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GENOCIDIO ACHÉ
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Damiana Kryygi, la niña indígena aché cuyos restos fueron restituidos cien años después de su secuestro

Asesinaron a su familia y la raptaron para ser objeto de estudio científico. Su cráneo fue llevado a Alemania y su esqueleto encontrado en un museo de Argentina

Fotograma del documental 'Damiana Kryygi', estrenado en 2015.
Fotograma del documental 'Damiana Kryygi', estrenado en 2015.
Erika Rosete

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La nombraron Damiana para que la pequeña tuviera un nombre castellanizado y sus nuevos cuidadores pudieran referirse a ella sin tener que aludir a su lengua materna, y así, tampoco a su origen, ni a su familia ni al pueblo al que pertenecía y que quisieron exterminar: los Aché. En 1896, en lo profundo de la selva paraguaya, la familia de Damiana fue asesinada y ella raptada para ser la sirvienta de una familia de “blancos”, quienes años más tarde la encerraron en un hospital psiquiátrico al cuidado de un antropólogo. Su muerte, a los 14 años, no fue el final de ese camino. Su cráneo fue enviado a Alemania y su esqueleto estuvo olvidado durante décadas en un museo de Argentina, hasta que, en 2010, su pueblo, aún vivo, recibió sus primeros restos en una conmovedora ceremonia.

Tenía dos o tres años cuando la despojaron de todo lo que conformaba su identidad. Una fotografía tomada por el antropólogo neerlandés Herman Ten Kate, poco tiempo después de su captura, muestra el rostro de aquella pequeña niña con la mirada de espanto, terror y tristeza. La historia de su horror comenzó en septiembre de 1896, cuando un grupo de una o varias familias de colonos se internaron en la selva paraguaya para emboscar a un grupo de achés —un grupo étnico de cazadores y recolectores que habitan en Paraguay y que vivieron con relativa autonomía política hasta 1959, con los procesos de sedentarización forzada— que convivían en torno a una fogata, los culpaban de haber matado a uno de sus caballos. Asesinaron a todos y a ella se la llevaron. Vivió algunos años en Paraguay, en donde fue bautizada con el nombre que correspondía en el santoral católico al día en que terminaron con todo su clan: el 26 de septiembre, día de San Damián.

Dos años después, Damiana fue llevada a San Vicente, a unos 50 kilómetros al sur de Buenos Aires, Argentina, en donde fue la sirvienta de una familia alemana de apellido Korn. Ahí vivió durante esa primera parte de su vida, hasta que su despertar sexual y una enfermedad que la iba consumiendo de a poco, terminaron por hartar a la familia —no soportaron el comportamiento ‘impropio’ que identificaban en la adolescente—, y la internaron en el hospital psiquiátrico Melchor Romero, en ciudad de La Plata. El cineasta argentino Alejandro Fernández Mouján es quizá, además de los antropólogos que estudiaron minuciosamente a Damiana y los propios representantes de los aché, una de las personas que más ha investigado y documentado este hecho. En 2015, después de cinco años de trabajo exhaustivo, Fernández Mouján estrenó el documental Damiana Kryygi, en el que participó en su escritura, dirección y producción.

“Cuando miro esta foto, me pregunto si es posible reconstruir su historia, responder a esa mirada”, dice la voz del cineasta que narra el documental. Para realizar esta cinta, Fernández Mouján viajó a las comunidades achés en Paraguay y también se trasladó en varias ocasiones a Alemania y Argentina para seguir el rastro de la historia de Damiana, que llegó a él gracias al relato de su esposa, una profesora de Antropología en Argentina. “Yo la leí creo que en el 2002 y me pareció interesante, pero también pensé que no había muchos elementos como para trabajar sobre eso. Además de que estaba terminando una película y tratando de empezar otra. No fue hasta más o menos entre el 2007 y el 2009, cuando sus restos ya habían sido encontrados, cuando me pareció que había la posibilidad de hacer una película”, recuerda.

