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Se acepta pago en pesetas

Una variedad de tiendas, sobre todo del pequeño comercio, todavía recogen 'la rubia'

Fernando Losada acepta pesetas en su papelería de Madrid.
Fernando Losada acepta pesetas en su papelería de Madrid. uly martín

Nada más bajar las escaleras del madrileño mercado de la Cebada, un cartel llama la atención a los transeúntes: “En esta tienda se puede pagar en pesetas”. Pertenece al puesto Té y Mi Gordy, en cuyas baldas se disponen una profusión de latas doradas con más de trescientos tipos de hierbas. Laura Miso, su propietaria, luce un pelo largo teñido de azul y explica que en 2002, cuando retiraron la rubia de la circulación, se le ocurrió seguir aceptándolas para luego canjearlas en el Banco de España, que las recoge hasta 2020 y que calcula que aún se conservan sin canjear 1.669 millones de euros en pesetas. Miso intuía que a mucha gente le podía pasar lo mismo que a ella, que en aquel momento se había encontrado un billete de 5.000 pesetas en un pantalón de su marido. “La crisis nos hace daño a todos. Si estás mal de dinero y tienes guardadas esas monedas, te viene bien gastarlas. Es una ayuda”.

A varios pequeños comerciantes también se les ocurrió sacar provecho de las pesetas. Una idea y una calculadora pueden ayudar a dinamizar el negocio, pero no siempre bastan para impulsar las ventas. Paloma Jareño, gerente de la pastelería Fantasía de Chocolate, con dos tiendas en Madrid, dice que empezaron a aceptar el pago en pesetas hace un año y medio. “Si hay la posibilidad de pagar en pesetas, duele menos en el bolsillo”, explica. La iniciativa, sin embargo, no les ha subido la caja. “La gente se entera solo por el mostrador o por el boca a boca”.

Se calcula que aún se conservan

Para Miso, aceptar pesetas es también una manera de destacar su negocio. El cartel colgado en la persiana de la tienda atrae a muchos curiosos que se acercan aunque solo sea para hacerse fotos. Alguna vez, es cierto, se lleva alguna sorpresa, como cuando una señora apareció con varios fajos de billetes que había encontrado al limpiar la casa de su abuela, muerta. En total, un millón de pesetas (6.000 euros). “Le dije que no tenía para venderle tanto, que se fuera al banco. ¡Y que no fuese con eso por la calle!”, recuerda entre risas.

Jordi Teixidor, propietario de la tienda de antigüedades El Patufet, en el municipio de Vilanova i la Geltrú, en Barcelona, nunca ha dejado de aceptar la vieja moneda. Después de la entrada del euro en circulación, vendió productos de los que probablemente no hubiese conseguido deshacerse si no fuese en pesetas. “Uno se gastaba 5.000 pesetas en un objeto por el que a lo mejor no pagaría 30 euros”, cuenta Teixidor que, sin embargo, lleva tres meses en los que no vende ningún producto en pesetas.

Fernando Losada es uno de los que supieron hacer dinero con el negocio de la añoranza de las pesetas. Hace siete años, cuando empezó a aceptarlas como forma de pago en su papelería, en el madrileño barrio de las Letras, su venta de caja llegó a aumentar hasta un 50%. Hoy ya no se refleja en los beneficios, pero todavía sigue promocionando su mercancía: “Cada día vienen una o dos personas con pesetas”. Según Losada, el perfil de los que pagan con la rubia es variado: desde gente mayor que las tiene guardadas, gente más joven que se las ha encontrado en un abrigo o libro, y niños a los que su abuelo les dejó una hucha llena de pesetas. La vuelta se da en euros, pero con límites, “porque al principio venía la gente a cambiarlas”. “Tuve que poner como norma que daría la vuelta de tres euros como máximo. No soy el Banco de España”.

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