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Marelen Castillo, una desconocida en búsqueda de la vicepresidencia

La fórmula de Hernández ha hecho su carrera en el sector educativo y, aunque muy pocos la conocen, podría ser la primera vicepresidenta afrocolombiana

Camila Osorio
Elecciones de Colombia 2022
Marelen Castillo, candidata a la vicepresidencia de Colombia, se toma una foto durante una reunión con mujeres en Cartagena.Ricardo Maldonado Rozo (EFE)

Marelen Castillo, la fórmula vicepresidencial de Rodolfo Hernández, podría hacer historia este domingo si resulta elegida como la primera mujer afrocolombiana en llegar a ese cargo. Si tiene la oportunidad de dar un discurso de victoria en la noche del domingo, muchos colombianos será la primera vez que la escuchen. Castillo es considerada como “la desconocida” en esta contienda porque nunca había participado en política electoral ni tiene experiencia en cargos públicos. Su irrupción en la campaña llegó en marzo, cuando el candidato la buscó, sin conocerla en persona, para animarla a lanzarse como candidata a la vicepresidencia. Las dudas sobre quién es realmente Castillo crecieron a finales de mayo, cuando pasó junto a Hernández a la segunda vuelta y las primeras encuestas los colocaron a un paso del poder ejecutivo.

“Lo conozco hace 15 días”, contó Castillo sobre Hernández a Caracol Radio en marzo, cuando fue anunciada como su fórmula. Rodolfo Hernández buscaba a una número dos que fuera mujer, porque antes ya le había ofrecido la candidatura a Paola Ochoa, una periodista conservadora que, al igual que Hernández, ha sido exitosa manejando la viralidad de las redes sociales. Ochoa finalmente declinó la oferta por razones familiares. Diana Saray Giraldo, periodista de Bucaramanga, contó entonces a El PAÍS que Hernández le “ofreció la Vicepresidencia a muchísimas mujeres del país”, pero varias de ellas, con mayor alcance nacional, rechazaron la iniciativa. Finalmente al despacho del candidato llegó la hoja de vida de Marelen Castillo.

Castillo (Cali, 53 años) ha dicho que decidió lanzarse a la política para “servir al país” y dejar de estar del lado de aquellos que siempre “están criticando”. Además de ser vicepresidenta, Hernández ha dicho que Castillo sería también la nueva Ministra de Educación. Marelen ha repetido en estas tres semanas, presentándose ante la ciudadanía, que tiene las credenciales para llevar las banderas de la educación. Pero más que investigadora académica –la autoría de sus publicaciones ha sido cuestionada– ella es una mujer que ha hecho su carrera laboral en cargos administrativos del sector educativo, sobre todo en una universidad católica llamada Minuto de Dios (Uniminuto), donde trabajó por 14 años. Allí fue vicerrectora académica, rectora de la Uniminuto Virtual y a Distancia, y directora de Iniciativas Estratégicas. Fue precisamente el exrector de esa universidad, Alonso Ortíz Serrano, quien presentó la hoja de vida de Castillo al candidato.

El compromiso de Castillo con el sector educativo viene desde casa. Creció en un barrio de clase media en la ciudad Cali, llamado La Base, hija de madre afrocolombiana y un padre blanco. En su casa no se hablaba mucho de discriminación, contó Castillo al diario New York Times, y su padre buscó que ella y sus cinco hijas –todas con nombres que empiezan por M: Marelen, Milene, Malby, Magally y Maryoly– encontraran en la educación una forma de movilidad social. “Mi papá decía ‘Las educo porque yo no quiero que después tengan que depender de alguien’”, explicó una de sus hermanas. El PAÍS buscó estas últimas semanas a la candidata para una entrevista, pero su equipo la canceló a última hora y nunca volvió a concretar una cita.

Al igual que con Rodolfo Hernández, es difícil conocer al detalle las propuestas educativas de la candidata. Hasta ahora ha hablado en redes sociales y en algunas entrevistas de fortalecer la educación virtual para todos los jóvenes del país, los programas educativos a distancia, mejorar la calidad de la educación con iniciativas como inversión en infraestructura, y mejor formación y salarios para los profesores. También ha mencionado la posibilidad de revisar la legislación sobre la educación superior en Colombia.

