Los partidos basan su estrategia en los problemas internos de sus rivales
Las formaciones esperan que las tensiones de sus adversarios desenreden el nudo político
"En las democracias inmaduras, cuando dejas a los líderes políticos a su libre albedrío se bloquean irremediablemente. Acaban más preocupados por su imagen pública, el cálculo de sus intereses y la guerra de declaraciones y contradeclaraciones que por arreglar los problemas", reflexiona un veterano socialista que siempre procura dotar de ironía a sus reflexiones.
Los partidos políticos encaran la recta final del proceso de investidura más confiados en que los problemas internos de sus adversarios, o las presiones externas que sobre ellos recaigan, desenreden un nudo que nadie se ha parado a pensar en cómo deshacer.
Algunos observadores externos que contemplan perplejos el bloqueo político español han sugerido que, más allá de anhelar que se importara la "cultura del pacto" que existe en el norte de Europa, se copiaran las herramientas prácticas de las que disponen esos países para hacer efectiva esa cultura.
Por ejemplo, que existiera la figura del mediador, o "informateur", como ocurre en Holanda o en Bélgica: un emisario del Rey que sea capaz de buscar desinteresadamente puntos de encuentro entre los partidos y forzar coaliciones posibles. Alguien que pueda hacer lo que el Monarca, por su preceptiva neutralidad constitucional, tiene más complicado llevar a la práctica. La obligación de este facilitador es la de presentar al Jefe del Estado una propuesta ya cocinada y con visos de salir adelante. Exactamente lo que la Casa del Rey viene reclamando a todos los partidos desde el 20-D, con escaso éxito.
A fecha de hoy, sin embargo, los partidos han dejado su suerte en manos de factores que ellos mismos no podían controlar:
- El Partido Popular apostó en un primer momento porque la revuelta interna dentro del PSOE obligara a Pedro Sánchez a apoyar una gran coalición, encabezada por Mariano Rajoy. Tras comprobar que la revuelta no daba los frutos deseados, confiaron en que el fracaso de Sánchez por obtener la investidura devolviera la iniciativa al PP. Finalmente, con la mirada ya puesta en nuevas elecciones, la dirección popular ya solo confía en que Podemos resista la tentación y no permita finalmente, siquiera con su abstención, que salga adelante un Gobierno de Sánchez.
- El PSOE, limitado por sus propias tensiones internas, ha llegado hasta donde podía llegar: un acuerdo con Ciudadanos que permite a Sánchez mantenerse en la centralidad política sin soliviantar a los dirigentes territoriales más espantados ante la posibilidad de cualquier tipo de pacto con Podemos, al que consideran su verdadero adversario. Ahora el candidato socialista y su equipo confían toda su estrategia a que las divisiones internas de Podemos, y las presiones que puedan recibir de agentes sociales y económicos del entorno de la izquierda, hagan recapacitar a Pablo Iglesias. Creen que el vértigo, a medida que se acerque la fecha de las elecciones, se hará más insostenible.
- Podemos, al otro lado de la cuerda, cree que Sánchez acabará entendiendo que solo puede gobernar con ellos. Al igual que los socialistas, también están más preocupados de las batallas internas del otro que de construir puentes. Se permiten incluso recordar al líder socialista que tiene cada vez más cerca la "amenaza de Susana Díaz", la presidenta de la Junta de Andalucía y dirigente de la federación más poderosa del PSOE, que para la formación de Iglesias, dicen, sería garantía segura de que se formara en España finalmente la gran coalición.
- Ciudadanos ha procurado guardar las formas, pero ha ido cada vez más allá en sus sugerencias al PP para que surgiera entre sus filas la chispa de la rebelión. El propio Albert Rivera se lo dijo a los diputados populares en el debate de investidura: que se atrevieran a reemplazar a Rajoy, el único escollo, según la formación emergente, para que un acuerdo a tres, junto al PSOE, sea posible.
- Izquierda Unida ha buscado tener voz propia en todo el proceso negociador, y avanzó notablemente en sus conversaciones con el PSOE. Pero tampoco ellos se sienten libres para tomar decisiones unilaterales. No dejan de mirar de reojo lo que pueda hacer Podemos, porque son conscientes de que acabar unidos a los socialistas mientras la formación de Iglesias, que sigue siendo su principal amenaza, no da un paso hacia el entendimiento, les dejaría con la mano en la brocha y sin escalera.
Mientras todos siguen moviendo sus fichas sin sacarlas de la caja, unos y otros confían en que alguien, desde algún lado, en algún momento, sea capaz de volcar todo el contenido y ensayar una nueva propuesta.
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