Diez años de premio nacional de novela y cero mujeres ganadoras
El premio de novela del Ministerio de Cultura nunca ha premiado a una autora, lo que abre un debate sobre los espacios literarios que han ganado las escritoras y los que aún les restringe la industria editorial
Desde hace unos años se habla en América Latina del “boom de las autoras latinoamericanas”, equiparando el éxito editorial que tuvieron hace décadas Vargas Llosa o García Márquez al que tienen hoy escritoras como Mariana Enríquez o Pilar Quintana. Pero cuando se mira el fenómeno con microscopio, si bien un grupo de escritoras han recibido considerable reconocimiento internacional, otras cifras indican que es apresurado cantar victoria. El camino por la paridad de género, en la literatura, aún tiene camino por recorrer.
El debate en Colombia lo volvió a abrir recientemente Vanessa Londoño (Bogotá, 1985), novelista cuyo manuscrito El Asedio Animal ganó en 2017 el premio Aura Estrada, de México, que se fundó para apoyar a autoras jóvenes. Este año el libro, publicado en Colombia por Editorial Planeta, fue finalista al Premio Nacional de Novela Publicada. No ganó, y Londoño miró las cifras de ganadores con desgano. “Cinco de las cinco ediciones que ha tenido el Premio fallado bianualmente por el Ministerio de Cultura desde 2014, han sido otorgadas a hombres; y solo 4 de los 25 libros finalistas en toda la historia, fueron escritos por mujeres”, escribió en sus redes sociales. Que solo el 16% de los finalistas son mujeres no refleja el celebrado boom.
Londoño cuenta a El PAÍS que recibió unos pocos comentarios de resistencia diciendo cosas como “ahora las mujeres quieren cuotas para todo” o “no se premia el género ni la raza, sino la mejor novela”. “Creo que tenemos derecho a cuestionar qué está pasando porque hay unas cifras dicientes, como que solo cuatro mujeres seamos finalistas, y yo creo que es una radiografía de un problema histórico, y estructural, que quizás va más allá de los jurados de turno, que pueden tener un sesgo inconsciente, para que siempre se premie a unos hombres de cierta edad”, dice Londoño. “Claro que se debe premiar la mejor novela, pero parece que siempre prevalecen solo unos lugares de enunciación”.
En su denuncia en redes, Londoño dice que quizás sea resultado de que las mujeres publiquen menos que los hombres. Algunas cifras parecen darle la razón. El Ministerio de Cultura envió a El PAÍS los datos de las novelas que participaron este año en el el premio: 40 eran de hombres, y sólo 13 eran de mujeres. Menos de un 25% eran de escritoras.
Las cifras de disparidad también existen cuando se mira cuántos libros de mujeres publican las editoriales en Colombia y la región, pero han ido cambiando. Ana Gallego es profesora de la Universidad de Granada, España, y ha hecho investigación sobre la disparidad de género en el ámbito editorial de Iberoamérica. En una investigación que publicará el próximo año, encuentra que 56% de lo publicado en los catálogos de 350 editoriales independientes hispanoamericanas es de autoras. “En los últimos 10 años ese porcentaje no llegaba a 30%”, dice a El PAÍS.
Esa buena noticia cambia cuando se mira las obras de mujeres que ponen en circulación cuatro grandes sellos que tienen mayor músculo comercial para que los libros se lean: Seix Barral, Alfaguara, Random House, Anagrama. En sus catálogos de 2022, alrededor del 38% eran libros de mujeres. Gallego miró datos de Colombia para 2020, en otra de sus investigaciones, y encontró que las editoriales pequeñas intentan publicar casi el mismo número de mujeres que de hombres (49%) pero en las editoriales medianas fue solo el 14% —muy por debajo de Argentina (50%), Chile (54%), España (53%) o México (62%).
“Creo que lo que ha venido pasando es que los sellos independientes son los que impulsan a las autoras a las grandes instancias de forma paulatina”, dice Gallego. La escritora Londoño sería un símbolo de eso: tras ganar el premio Aura Estrada, fue la editorial independiente y mexicana Almadía la que publicó primero su libro.
Un asunto más espinoso es saber si los jurados de estos premios tienen un sesgo implícito. La participación de mujeres ha aumentado en estos, lo que ha enriquecido las deliberaciones de género. Eliana Hernández es una poeta que ganó en 2021 el Premio Nacional de Poesía del Ministerio de Cultura por su libro La Mata. Fue la segunda autora en ganarlo después de la poeta Martha Carolina Dávila en 2010.