La ceremonia de bienvenida, cien años después

En el documental, considerado como un trabajo antropológico muy importante para la historia del pueblo Aché, se puede observar el paso a paso de una investigación sobre la vida breve de una niña que murió antes de poder decidir sobre su propia existencia. Además, Mouján muestra parte de la ceremonia en 2012 a través de imágenes profundamente conmovedoras de ancianos y ancianas, jóvenes y niños que lloran frente a los dos retratos de Damiana —uno a sus tres años y el que le tomaron dos meses antes de su muerte, a los 14 años—. A partir de la restitución de sus restos, el pueblo Aché la bautizó como Kryygi (armadillo de monte).

Al ser cuestionado sobre la distancia de los acontecimientos y la latente tristeza que demuestran esas escenas de 2012, el director recuerda: “Damiana representa a todos esos que no pudieron regresar, ni vivos ni muertos. Es la primera vez que vuelve una persona muerta, que vuelven sus restos. Entonces, es un símbolo del regreso de todos aquellos que no pudimos ver nunca más, que no supimos nunca más qué pasó, y que no volvieron ni vivos ni muertos, ni de ninguna manera”.

El académico paraguayo Miguel H. López, en el artículo Kryýgi, la niña aché restituida después de 120 años, de la revista Debates Indígenas, describe con precisión parte de aquella ceremonia: “Tres mujeres ingresaron los restos, mientras los hombres se alteraban y emitían sus jambu (rugidos). Adentro, el chĩnga (lamentaciones y gritos de reclamo) y los lastimeros pre’e (canto) llenaban de angustia uno de los momentos más emblemáticos vividos por los aché: la reincorporación de sus miembros despojados por los beru (hombre blanco) y los apã proro (hombres blancos con armas de fuego) hace más de un siglo. Además, el reencuentro de norteños y sureños diluían la ancestral diferencia entre los gatu, wa (grupo al que pertenecía la difunta Kryýgi mái) y los iroiãngi”.

En 1907, Damiana Kryygi murió de tuberculosis, solo dos meses después de que el jefe de la sección antropológica del Museo de La Plata, el alemán Roberto Lehmann-Nitsche, le realizara estudios y la obligara a desnudarse para tomarle la última fotografía. Tenía 14 años y su esqueleto sería olvidado en un rincón del museo hasta 2010, cuando volvió a su comunidad. Dos años más tarde, en 2012, su cráneo sería también recuperado, tras permanecer en el Hospital La Charité, en Berlín, donde se encontraba expuesto.

Para el director Mouján, la historia de Damiana Kryygi, es la historia de muchos de los pueblos indígenas en Latinoamérica que fueron borrados y anulados sin que pasara nada. “Nosotros lo que hicimos fue como la serie de detectives que siguen cualquier pista que aparece. Cualquier rastro, imagen, texto, parecido o similar o donde podía ser, lo seguimos durante, bueno, esos cinco años que tardamos en hacer la película. La investigación no terminó nunca, digamos, incluso después encontramos algunos registros que podían ser de ella, pero no estábamos del todo seguros porque el nombre estaba cambiado”, concluye.

El genocidio Aché en la dictadura de Stroessner

En abril de 2014, un grupo de achés presentó en una corte de Argentina una denuncia por genocidio contra su pueblo, durante la dictadura de Alfredo Stroessner. La demanda fue respaldada por el juez español Baltasar Garzón. “Éramos un pueblo de 6.000 personas y ahora somos unos 2.000. Es una tragedia a la que el Estado paraguayo no quiere responder”, dijo entonces Ceferino Kreigi, representante de la Federación Nacional Aché.

Durante los años en que Stroessner impuso la dictadura militar (1954-1989), específicamente en los años sesenta y setenta, los aché sufrieron desalojo forzoso de sus tierras ancestrales, falta de atención médica y la venta de sus niños para el trabajo doméstico —eran raptados, como Daniana Kryygi, para servidumbre de familias blancas—. “El 90% de las muertes aché entre el 1960 y 1970 fueron producidas por no indígenas, según el antropólogo Bartomeu Melià, quien parafraseando al naturalista y médico suizo Johann Rudolf Rengger, expresó en 1832 que ‘la historia del Paraguay es la historia de la destrucción de la nación guaraní’, aludiendo que hoy el genocidio de indígenas y campesinos está provocado por los cultivos extensivos de soja y la enajenación de sus tierras por agronegocios y extranjeros”, asegura Miguel H. López, en otro de sus artículos publicado en 2014.

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Erika Rosete
Es periodista de la edición mexicana de EL PAÍS.
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