‘Mantener el juicio’: la obra de teatro que toca el corazón del tribunal de paz de Colombia
El Teatro Petra de Bogotá se ha aliado con la Jurisdicción Especial para la Paz para presentar una pieza artística sobre el difícil trabajo de lograr la reconciliación entre víctimas y victimarios. La representación, atacada por la derecha, fue defendida esta semana por el presidente Petro

Fabiola empieza por agradecer a los magistrados que la escuchan. Lleva años intentando encontrar los cuerpos de sus dos hijos, de 14 y 17 años, Alex y Farley, asesinados por el Ejército y presentados como bajas en combate contra la guerrilla de las FARC. En la guerra colombiana a esos homicidios se le llama ‘falsos positivos’, y se estima que ocurrió más de 6.400 veces. “Es la primera vez que me tratan bien en mi búsqueda”, dice esta madre campesina a uno de los jueces en Bogotá. Del otro lado de la sala del tribunal está Yesid Sanabria, el cabo que mató a los dos chicos, a pesar de que los conocía desde pequeños y sabía que no eran guerrilleros. Están en el juzgado porque la madre tiene la oportunidad de preguntarle allí cómo fueron los últimos minutos de sus hijos. ¿Comieron antes de morir?, le pregunta. Sí, dice él, dos platos de arroz con pollo. ¿Llamaron a su mamá cuando vieron que los iban a matar?. No, recuerda él. ¿Tuvieron miedo?
No es un encuentro entre dos personas reales, sino entre dos personajes que representan a miles. Son parte de una obra de teatro que ha llamado la atención de quienes apoyan y de quienes se oponen al tribunal de justicia transicional, llamado Jurisdicción Especial para la Paz, que nació en 2018 en desarrollo de los acuerdos de paz entre el Gobierno y la extinta guerrilla de las FARC. Su misión consiste en juzgar a los máximos responsables de los crímenes más graves cometidos en la guerra, pero también en lograr encuentros de reparación y reconciliación entre víctimas y los culpables. La obra, inspirada en el trabajo del tribunal, se titula Mantener el juicio, en un juego de palabras: por el reto de los magistrados de mantener ese juzgado vivo a pesar de sus opositores, y por mantener la cordura en un proceso judicial en el que se mueven emociones duras y es fácil perder la cabeza.
“¿Se puede reparar lo irreparable?”, se pregunta Fabio Rubiano, director de la obra y dramaturgo reconocido en Colombia por su sensibilidad para trabajar los temas complejos de la guerra. Es cofundador del Teatro Petra, un lugar independiente que cumple 40 años este mes. Recientemente, recibió críticas de un grupo de influencers de derecha, por haber recibido 197 millones de pesos (47.000 dólares) de la JEP como aporte para la producción de la obra—el teatro financiaba la mayor parte, con 244 millones. Al debate de redes entró en tuitero más importante del país: el presidente. “Al teatro Petra lo atacan porque es arte y el arte dice la verdad”, dijo Gustavo Petro en X. La derecha política decía, en cambio, que era propaganda del petrismo.
“Nosotros no hacemos teatro para el centro, la derecha, ni para la izquierda”, dice por teléfono Rubiano, de viaje en España. Cuenta que en 2023 la JEP le llamó para que hiciera una obra sobre el tribunal, como un esfuerzo de comunicación para hacerse conocer, con la garantía de su completa independencia para hacer el guion. “Esta no es una obra institucional”, asegura. Desde diciembre la han visto magistrados, funcionarios de la JEP, víctimas de los grupos armados, personas cercanas a los militares y a la guerrilla. “Curiosamente, son estos últimos quienes han tenido unos reparos. Nos han dicho que les parece que la obra es más empática con el militar de la obra que con el combatiente de la guerrilla”, dice. Por eso, le parece paradójico que sea la derecha la que los critique. “Les respondo que no, que en la obra tanto un exmilitar como un exguerrillero se arrepienten de lo hecho, solo que tienen formas distintas de decirlo”.
En todo caso, más que afectar a la obra, la polémica en redes ha tenido el efecto inverso, y ha hecho que el Teatro Petra extienda la temporada a todo marzo, y quizás abril. “Siempre hemos tenido un público muy fiel, pero sin duda con esto se ha acrecentado”, cuenta Rubiano. “Queremos que más gente la vea, y todos sepan de qué estamos hablando”.
Lo que cuenta con mucho cuidado Mantener el juicio es lo compleja que es la justicia transicional, ya sea porque un victimario puede también ser víctima, porque no todas las víctimas están dispuestas a perdonar, o porque no todos los militares o guerrilleros están dispuestos a verse como responsables. “Para ellos, yo quiero la pena de muerte”, dice el hermano adolorido de un militar secuestrado cinco años por las FARC. “Yo también soy víctima, a mi papá lo desapareció la guerrilla”, dice el cabo Sanabria, quien admitió asesinar a los dos hijos de Fabiola.
La obra recuerda el valor de la JEP en un momento en que el tribunal ha perdido protagonismo porque sus sentencias se han demorado en salir y porque las audiencias en las que se enfrentan víctimas y “comparecientes” (como le llama a los exguerrilleros o militares) pueden durar hasta 14 horas. La mayoría de los ciudadanos no tienen el tiempo de seguirlas. El guionista logró condensar lo más importante de esos encuentros en una hora y quince minutos, después de ver cientos de horas de las audiencias y entrevistar a magistrados del tribunal. “Lo que más me interesaba de la JEP no son las sentencias sino ese encuentro entre las víctimas y los responsables,” dice Rubiano. “Ese esfuerzo de reconstrucción del tejido social es lo que me parece brillante de la JEP”.
“Lo que quería es que se viera el corazón” de las personas en algo tan jurídico, dice Rubiano en un video promocional. Es el corazón de Sanabria frente a la mujer que conoció en una aplicación de citas, quien no entiende cómo enamorarse de quien mató a campesinos inocentes. Es el corazón de doña Rosalba, quien no supo cómo celebrar su cumpleaños mientras su esposo estaba secuestrado. Es el corazón que los magistrados ocultan bajo sus togas pese al miedo que sienten cuando reciben amenazas de muerte. “¿Y si todo esto no sirve para nada?”, pregunta una de ellas a sus colegas.
Todo tribunal es una obra de teatro. Se repiten los actores (un acusado, un acusador, un juez), el escenario (el juzgado), la estructura del guión (los argumentos a favor y en contra). Incluso se repite el vestuario en la toga de los jueces. Si aquel performance respeta las reglas de juego (digamos, la Constitución), los ciudadanos son el púbico que observa cómo se hace justicia. Mantener el Juicio resalta esa teatralidad con la que carga la JEP, una en la que el público no solo espera justicia, sino emociones como el perdón, la empatía, o la reconciliación.
“La JEP hace, en cierta manera, rituales”, explica Rubiano. Uno de ellos son las audiencias públicas, al aire en radio y televisión, en las que guerrilleros y militares piden perdón. “Me gusta que en la JEP los magistrados mantienen una horizontalidad, están al mismo nivel que todo el mundo. Usualmente, los jueces se sientan en un pedestal. Estos magistrados se sientan lado a lado con las personas, junto a sus emociones, incluso cuando se les exigen no mostrar sus emociones, porque supuestamente tienen que mantener una posición neutral”.
“Me pongo gafas oscuras para que las víctimas no vean que lloro con ellas”, dice una magistrada de la JEP a su compañera. “Y yo porque a veces lloro por los que hicieron daño”, responde la otra. Detrás de las gafas oscuras, tanto en el teatro como en la JEP, lo que hay es mucha empatía.
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