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¿Por qué en Papúa Nueva Guinea tienen pavor a las vacunas?

Solo un 1,7% de los habitantes de esta región suroeste del Pacífico han recibido la pauta completa contra la covid-19. Algunos responsables de las inyecciones han sido amenazados de muerte y atacados porque los consideran parte de una “campaña de terror”

Un niño corre en el puerto Moresbyen de Papúa Nueva Guinea el pasado julio.
Un niño corre en el puerto Moresbyen de Papúa Nueva Guinea el pasado julio.Aaron Favila (AP)

Solo un 1,7% de los habitantes de Papúa Nueva Guinea ha sido vacunado con la pauta completa contra la covid-19. Esto es motivo de preocupación para la comunidad internacional, que ve cómo el virus se expande por una población muy expuesta que presenta altas tasas de comorbilidad y unos niveles muy bajos de acceso a atención médica. El estado de ánimo en el país, sin embargo, es muy diferente. No hay duda de que hay mucho miedo, sí. Pero la causa es la propia vacuna.

Muchos habitantes de Papúa Nueva Guinea podrían inmunizarse, incluso en los rincones más remotos del país. Hablamos de personas que no son en absoluto ajenas ni a los medicamentos inyectados ni a las vacunas, que allí se administran contra enfermedades como la polio y el sarampión.

Pero millones de papúes no se están poniendo las dosis porque le tienen terror a la del coronavirus en concreta. No se trata de reticencia, sino de una oposición frontal. De una antipatía radical. Algunos responsables locales de las campañas de salud han sido amenazados de muerte y atacados por muchedumbres furiosas, que los consideran parte de una “campaña de terror”.

Además, la nueva ley que obliga a estar inmunizado para poder trabajar ha recibido como respuesta procedimientos judiciales, dimisiones en bloque y el mercadeo de certificados de vacunación falsos. Todo ello para esquivar la temida inyección. ¿Por qué hay una resistencia tan fiera? La diferencia clave, y cualquier buen antropólogo lo confirmaría, es el contexto cultural.

Enfermedad del espíritu

Cualquier intento por entender estas visiones locales debe tener en cuenta, primero, que en las sociedades de la Melanesia lo físico está íntimamente relacionado con lo moral y con lo espiritual. Esto explica que, en muchos casos, las explicaciones biomédicas de las enfermedades ocupen un lugar secundario frente a otras explicaciones. O que sean irrelevantes.

Esto se explica a su vez por los pocos o nulos esfuerzos que el Gobierno ha dedicado a la educación de los habitantes. Especialmente para los que viven en entornos rurales, que suponen el 80% del total. Por ejemplo, cuando una persona que debería estar sana contrae una enfermedad o muere, lo achacan al efecto de un conjuro o a prácticas de brujería. Estas creencias, que están muy vinculadas a envidias y conflictos interpersonales, son las que desde este punto de vista habrían provocado el misterioso ataque.

Cuando una persona que debería estar sana contrae una enfermedad o muere, lo achacan al efecto de un conjuro o a prácticas de brujería

A menudo, este tipo de interpretaciones se aplican a desgracias personales, pero no tanto a grandes acontecimientos como una pandemia global. Es aquí donde el cristianismo adquiere una importancia vital y contribuye a explicar problemas colectivos como este.

El papel del cristianismo

La práctica totalidad de los habitantes (un 99,2%) es cristiana. Las iglesias evangélicas y pentecostalistas ejercen una gran influencia social en el país. En Papúa Nueva Guinea el cristianismo no solo ofrece la promesa de la salvación eterna, sino que, además, la Biblia y ciertas ideas proféticas juegan un papel determinante a la hora de explicar cómo la gente vive y percibe el mundo.

En Papúa Nueva Guinea el cristianismo la Biblia y ciertas ideas proféticas juegan un papel determinante a la hora de explicar cómo la gente vive y percibe el mundo

Muchos cristianos, sobre todo de las citadas ramas pentecostalista y evangélica, creen que el fin del mundo está cerca e irá precedido por la segunda venida de Jesucristo. Desde este punto de vista, resulta clave explicar que el inminente retorno de Jesucristo estará precedido por la decadencia moral acelerada del mundo y por la imposición de la marca de la bestia sobre toda la humanidad, un proceso auspiciado por Satanás. Muchos creyentes, por tanto, no dejan de escrutar el mundo continuamente y con temor en busca de esta señal definitiva.

Hace unos años, algunos papúes afirmaron que esta marca eran los códigos de barras, y más recientemente señalaron al carné de identidad nacional que quiso implantar el Gobierno. Ahora, aunque se trate de algo de una magnitud y una virulencia muy diferentes, la señal de la bestia sería la vacuna contra la covid-19.

