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VIDA&ARTES

Vacaciones de tartera

Los españoles buscan formas baratas para pasar el verano Las estancias se acortan y baja el consumo Cada vez más recurren a casas familiares o el pueblo

Una familia come en una playa de Fuengirola.
Una familia come en una playa de Fuengirola.JULIÁN ROJAS

Fiambreras, tarteras, mesas plegables, sombrilla, la cerveza en la nevera portátil y los riñones destrozados por las sillas plegables. ¿Le apetecen unas vacaciones como las de antes? A juzgar por cómo lucen las playas este año, apetezcan o no, parece que es lo que toca. Pese al desánimo general por la crisis, o quizá precisamente por ello, los españoles se resisten a quedarse sin unos días de respiro y buscan fórmulas para al menos concederse una escapadita. Apartamentos compartidos por varias familias, intercambios de casas, estancias cortas, salidas mínimas al extranjero o, mejor, paquetes en España con todo incluido o cruceros para controlar el gasto, el chiringuito ni olerlo y, cómo no, el recurso de la casa de los parientes en la costa o la vuelta al pueblo.

Fuente: Observatorio de la Industria Hotelera Española y Mº de Industria, Energía y Turismo.
Fuente: Observatorio de la Industria Hotelera Española y Mº de Industria, Energía y Turismo.EL PAÍS

Aunque hay quien ni siquiera puede permitirse estos lujos. Con una tasa de paro del 24,63%, rebajas salariales y unas perspectivas muy poco halagüeñas para otoño, hay un grueso de españoles que ha decidido quedarse en casa. La mitad de los madrileños y el 35% de los barceloneses no saldrá de la ciudad este verano, según los barómetros elaborados por los ayuntamientos de estas ciudades. Y en ambos casos, la proporción de ciudadanos que no puede salir de vacaciones es bastante superior a la del año pasado. El resto, quienes sí pueden destinar una parte de su renta a ello, ajusta su presupuesto, unos al límite y otros lo necesario para no tener sorpresas cuando regresen y se encuentren con los extractos de la tarjeta de crédito.

El profesor y director del Observatorio del Consumo de la escuela Esade, Gerard Costa, apunta tres comportamientos distintos entre quienes deciden salir unos días de casa porque han ahorrado lo suficiente a lo largo del año. Según un informe elaborado por el Observatorio, un 25% de esos turistas quieren gastarse la mitad de lo que se dejaron el año pasado. “Se trata de militarizar el gasto. Pasan el mínimo de noches fuera o bien se van a casa de amigos o parientes. Es el caso de la familia de Barcelona que va a Galicia y se aloja en el domicilio de un primo y más adelante este va a la capital catalana a pasar unos días en su casa”, explica Costa.

Muchas familias se las apañan, de hecho, con esa opción: aprovechando la casa de los parientes en la costa o pasando el verano en la aldea. O combinando las dos cosas. “Antes solíamos alquilar un apartahotel una semana en Valencia. Este verano, ni hablar. Siete días en casa de mi hermana en Alicante para que los niños vayan a la playa y el resto del tiempo, al pueblo de mi marido en León”, dice Conchi, una psicóloga de Palencia que acaba de perder su trabajo en un programa de asesoramiento a parados de la Junta de Castilla y León.

Se imponen los cruceros y el 'todo incluido' para controlar el gasto

Otro 25% de quienes sí se van de viaje, de acuerdo con el informe de Esade, estudia todas las ofertas de última hora para ahorrar al máximo. Y el 50% restante corresponde a los turistas que aún pueden permitirse ciertos lujos, como viajes largos. Y estos, en plena crisis, de ningún modo quieren derrochar. “Se trata de un gasto mucho más racional. Estos turistas pueden ir a Tailandia dos semanas, pero piden el todo incluido en el hotel para no tener sorpresas”, detalla Costa.

