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Corrupción
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Corruptos de Colombia

Ha de ser muy ingrato el oficio de la política. Si eres corrupto, pero no estás en ‘la rosca’, te espera la gran parrilla nacional. Al que sí está en ‘la rosca’, nadie osará tocarlo

Manifestantes durante las marchas convocadas por el presidente Gustavo Petro en la plaza de Bolívar en Bogotá (Colombia), el 18 de marzo del 2025.
Juan Pablo Calvás

Ha de ser muy ingrato el oficio de la política. Si eres corrupto, pero no estás en la rosca, te espera la gran parrilla nacional. Tus carnes serán puestas sobre el asador un día sí y al otro también. Serás objeto de menosprecio e improperios no solo de aquellos que aún tienen ética y moral, sino también de aquellos que hicieron parte de tu red corrupta, pero que gozan del afortunado blindaje que otorga el estar aún más cerca del poder de lo que tú estabas. Serás objeto de insultos de unos y burlas de otros. Seguramente alcanzaste a esconder algo de lo que te robaste, entonces al salir de la cárcel no tendrás que preocuparte de mucho, aunque tu nombre sea ahora sinónimo de malversación de fondos, desfachatez y deshonra. Las cicatrices para ti serán imborrables. Del asador se sale vivo, pero mal.

Otro devenir espera a aquel corrupto que está más cerca del poder, tan cerca que muchos le ven como el poder mismo. Él, que sí está en la rosca, goza de una situación tremendamente favorable, pues a pesar de que las pruebas estén ahí, nadie osará tocarlo. Es como si una especie de inmunidad le acompañara por más picardías que cometa. Para él la parrilla siempre estará caliente y habrá días en que se sentirá muy cerca de rozar con sus tiernas carnes el incandescente metal, pero hechos que parecerán mágicos lograrán que solo sea un susto. La vida continuará su curso. No habrá necesidad de temer una condena. Todo estará bien. Incluso el generoso producto del delito.

Escribo estos dos párrafos mientras pienso en la situación de Sandra Ortiz, exconsejera para las regiones del Gobierno de Petro, y Carlos Ramón González, exdirector del Departamento Administrativo de la Presidencia en el mismo Gobierno. Ella está en la cárcel. Él dicen que está en Barcelona. Ambos habrían participado de los mismos execrables hechos, pero uno salió del país y seguro pasará mucho tiempo antes de su regreso.

Escribo esos dos párrafos mientras pienso en Olmedo López y Eduardo José González. Ambos fueron directores de la Unidad Nacional de Gestión del Riesgo. El primero en el Gobierno de Petro, el segundo durante el mandato de Iván Duque. Ambos señalados de hacer pilatunas con la plata de todos los colombianos. Mientras uno está detenido y su nombre es y será sinónimo de vergüenza, el otro, dicen, que lleva una cómoda vida en algún país al otro lado del Atlántico, a pesar de que en el mismo Gobierno que integró muchos lo tildaban de descarado por todo lo que hizo.

Escribo esos dos párrafos y pienso en la notaria Daniela Andrade. Antes de ser notaria fue vicepresidenta de la Fiduprevisora y a todas luces firmó 10 contratos sin cumplir requisitos legales. El monto de dichos contratos es cercano a 1,6 billones de pesos. Los firmó sin contar con la autorización del Consejo Directivo del dueño de la fiducia. Los firmó sin que se hubiera expedido el certificado de disponibilidad presupuestal que la ley exige para todo contrato público. Se saltó lo que la ley obliga, pero sigue feliz firmando y sellando documentos como garante de la fe pública en su notaría. Pienso en ella y su futuro. ¿Seguirá el camino de los veloces González? ¿O aceptará su culpa y se quedará en el país para contar la verdad y sobre todo revelar quiénes hicieron parte del asalto a la Nación? En alguna entrevista, relató que su padre, quien es abogado, se preocupaba mucho por ella. ¿Será ella capaz de confesarle tamaña indignidad?

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