. La alumbraron al calor de aquellas movilizaciones gigantescas contra la presidenta Rousseff y el Partido de los Trabajadores en las que la extrema derecha brasileña salió sin complejos del armario. Se presentan como orgullosos conservadores, defensores a ultranza de la libertad y convencidos de que la batalla de nuestra era es la guerra de narrativas. Por eso eligieron el contenido audiovisual e internet como el terreno más propicio para ese duelo. Nunca pierden la ocasión de recordar que no reciben un real de dinero público. Pero sus cuentas son un misterio.

La empresa no ha respondido a las peticiones de información de este diario, pero uno de sus fundadores, Henrique Viana, decía hace dos años en una entrevista que tenían 240 empleados. Ahora mismo ofertan un abanico de empleos en su web.

Manifestantes protestan por la destitución de la presidenta Dilma Rousseff en Sao Paulo (Brasil), en marzo de 2016.
Manifestantes protestan por la destitución de la presidenta Dilma Rousseff en Sao Paulo (Brasil), en marzo de 2016.Victor Moriyama (Getty Images)

El columnista Pedro Doria alertaba hace unos meses en el diario Estadão de que se expanden veloces fuera del radar y sin rivales. Y apuntaba el dedo hacia el terreno fértil donde arraiga su versión alternativa y muy derechista del mundo: las ciudades medias, el Brasil que más habitantes gana, municipios de entre 200.000 y medio millón de vecinos, donde se vive bien, hay seguridad pero escasea la oferta cultural. “Un Brasil que la mayoría no conoce”, decía el columnista a sus lectores. Ciudades que quedan a desmano de los ejes tradicionales del poder. “Los brasileños tienen poco acceso a la educación y desconocen su historia. Quien cuenta una historia presenta una idea de Brasil. Una tesis sobre lo que hace bien y lo que hace mal. Sobre qué problemas hay que resolver y cuáles no. Y, en el Brasil que crece más rápido, Brasil Paralelo está contando su versión del país en solitario, sin ninguna competencia. En masa”.

El contenido que produce y difunde la plataforma audiovisual encaja como un guante con el menú de las guerras culturales de la internacional de las derechas más reaccionarias: feminismo, aborto, legalización de drogas, cambio climático… “Su público no está preocupado de discrepar de la academia. Su mensaje es siempre algo tipo… ‘te vamos a contar la historia que tus profesores no te contaron’. Y ofrecen una verdad anclada en hechos alternativos o en hechos reales pero combinados para hacer una lectura alternativa”, afirma la investigadora Carvalho. Asomarse por su catálogo lleva a un repertorio donde los que llevan al voz cantante son hombres, las mujeres son sobre todo madres y que bebe de las teorías difundidas por el principal ideólogo del bolsonarismo, el fallecido Olavo de Carvalho (que no está emparentado con la investigadora).

La factura profesional de sus producciones contrasta con errores de novato como el que cometieron con la que iba a ser su primera película de ficción. La revista Piauí desveló que Brasil Paralelo carecía de los derechos de autor para Oficina do diabo (oficina del diablo), un filme basado en un superventas de C.S. Lewis. No los habían solicitado. El proyecto quedó aparcado.

Explica la investigadora que la compañía brasileña ha firmado en los últimos tiempos acuerdos con grandes multinacionales del audiovisual como Sony o MGM para incluir en su servicio de streaming películas de sus catálogos internacionales. Obviamente, solo seleccionan aquellas que casan con sus valores. Y por ahí esperan ampliar la clientela. Otra de las novedades más recientes es su primera producción de dibujos animados, en unos días estrenan una Historia de Brasil a la medida del público infantil.

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Sobre la firma

Naiara Galarraga Gortázar
Es corresponsal de EL PAÍS en Brasil. Antes fue subjefa de la sección de Internacional, corresponsal de Migraciones, y enviada especial. Trabajó en las redacciones de Madrid, Bilbao y México. En un intervalo de su carrera en el diario, fue corresponsal en Jerusalén para Cuatro/CNN+. Es licenciada y máster en Periodismo (EL PAÍS/UAM).
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