Prueba de ello son las consignas que un grupo de manifestantes antivacunas coreaban recientemente: “Chips 666 fuera” o “microchips satánicos fuera de aquí”. Desde esta creencia, los viales serían el instrumento de los grandes poderes de una tiranía cósmica universal. La rapidez con la que se elaboró, el hecho de que se administre en todo el mundo y las coacciones con las que supuestamente se inocula serían indicios nítidos de su origen diabólico.

Sin embargo, el cristianismo no es el único factor que favorece el sentimiento antivacunas. El poderoso instrumento de desinformación que suponen las redes sociales también ha sido importante, como demuestran los rumores sobre que las dosis contienen microchips o que en muchos casos provocan la muerte. Por otro lado, tienen gran desconfianza hacia los extranjeros, lo que hace que tanto esta herramienta de prevención como el propio virus se perciban como una amenaza para la soberanía de su país.

Este tipo de teorías han florecido ante la ausencia de un conocimiento biomédico occidental (o ante la falta de confianza en él). Los papúes más próximos a la cultura occidental a menudo intentan en vano de convencer a sus compatriotas contra este tipo de ideas.

Tratamientos alternativos

Pero al mismo tiempo que se resisten de forma desafiante a ser protegidos, los papúes saben de sobra que la covid-19 es real y que hace que la gente enferme.

En un momento en que las tasas de contagio, ingresos hospitalarios y muertes están aumentando es difícil ignorar esta realidad. El incremento de los fallecimientos por covid-19 en todo el país ha hecho que muchas personas tengan miedo y decidan inocularse. Pero incluso estas personas con mayor apertura mental se asustan fácilmente cuando escuchan los rumores de que esta acción puede causar la muerte.

Descartadas las vacunas, los papúes se decantan por tres tipos fundamentales de tratamiento: rezos y sanaciones, remedios naturales y la confianza en una supuesta inmunidad natural

Descartadas las vacunas, los papúes se decantan por tres tipos fundamentales de tratamiento: rezos y sanaciones, remedios naturales y la confianza en una supuesta inmunidad natural fuerte frente a la enfermedad. En la medida en que las creencias religiosas en el país están muy influenciadas por las tradiciones evangélica y pentecostalista, muchas personas le rezan a Dios, a Jesús y al Espíritu Santo no solo para mitigar, sino también para erradicar la enfermedad diabólica.

Además, otros están volviendo a remedios orgánicos tradicionales para protegerse frente al coronavirus. Esto se traduce básicamente en el consumo de diversas especias y hojas. Por último, en Papúa Nueva Guinea existe una creencia profundamente enraizada sobre que la gente de allí posee de forma innata un poderoso sistema inmunitario que, favorecido por una alimentación a base de productos de sus huertas, les hace ser más resistentes frente a los embates del coronavirus.

¿Qué pueden hacer las autoridades?

Para la mayoría de los occidentales, las vacunas son algo bueno de manera intrínseca y evidente. Pero para muchos papúes estas son una amenaza peligrosa, siniestra y desconocida. Se debe, como hemos dicho, a una combinación de factores entre los que destacan la incapacidad del Gobierno, la fuerte religiosidad y una justificada desconfianza hacia los extranjeros.

Al mismo tiempo se pueden evitar muertes y tratar de disipar la gruesa capa de incertidumbre que rodea a las vacunas. Pero la pregunta es: ¿cómo hacerlo?

Debería ofrecerse información detallada sobre las dosis (incluyendo datos sobre su creación, contenidos, eficacia y posibles efectos secundarios) para que la gente tuviera un conocimiento pleno sobre ella antes de pedirle que se la ponga. Pedir insistentemente a los ciudadanos que lo hagan cuando dispone una información mínima no es ni justo ni ético.

Probablemente en respuesta a las muy difundidas interpretaciones apocalípticas sobre esta herramienta de prevención, el Consejo de Iglesias de Papúa Nueva Guinea está proclamando activamente tanto sus beneficios como su carácter seguro. El Gobierno también debe aumentar sus esfuerzos y llevar a cabo una campaña de educación sanitaria si realmente quiere que aumente de manera relevante la tasa de habitantes protegidos.

El éxito de este esfuerzo para alejarlos de una catástrofe sanitaria incluiría hacer entender a los ciudadanos de a pie que la vacuna es una bendición divina, no una maldición diabólica.

Este artículo se publicó originalmente en The Conversation.

The Conversation

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