Así, con el todo incluido, es más fácil no pasarse de la raya. Y eso beneficia a algunos sectores. Por ejemplo, los cruceros. “Por 600 euros te puedes pasar una semana completa viajando en un barco y te quitas el gusanillo de las vacaciones. Es práctico y comodísimo para viajar con niños. Sin duda, los grandes beneficiados de la crisis son los cruceros”, asegura Rafael Gallego, presidente de la Confederación Española de Agencias de Viajes.

La temporada está a medias y aún no hay datos oficiales sobre la marcha de los meses fuertes, que son julio y agosto. Aun así, el sector turístico ya maneja algunas cifras que corroboran estas tendencias. Vayamos, por ejemplo, a Benidorm. La ocupación hotelera se ha mantenido en julio casi como el año pasado, con un 89,9% frente al 90,3% del año anterior, pero no ha sido gracias a los españoles, sino fundamentalmente al aumento de visitantes de Reino Unido. En concreto, el número de pernoctaciones de nacionales ha bajado un 7% en la primera quincena y un 4% en la segunda, mientras que las de los británicos han subido una media del 12%. Y lo peor no es que hayan ido menos, sino que los que van gastan lo mínimo.

Los chiringuitos se resienten: se piden paellas de cuatro personas para ocho

“Lo están notando todos los sectores: los restaurantes, los comercios, las discotecas, los chiringuitos. ¡Solo hay que asomarse a la playa para ver que está llena de neveras!”, comenta Yolanda Pickett, gerente de la Fundación Turismo de Benidorm. “Los españoles, en general, siguen viniendo porque somos un destino cercano y pueden llegar en coche, pero se quedan menos días, por lo que baja la ocupación en hoteles, y sobre todo gastan muchísimo menos”, continúa.

Una situación similar se aprecia en el litoral andaluz. “La gente se está llevando su propia comida a la playa y se permite comer en el chiringuito solo algún día especial. No solo eso: cuando se deciden, luego van y te piden una paella de cuatro para compartir entre ocho comensales”, asegura Norberto del Castillo, presidente de la Federación Andaluza de Empresarios de Playas. ¿Se ahorra hasta en las hamacas? “Bueno, quizá este negocio se está viendo menos afectado. Una hamaca es donde más tiempo puedes estar por menos dinero”, opina.

La costa catalana está salvando de momento la temporada por un incremento sin precedentes de los turistas rusos. Este año han llegado un 50% más de viajeros procedentes de este país, según los hoteleros, que eligen la Costa Dorada, el norte del Maresme y la Costa Brava, sobre todo Lloret de Mar. Salou, por ejemplo, cada verano recibe un ejército de turistas de otras comunidades, en especial de Aragón. Este año, sin embargo, sufre la crisis del turismo nacional. Y lo peor, sus hoteleros apenas pueden hacer previsiones porque ni saben si esos viajeros acabarán llegando. “Hay zonas costeras que todavía tienen el grueso de sus plazas sin reservar a partir del día 20, y eso se debe sobre todo a que se reserva a última hora”, explica Joan Molas, presidente de la Confederación Española de Hoteles y Alojamientos Turísticos. Ese es el caso de los hoteles del Empordà, en el corazón de la Costa Brava, que tienen el libro de reservas con el 40% de las habitaciones disponibles a partir del día 20, algo inédito años atrás.

La incertidumbre está machacando los nervios de la industria turística. “La gente está asustada y no se decide hasta el último momento. Antes, las reservas se solían hacer con dos meses de antelación y ahora no sabemos ni siquiera cómo va a terminar agosto. Así es difícil manejar tarifas y ofertas”, lamenta Félix Sobrino, director de una oficina en Madrid de la agencia IA Viajes-Zeppelin. La consecuencia inmediata de esa tendencia, explica Joan Molas, es una rebaja de los precios de las habitaciones para tratar de captar a ese turista que bucea por Internet buscando chollos de última hora.

