Corcho vs Gaviria, Ocampo vs Vélez: el Gabinete de rivales de Petro muestra sus fisuras
El ministro de Educación ventila sus reparos a la reforma a la salud de su colega de Salud, mientras que el encargado de Hacienda Ocampo modera las posturas de su colega de Minas sobre la transición energética
Las diferencias entre las distintas corrientes políticas reunidas en el variopinto Gabinete de Gustavo Petro han emergido con fuerza en la última semana. La controvertida reforma a la salud y la velocidad de la transición energética, dos de las banderas de su Gobierno, han acabado por enfrentar a ministros con posturas encontradas. Las diferencias más claras han saltado entre la ministra de Salud, Carolina Corcho, y el de Educación, Alejandro Gaviria, quien ocupó la cartera de Salud durante más de seis años. Ese enfrentamiento se suma a la evidente falta de sintonía entre el ministro de Hacienda, José Antonio Ocampo, y la de Minas y Energía, Irene Vélez.
La vieja idea de reunir en un mismo gabinete a un grupo diverso de competidores de distintos colores políticos ha recuperado algo de atractivo. Tanto Barack Obama en Estados Unidos como Juan Manuel Santos en Colombia han contado que se inspiraron para gobernar en el libro Team of rivals (Equipo de rivales), de la historiadora Doris Kearns Goodwin. Es una biografía que relata cómo el presidente Abraham Lincoln (1809-1865) forjó una amplia coalición al incorporar como colaboradores de primera línea de su Gobierno a sus otrora competidores por la nominación del Partido Republicano. Sin ir demasiado lejos, Obama nombró secretaria de Estado a Hillary Clinton, su principal competencia por la candidatura demócrata. Santos tuvo como ministro del Interior y después como vicepresidente a Germán Vargas Lleras, el tercer candidato más votado en las elecciones de 2010, que Santos ganó.
Aunque Petro no se ha confesado como un admirador de Team of rivals, ha dado pasos en esa misma dirección. En campaña defendió con insistencia que el Pacto Histórico era justamente lograr acuerdos con los diferentes y así forjó una amplia coalición de izquierdas que lo llevó al poder. Luego construyó unas mayorías legislativas que abarcan tanto al Partido Conservador como al Liberal, e incluso ha hecho movidas audaces como incorporar al líder ganadero José Félix Lafaurie, en las antípodas ideológicas, como negociador del Gobierno en la mesa con el ELN.
En cuanto al Gabinete, incluyó desde un primer momento tanto a Alejandro Gaviria, que buscó sin éxito la candidatura de la fallida coalición del centro político, como a José Antonio Ocampo, que era el principal asesor económico de Sergio Fajardo, otro de sus principales rivales. Los ministros de Educación y de Hacienda son representantes de un sector más de centro, que matiza las grandes transformaciones que se propone “el Gobierno del cambio”.
Gaviria, un reputado economista e intelectual, fue uno de los rostros más liberales del Gobierno de Juan Manuel Santos (2010-2018). También la persona que durante más tiempo ocupó la cartera de Salud en la historia de Colombia. El propio Petro dijo en campaña que lo consideraba “el más inteligente” entre sus rivales de la coalición de centro, y el que más lo desafiaba en los primeros debates de la campaña.
Desde que el exrector de la Universidad de Los Andes decidió apoyar contra viento y marea la candidatura de izquierdas de cara a la segunda vuelta, se anticipaba que tarde o temprano iban a surgir las divergencias en torno a la reforma al sistema de salud, que han acabado por ventilarse esta semana. Del polémico proyecto todavía no se conocen detalles clave, pero si sus pilares.
“Estamos ante un experimento interesante”, valoraba Gaviria hace dos meses en una entrevista con este periódico. “Hay un aspecto que no ha sido resaltado suficientemente, y es que el Gabinete –o el Gobierno– es una alianza de fuerzas políticas diferentes, unas progresistas y otras a las que yo pertenezco, más liberales, todas unidas por esa defensa de la democracia y por la necesidad de responder a esas demandas sociales”, señalaba entonces.
