Pesca de krill: animales pequeños, grandes preocupaciones
Considerado un superalimento, la pesca no regulada de este crustáceo amenaza el equilibrio ambiental del Polo Sur
Las gélidas aguas que rodean la Antártida se están convirtiendo en un importante campo de batalla entre la industria y los activistas a medida que los avances tecnológicos y la nueva demanda de krill como suplemento dietético impulsan cada vez más la pesca de este crustáceo el cual funge un papel vital como amortiguador del cambio climático y sustento de ballenas, pingüinos y otros mamíferos marinos.
El krill antártico es fundamental para la red trófica de la región, constituye la mayor biomasa del planeta y, sin embargo, está siendo amenazado por la pesca indiscriminada a manos de empresas que lo comercializan como fuentes de proteínas y omega-3 en suplementos alimenticios.
Según estudios publicados en la Convención para la Conservación de Recursos Vivos Marinos Antárticos (CCRVA), las captura de krill pasaron de 104.728 toneladas en 2007 a 415.508 toneladas en 2022. Estos niveles, a pesar que están por debajo de los límites de conservación acordados internacionalmente, ya están teniendo un impacto en el ecosistema polar.
En 2021 y 2022 cuatro ballenas jorobadas juveniles fueron enredadas por un barco noruego de krill. Además, cada año decenas de aves marinas chocan con los cables metálicos de los barcos de arrastre, que les causan heridas mortales.
En la actualidad, menos del 5% del Océano Austral está protegido, muy por debajo del objetivo de la CCRVMA y no lo suficiente para cumplir la meta de las Naciones Unidas de preservar el 30% de los océanos del mundo para 2030 lo cual, aunado al cambio climático que derrite sus glaciares, presenta una amenaza increíblemente dañina para el Océano Antártico, a menudo descrito como el último espacio natural del mundo.
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