La decisión de contratar
un viaje se retrasa
hasta el último momento

La prueba del algodón se pasa, no obstante, en los destinos en los que la proporción de turismo nacional suele ser arrolladora. Es el caso de la costa cantábrica o las zonas de turismo rural del interior de Castilla y León. Allí, dice Molas, la caída ha sido “espectacular”, de entre el 30% y el 40%. “La tasa de paro ya era alta en 2011, pero este año lo es más, y la caída del consumo y la angustia por lo que pueda suceder están pasando factura. Las estancias son más cortas, hasta el punto de que algunos establecimientos en zonas costeras han decidido recortar la temporada y abrir en junio en lugar de Semana Santa”, explica Molas.

Si los ciudadanos de Barcelona viajan más que los madrileños es, en buena medida, porque la proximidad de la Costa Brava les permite hacer pequeñas escapadas. Pero estas son cada vez más menudas. “Estamos viendo cómo la gente que se iba a pasar cuatro días a la playa se va solo dos. Y la gente que iba dos, ahora sube y baja de Barcelona a la Costa Brava”, explica el socio consultor de Magma Turismo Bruno Hallé.

En general, las estancias se acortan. Lo de pasar fuera de casa el mes completo hace tiempo que no se lleva, pero ahora hasta la quincena empieza a ser ciencia ficción. La media en destinos de playa es de ocho días, según las agencias de viajes. “Se nota hasta en los apartamentos. Antes no se admitían reservas por debajo de la semana. Ahora se alquilan hasta por días”, apunta Félix Sobrino.

Predominan las escapadas
breves o fines de semana
en destinos cercanos

El gerente de la asociación de hoteles y restaurantes Costa Brava Centre, Martí Sabrià, observa la misma tendencia. Explica que hay el mismo movimiento en las carreteras, e incluso en la calle se ve casi la misma gente que cada año, pero o bien van y vienen de la ciudad, aprovechan casas o segundas residencias de familiares o hacen estancias “superbreves” en los hoteles. Estos viajes cortos, a veces casi relámpago, explican por qué el número de desplazamientos de ocio casi no ha variado con la crisis. Según la encuesta de movimientos turísticos de los españoles Familitur, la cifra se mantiene con mínimas variaciones desde 2005.

La austeridad se extiende incluso entre quienes no sufren los efectos de la crisis. “A algunos clientes parece que les da apuro pegarse una comilona mientras otros no pueden pagar la hipoteca”, dice Antonio de María, presidente de Horeca, la patronal del sector de hostelería de la provincia de Cádiz.

Lo raro en todo esto es que los campings, que en principio pueden parecer una alternativa barata, no se están viendo beneficiados por esa crisis. Mientras que en Europa eligen este tipo de alojamiento entre el 20% y el 40% de los que salen de vacaciones, en España solo lo hace el 1,5%. “No hay costumbre. Aquí hay muchas ofertas de playa y de turismo rural que frenan el crecimiento. También hay que tener en cuenta que, excepto si te vas en una tienda de campaña, tampoco sale tan barato tener una caravana o alquilar un bungalow”, explica Ana Beriain, presidenta de la Federación de Empresarios de Camping y Parques de Vacaciones.

Las que sí están sacando provecho de la crisis son las empresas que gestionan intercambios de casas en Internet. Varios síntomas lo reflejan. “El perfil de los usuarios está cambiando. Antes, la mayoría eran familias de entre 40 y 50 años, con casa propia y que buscaban estancias largas en el extranjero. Ahora hay cada vez más gente joven, las estancias son más cortas, incluso de fines de semana, y el 70% de los intercambios se produce dentro del propio país”, revela Sergio Escote, director de HomeforHome.

Todo sea por olvidarse de la crisis unos días. Y no hace falta irse muy lejos ni explorar lugares exóticos. Hay, como puede verse, muchas maneras de escapar de la rutina con un presupuesto ajustado. “Mejor gastarse un poco de dinero en uno mismo, al menos un pinchito y una caña frente al mar, que acabar dándoselo a un psicólogo. Hay que limpiar la mente para aguantar lo que viene”, sentencia Antonio de María.

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