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Las fórmulas vicepresidenciales de los candidatos suelen ser el símbolo de una alianza para alcanzar más votos. Álvaro Uribe escogió en 2002 a Francisco Santos para acercarse a la élite bogotana; Juan Manuel Santos eligió en 2010 a un sindicalista para acercarse a los trabajadores organizados bajo su figura; Iván Duque se unió a Marta Lucía Ramírez en 2018, un símbolo de su alianza con el Partido Conservador. Pero Marelen Castillo, por su nulo perfil político, no supuso una alianza clara.

En campaña, sin embargo, Castillo se ha convertido en una voz femenina que intenta contrarrestar el discurso machista del candidato, que ha dicho que “el ideal sería que las mujeres se dedicaran a la crianza de los hijos”, o que las venezolanas eran “fábricas de hacer chinos (hijos) pobres”. Ella ha repetido en medios y eventos que Hernández es “cero machista”. “El ingeniero en nuestro relacionamiento y en el trabajo en equipo, con sus hechos y acciones, privilegia a las mujeres”, dijo en un evento en la ciudad de Cali. “La gerente de la campaña es su esposa (...) el equipo de campaña está conformado en su mayoría por mujeres. Cuando fue alcalde de Bucaramanga su equipo de trabajo estuvo conformado en un 70% por mujeres”, añadió.

Castillo fue elegida para contrarrestar el poder de la otra candidata a vicepresidenta, Francia Márquez, convertida ya en un fenómeno de la campaña, que la colocó como la tercera candidata más votada de las primarias de marzo. Castillo no lo ha tenido fácil para atraer al voto de las mujeres, o de afrocolombianos, cuando del otro lado de la competencia está Márquez, que ha sido activista feminista y antiracista desde hace años. Aunque las dos son mujeres negras que crecieron en la costa Pacífica, tienen discursos muy distintos cuando hablan de los derechos de las mujeres o de la población afrocolombiana.

Sobre el aborto, que Márquez defiende sin matices, Castillo aclara que es “católica que pide el respeto a la vida”, aunque añade que respeta las decisiones de la Corte Constitucional, que despenalizó el aborto hasta las 24 semanas. También tiene una postura radicalmente distinta frente al racismo. Cuando se le ha preguntado, en varias entrevistas, si ha sido discriminada por ser una mujer negra, afirma que nunca. Y cuando se le pregunta si en Colombia hay racismo, dice que “en algunas regiones hay algunos compatriotas que lo han sentido”.

La escritora afrocolombiana Velia Vidal sostiene que una identidad racial no equivale a reconocimiento del racismo. Al escuchar en una entrevista a Castillo decir que ella tiene raíces afrocolombianas pero que no se victimiza por ello, Vidal se pregunta: “¿Reconocerse está asociado con victimizarse? El autoreconocimiento no es victimización. Reconocer que provenimos de la esclavización, que tenemos una raíz en común, y que eso tiene unos efectos directos en nuestro presente asociados al racismo y la exclusión, pues claro que es reconocernos como víctimas, pero no en términos peyorativos. La identificación permite ver la necesidad de acciones afirmativas y políticas públicas que apunten a cerrar esas brechas. Nadie puede corregir lo que no reconoce como problemático”.

No por ser una mujer en el poder se presupone una agenda de género, ni por ser afro o indígena se dan por hechas propuestas de política pública para acabar con la discriminación. Hasta ahora Castillo no ha hablado de acciones afirmativas o de políticas públicas que apunten a cerrar las brechas del racismo en Colombia. Ha hablado de educación. Esa será su bandera en política si gana la vicepresidencia.

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Sobre la firma

Camila Osorio
Corresponsal de cultura en EL PAÍS América y escribe desde Bogotá. Ha trabajado en el diario 'La Silla Vacía' (Bogotá) y la revista 'The New Yorker', y ha sido freelancer en Colombia, Sudáfrica y Estados Unidos.

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