“Creo que sí puede tener que ver con los jurados, que normalmente son hombres mayores. En mi caso sé que había mujeres jóvenes en el jurado como [la poeta] Tania Ganitsky, y eso permite que haya una visión más novedosa de lo que puede ser la poesía”, dice a El PAÍS. Hernández ha intentado sentarse en la otra silla, la de jurado. Recientemente lo fue del concurso de poesía distrital María Mercedes Carranza, otorgado por primera vez, y que ganó otra mujer: Laura Garzón con su poemario Pan Piedra.
“Creo que las mujeres jóvenes no tememos premiar propuestas riesgosas, y en este caso pudimos darle espacio a alguien que hacía algo disruptivo, independientemente de que sea hombre o mujer”, dice Hernández, aclarando que en el momento de deliberar el jurado no sabe quién es mujer, porque no se conocen los nombres de los autores. “No sabes quién está detrás, pero leyendo la obra se puede ver qué tipo de propuesta es, y las mujeres como jurado somos muy conscientes de la tradición literaria hiper-patriarcal”.
María Orlanda Aristizábal es coordinadora del grupo de literatura en el Ministerio de Cultura, la institución que organiza estos premios nacionales. Explica que en el jurado del Premio de Novela Publicada 2022 hubo dos mujeres: las escritoras Martha Canfield y Fanny Buitrago. El tercer jurado fue el crítico literario Luis Fernando Afanador, el único hombre. Así que no hubo disparidad de género. “Nosotros, como Ministerio, no podemos apelar la decisión de ese jurado”, dice Aristizábal.
“No estoy de acuerdo con las críticas de Vanessa [sobre los jurados], pero sí me parece muy dicientes las cifras, claro: que hayan participado menos mujeres en el concurso que hombres. Pero eso es algo que no determina el Ministerio de Cultura”, dice, aclarando que los que presentan las obras al Ministerio son las editoriales o los autores. El Ministerio, añade Aristizábal, ha intentado tomar la bandera ante esa desigualdad de género con otras iniciativas, como publicar este año la Biblioteca de Escritoras Colombianas olvidadas por la historia (iniciativa que lideró la novelista Pilar Quintana), o inaugurando en 2021 el primer Premio Nacional de Novela Escrita por Mujeres (que ganó Samaria Márquez, con Ojos de Gata Ciega).
Juan David Correa es director literario del grupo Planeta en Colombia. Fue editor del libro de Vanessa Londoño y también del ganador, titulado Lo que no fue dicho de José Zuleta Ortiz.
“Primero diría que sí hay una queja legítima de Vanessa; me parece bien que las autoras eleven su voz ante evidencias como estas: 5 versiones que solo ganan hombres”, dice Correa. “Pero hay varios matices que hay que ver con cuidado”. Uno es que se presentaron más hombres que mujeres, lo que habla más de la industria editorial que de los jurados. Otro es que había dos mujeres en el jurado, “que no hacen parte de ningún establecimiento, no representan el poder en la industria del libro de América Latina, y no creo que haya tomado esa decisión a la ligera”, dice Correa. Uno más es que, aunque hay más trabajo por hacer, cada vez hay más conciencia en las editoriales grandes por incluir a más autoras.
“Este año, en mi catálogo de Planeta Colombia, publicamos a 70 mujeres y 71 hombres”, dice Correa, aclarando que no son solo novelas sino también ensayos, memorias o crónicas. “No puedo hablar de otros sellos editoriales. De nuevo, creo que es legítimo señalar lo que ocurre con los premios, pero también es importante ver los matices en esta discusión y entender que en algo sí se ha avanzado”.
Hay un hito fundamental en este debate. En 2017 el Gobierno escogió un grupo de solo hombres para representar a la literatura colombiana en un evento cultural en Francia. Las escritoras colombianas se unieron en protesta —hicieron un video contando todos sus libros publicados y premiados― y la disparidad tan evidente cambió algo en editores y escritoras. “¿Hemos avanzado desde lo que pasó en 2017 o seguimos en las mismas?”, le preguntó recientemente la periodista María Jimena Duzán a la escritora Sara Jaramillo Klinkert, autora del libro Cómo Maté a Mi padre. “Yo creo que sí nos están publicando mucho más que hace 5 o 10 años. ¿Que todavía falta? Falta”, responde Jaramillo. “Yo creo que las cosas han cambiado y evidentemente pueden cambiar mucho más. Está en manos nuestras seguir publicando, seguir insistiendo, porque las grandes luchas no se consiguen de la noche a la mañana”. En esta batalla por la equidad de género en la literatura quizás ya no es la noche. Pero no es todavía la mañana.
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