Angélica Mayolo, MIT: “Los únicos terratenientes pobres son las comunidades étnicas”
La lideresa del Foro Afro Interamericano para el Cambio Climático apuesta por reforzar la financiación climática a los pueblos originarios y aumentar la protección de líderes
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Entre los mil y un cargos que ha ocupado Angélica Mayolo (Buenaventura, Colombia, 33 años), hay uno de especial relevancia personal: hija del Pacífico colombiano. La abogada y ex ministra de Cultura de Colombia es hoy una de las consultoras del programa de soluciones climáticas del Massachusetts Institute of Technology (MIT), pero sigue teniendo la mirada puesta en los territorios en los que creció. “La academia puede tener la capacidad de desarrollo tecnológico, pero el conocimiento tradicional sobre qué acciones tomar lo tienen las comunidades indígenas y afrodescendientes”, cuenta después de su ponencia en la Cumbre de Finanzas en Común, celebrada en Cartagena de Indias en septiembre. Sin embargo, lamenta que los recursos no llegan. “Los únicos terratenientes pobres son las comunidades étnicas. Y no podemos seguir condenando a pobreza monetaria a quienes preservan la riqueza ambiental”.
Durante el conversatorio en el que participó, junto a Sandra Vilardy, viceministra de Políticas y Normalización Ambiental del Ministerio de Ambiente de Colombia y Juan Pablo Bonilla, gerente del sector de Cambio Climático y Desarrollo Sostenible del BID, entre otros, Mayolo fue muy clara: “Las soluciones al cambio climático no las vamos a encontrar en otro lugar que no sea la propia naturaleza”.
Al abrir el turno de preguntas del público, una mujer indígena se levantó y dijo frente a un micrófono: “Ustedes nos hablan de endeudamiento, de apostar por las energías limpias… Y yo les pregunto: ¿Se han cuestionado si ese es el mundo en el que nosotros, los indígenas, queremos vivir?”. Minutos más tarde, en entrevista con América Futura, Mayolo cuenta que se quedó pensando en ello y reconoce que “históricamente los Gobiernos no han incorporado la perspectiva de las comunidades étnicas”. Por eso, añade: “La investigación que queremos hacer no solo reconoce la expertise de la academia, sino que tiene la capacidad de entender el conocimiento de las comunidades tradicionales”.
Actualmente, el programa de soluciones climáticas naturales en el que está trabajando impulsa ese modelo de intervención combinado: el desarrollo de tecnología y el fortalecimiento de capacidades locales y comunitarias para el monitoreo de la biodiversidad y la gestión del riesgo en ciudades que albergan ecosistemas estratégicos como Quibdó y Mocoa en Colombia.
La investigación que defiende la bonaverense parte de tres grandes pilares: investigación multidisciplinar, transferencias de capacidades entre la academia y las comunidades y, por último, la garantía efectiva de participación. “Es decir, que no sea algo discursivo. Queremos que los pueblos originarios tengan que ver en la implementación de soluciones”, añade la también lideresa del Foro Afro Interamericano para el Cambio Climático. Esta iniciativa que trabaja en 46 países del mundo, busca convertirse en una red que expanda conocimientos de la población afrodescendiente y que sea parte de las tomas de decisiones locales y globales.
“En América Latina hemos hecho un enorme esfuerzo por reconocer tierras de manera colectiva, pero ese reconocimiento no vino acompañado de mecanismos de acceso a financiamiento y fortalecimiento de capacidades técnicas. Aún no hemos logrado proyectos de economía sostenible fuertes en la región”, reconoce. La solución para Mayolo pasa por que la banca multilateral y los Gobiernos garanticen modelos sostenibles como de educación ambiental, el turismo comunitario o la participación justa de los grupos étnicos en los mercados de carbono.
Pese a que este tipo de iniciativas, conocidas como REDD+, requieren una socialización amplia y la participación de toda la comunidad, en la práctica no suelen estar bien reguladas ni benefician directamente a los pueblos en el territorio. En los últimos seis años, han aparecido más de un centenar de proyectos privados de mercado y créditos de carbono en Colombia, la gran mayoría muy cuestionados por el sector ambiental. “Tenemos que pensar diferente y ver a las comunidades como socias, no solo como beneficiarias”, añade. “Ellas no están esperando a que se les regale nada, solo a que se les reconozca el trabajo que han hecho como guardianes de la naturaleza y que les den los mecanismos para desarrollarlo de manera productiva y sostenible”.
La lista de los líderes ambientales a los que admira Mayolo es muy larga: Katia Penha, impulsora del desarrollo de las comunidades quilombolas y la protección de la Amazonia brasileña, Yimene Calderon y su trabajo en Honduras por los derechos de la comunidad garífuna o Josefina Klinger, determinante para lograr las medidas de protección ambiental en Nuquí (Colombia) y la Ensenada de Utria... Esta última es la directora de la corporación Mano Cambiada, un organismo que lleva 20 años promocionando la región y fomentando el emprendimiento local el Pacífico colombiano. Uno de los sueños de esta lideresa, nombrada una de las Mujeres de coraje 2022, es crear un centro de formación de biodiversidad ambiental. “¿Tú crees que una mujer con el liderazgo de Josefina puede encontrar la financiación sola para ese proyecto? Aún con todo el reconocimiento internacional que tiene, hay que acercar los recursos económicos. Si no, les estamos condenando a las presiones económicas sobre sus territorios sin ser ellos los que se benefician”.
El liderazgo comunitario está en el ADN de la región. Aquí, miles de personas blancas, indígenas y negras se erigen frente las barreras del continente para quien quiere defender el territorio. Entre ellas, la muerte. América Latina sigue siendo la zona donde más activistas son asesinados anualmente. Un tercio de ellos son personas racializadas. “En nuestro territorio hay una alta concentración de riqueza natural, pobreza y debilidad institucional. Y la protección hacia ellos no es suficiente”. Para Mayolo, los mayores desafíos en la academia son la creación de confianza con las comunidades locales, el acceso a los territorios y la seguridad.
Otra de las críticas que más subyacen del discurso de Mayolo es la condescendencia con la que siente que se tratan a los pueblos originarios. “Para superar eso, hace falta más investigación. El papel de la ciencia es simplemente tomar nota y ver si los modelos de resistencia son replicables”. Como ejemplo, habla de la tala controlada o de la utilización de los recursos hídricos de las comunidades rurales. “Ellos saben cuándo talar, qué tipo de árboles, cuándo dejarlos crecer. Nuestro rol es documentarlo y entender cómo pueden funcionar en ecosistemas similares. Nada más”.