La intolerancia religiosa en Brasil no perdona ni a la cantante Anitta
El furibundo ataque contra la artista, que ha dedicado un clip al candomblé, fe que profesa, le hace perder 200.000 seguidores en redes en dos horas
No era ningún secreto que Anitta, la cantante carioca que triunfa en medio planeta, es fiel del candomblé, una religión afrobrasileña alumbrada durante la esclavitud y objeto prioritario de la intolerancia religiosa en Brasil. Pero ha quedado claro que una cosa es profesar un credo en privado y otra distinta homenajearlo en público. La artista ha sufrido los prejuicios que persiguen a los creyentes del candomblé al dedicarle un tema y un video en su último álbum Funk Generation. El mero anuncio de que estrenaría el clip, titulado precisamente Aceita (acepta), recibió el lunes una respuesta furibunda: “Ayer, cuando anuncié el lanzamiento de este clip, perdí más de 200.000 seguidores en menos de dos horas”, reveló el martes la cantante, que atesora 65 millones de seguidores en Instagram.
Anitta, de 31 años, ha explicado que este álbum es una celebración de sus raíces. La artista se ha labrado una carrera en la música internacional reivindicándose como una hija de las favelas de Río de Janeiro, con un pop multilingüe, coreografías muy sexualizadas y provocadoras que combina con mensajes de empoderamiento femenino, en defensa de la comunidad LGTB+ o contundentes mensajes políticos. El más reciente, al hilo de las inundaciones del sur de Brasil se resume en un ‘No voteis a los políticos antiambientales’.
En su desahogo tras ver evaporar se decenas de miles de seguidores, Anitta también decía: “He hablado de mi religión en incontables ocasiones, pero parece que dejar una obra artística en mi catálogo para siempre fue demasiado para alguien que no acepta que los demás piensen diferente”. Buena parte de los miles de mensajes de respuesta son pura bilis.
El visceral ataque a una artista que es de las más veneradas en su país natal ilustra la creciente intolerancia religiosa en Brasil. Durante 2023, se recibieron más de 2.200 denuncias de violaciones de derechos humanos por este motivo en el canal oficial de denuncias anónimas, lo que supone un incremento del 80% respecto al año anterior. El caso más grave fue el asesinato de Mãe Bernadete, sacerdotisa del candomblé y líder de una comunidad creada por descendientes de esclavos en Salvador de Bahía, en septiembre pasado.
Este mes, la estrella que empezó en el funk de Río de Janeiro subió al escenario junto a la gran reina del pop de las últimas décadas, Madonna, en el concierto gratuito que esta ofreció para más de un millón de personas en la playa de Copacabana. Ambas ya había grabado juntas en 2019.
Un futbolista de la selección brasileña, Paulinho, de 23 años, sufrió un ataque similar --a menor escala porque es famoso pero menos-- por el mismo motivo que Anitta. El jugador del Atlético Mineiro, desató el año pasado la furia de los más intolerantes cuando celebró un gol imitando el gesto de Odé, el arquero, uno de los orixas o espíritus del candomblé, credo que sigue desde niño. El futbolista perdió 10.000 seguidores en redes, pero con el tiempo se ha convertido en una especie de abanderado de una fe que está aún rodeada de múltiples perjuicios.
Paulinho explicaba en su casa a la agencia Associated Press el año pasado: “Algunos jugadores me preguntan acerca de mi religión, quieren saber en qué consiste... yo siempre les explico, ellos escuchan. Pero sigue siendo una pequeña minoría en el fútbol”, Lo mismo ocurre fuera del balompié, los seguidores del candomblé suponen el 0,3% la población en este país, que aún es de mayoría católica aunque el pronóstico es que dejará de serlo en pocos años ante la velocidad a la que avanzan las conversiones al cristianismo evangélico.
La mayoría de las víctimas de intolerancia religiosa son los fieles de las religiones de origen africano, sea el candomblé o el umbanda. Los ropajes y turbantes blancos que utilizan en sus ceremonias, sus templos, llamados terreiros, o las conchas y bailes que usan en sus ceremonias con consideradas diabólicas por parte de sus compatriotas, sobre todo como consecuencia del creciente poder y presencia de las Iglesias evangélicas.
El vídeo de Aceita muestra a Anitta desnuda recibiendo el agua purificadora de manos de una sacerdotisa, o vestida de blanco participando en los ritos del candomblé. Pero el clip también incluye guiños a otras creencias, como imágenes de una virgen católica, el gesto típico de los evangélicos para aceptar a Jesús, un hombre con una kipá judía u otro, con un gorro musulmán. La cantante recalcó que estos ataques más que debilitarla la fortalecen: “Cuando recibo mensajes de rechazo religioso e intolerancia, no siento que emana energía divina hacia mí, siento la energía opuesta. Tengo fe, no tengo miedo”.
La escritora Eliana Alves Cruz critica en su columna de ICL Notícias que la guerra santa contemporánea tenga ahora “templarios ridículos, pero no menos crueles, montados en algoritmos” y añade: “Perder a personas odiosas y agresores potenciales no es una pérdida, es una ganancia en salud mental y liberación. Significa ganar calidad de vida y libertad”.
Las religiones de origen africano han ido ganando visibilidad en los últimos años en Brasil tras siglos de secretismo y ostracismo. Como a los esclavos traídos por la fuerza en barcos negreros para construir Brasil tenían prohibido practicar sus religiones, fueron alumbrando mediante el sincretismo con la fe católica el germen del actual candomblé afro-brasileño, sobre todo en el estado de Bahia, principal puerta de entrada de los esclavos.
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