Su visión es muy diferente a la de la ministra Corcho. Ambos tenían discrepancias que rayaban en la animadversión desde los tiempos en que él ocupaba la cartera de Salud y ella encabezaba un sindicato médico. Mientras ella califica el actual sistema como uno de los peores del mundo, él defiende logros como la cobertura casi universal, de 97%, que ha llegado a considerar “probablemente el avance social más importante del país después de la Constitución del año 1991″.
El enfrentamiento se ha cocinado a fuego lento. Gaviria se ha convertido en un notorio contrapeso del vuelco que se propone Corcho, y sus reparos se hicieron públicos cuando se conoció un documento que había preparado para un reciente Consejo de Ministros en Villa de Leyva. “El sistema actual es producto de treinta años de innovación y trabajo colectivo. Destruirlo sería un suicidio”, defiende en esas reflexiones, que con toda probabilidad alimentarán el trámite legislativo de la reforma. “Seguiré aportando con responsabilidad y buen juicio en las discusiones internas de Gabinete”, escribió en un intento por zanjar la discusión. Pero la tormenta aún no amaina.
La distancia entre el veterano Ocampo y la novata Vélez es menos enconada y tiene menos historia, pero no por ello deja de crear tensiones en el Gobierno. El ministro de Hacienda es profesor de la Universidad de Columbia. Ha ocupado diversos cargos directivos como economista en Colombia y otros países, incluyendo haber sido ministro de Hacienda de Ernesto Samper hace tres décadas. “Siempre he dicho que soy de centro izquierda. He estado en el Partido Liberal, que es parte de la Internacional Socialista. Soy socialdemócrata”, le dijo a este periódico poco antes de posesionarse en su cargo.
No es ortodoxo en términos de escuelas económicas: se define como neoestructuralista y poskeynesiano. Es decir, cree en la importancia de un Estado que intervenga en la economía para impulsar la producción y evitar los ciclos económicos fuertes. Pero le da relevancia al equilibrio fiscal y ha defendido la necesidad de lograr una transición energética paulatina, pausada, que permita ir reemplazando la dependencia de los ingresos de las industrias extractivas para el Estado, y de sus exportaciones para mantener la balanza cambiaria.
Vélez, en contraste, ha propugnado una y otra vez por dar un timonazo más rápido para lograr esa transición. Novata en la política y los altos cargos públicos, se califica a sí misma como una académica activista. Y aunque es ministra de Minas y Energía, no ha actuado como abogada de ese sector en el Gabinete, como es lo usual, sino como una defensora de la protección del medio ambiente, que es el tema en que ha desarrollado su carrera académica.
La distancia entre las dos visiones se ha notado una y otra vez. Cuando Vélez dijo que había que frenar la explotación petrolera y su entonces viceministra Belizza Ruiz dijo “que quede claro, no se va a explorar ni explotar más hidrocarburos en el país”, Ocampo aclaró que no había tal decisión. Luego le dijo a EL PAÍS que sí se debe hacer el cambio, pero paso a paso: “La meta es mantener la producción de petróleo, al menos durante unos 15 años de transición”.
A finales de enero, Vélez aseguró en el Foro Económico Mundial de Davos que el Gobierno había decidido no firmar nuevos contratos para la exploración petrolera. Ocampo de nuevo la desmintió. “La semana entrante nos vamos a reunir el equipo de Gobierno, con el Ministerio de Comercio y obviamente Ecopetrol, porque todavía no hay estimaciones finales de las reservas. Tenemos que ver cómo los contratos de exploración ya firmados garantizan suficientes reservas”, dijo entonces.
Un Gabinete de rivales produce fricciones. En el caso de Santos, por ejemplo, Vargas Lleras chocó con el ministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas, por los recursos para sacar adelante ambiciosos programas de infraestructura vial o vivienda, que el país necesitaba y que le daban réditos políticos. El entonces presidente, que delegaba asuntos sectoriales mientras mantenía bajo control su principal legado, la negociación con las FARC, logró que se mantuvieran esas diferentes fuerzas dentro de su Gabinete y su coalición legislativa. Petro, que busca avanzar de forma simultánea en varios cambios sociales y económicos, además de hacer la paz con todas las organizaciones criminales a la vez (su paz total), enfrenta el reto de lograr eso mismo.
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