Juncker retira 80 normas europeas y da prioridad a la inversión y la energía
Bruselas da un plazo de seis meses para pactar la directiva de baja por maternidad
Inversión para crear crecimiento y empleo. Unión energética para acabar con la dependencia de Rusia. Y menos normas en Bruselas en pos de una UE que se centre en lo realmente importante y deje de meterse en camisas de once varas. La nueva Comisión Europea de Jean-Claude Juncker presentó ayer ante la Eurocámara, en Estrasburgo, su programa de trabajo para 2015 con esas tres ideas fuerza. Tras unos años marcados por un enjambre de crisis —entre las que destacan una crisis existencial del euro y una profunda crisis democrática—, el equipo de Juncker trata de activar así un nuevo ciclo político en medio de un estancamiento económico que se prevé largo y espinoso, y de una situación política y social repleta de potenciales líos. Bruselas se centrará “en las grandes cosas: crecimiento y empleo”, dijo el vicepresidente comunitario, Frans Timmermans; “no presentará ninguna medida que no se centre en esas prioridades, y retirará reglas obsoletas, innecesarias o que no cuenten con el respaldo del Parlamento Europeo y del Consejo Europeo”. “No hace falta que la Unión Europea regule todos los problemas de Europa”, dijo Juncker.
En esa declaración de intenciones se adivina una aproximación ideológica del nuevo equipo al mando del brazo Ejecutivo de la Unión. La Comisión confirma la retirada de 80 normativas —como adelantó el sábado este diario—, en un guiño claro a los países que creen que Bruselas ha ido demasiado lejos y debe empezar a desandar parte del camino en materia de regulación, encabezados por Reino Unido. Las presiones de los grupos de interés y el malestar de la Eurocámara han provocado que finalmente Juncker no vaya tan lejos como quería en algunos asuntos: Bruselas retira la directiva sobre calidad del aire y residuos pero promete replantearla a lo largo de 2015. En el borrador anterior, la Comisión pretendía acabar con esa normativa sin la posibilidad de una nueva regulación el próximo año. Por otro lado, el Ejecutivo europeo da un ultimátum de seis meses para alcanzar un acuerdo sobre el proyecto que regula las bajas por maternidad. Pero el diseño del plan general sigue intacto: ayer se certificó la primera andanada de retiradas, a la que podría seguir una poda más osada a lo largo de la legislatura.
No es la primera vez que la Comisión se atreve con la retirada de normativas, aunque nunca había ido tan lejos en ese asunto. Tras conocer las prioridades, todos los partidos salvo el Partido Popular Europeo (PPE) lamentaron que el Ejecutivo europeo no escuchara los deseos de la Eurocámara para 2015. El socialdemócrata Enrique Guerrero habló abiertamente de “enfado y decepción” en las filas del centroizquierda, que empieza a dudar de Juncker. Los Verdes criticaron la retirada de directivas en materia medioambiental, y los liberales advirtieron de que el equipo de Juncker “puede matar la Europa de la salud y el medio ambiente”. Fuera de la cámara, la Confederación Europea de Sindicatos lamentó que la agenda de la Comisión no incluya “ni una propuesta que vaya a mejorar la vida de los trabajadores”, dijo su secretaria general, Bernadette Ségol, informa Efe.
Camino de su segundo mes al frente de la Comisión, a Juncker ni siquiera le ha hecho demasiado daño el escándalo Luxleaks, que ha desvelado centenares de pactos secretos firmados por su país, Luxemburgo, y multinacionales que gracias a esos acuerdos apenas pagan impuestos. A propósito de la lucha contra la evasión fiscal, la respuesta política de Juncker es lanzar un acuerdo de intercambio automático de información, y un proyecto de directiva de armonización de las bases imponibles del Impuesto de Sociedades, que tiene todos los números para fracasar porque requeriría unanimidad y hay al menos media docena de países que han hecho de la competencia fiscal a la baja una especie de modelo de negocio: el propio Luxemburgo de Juncker, Irlanda, Holanda, Bélgica, Chipre o Malta. Pese a que es consciente de que esas propuestas difícilmente tomarán vuelo mientras siga vigente la regla de la unanimidad, Timmermans las incluyó entre las prioridades y aseguró que la Comisión quiere que el principio reinante en materia de fiscalidad “sea que la imposición se haga en el país donde se realiza el beneficio”.
Pero las prioridades más claras son el plan de inversiones de 315.000 millones y la unión energética. El guiño al keynesianismo a través de las inversiones para estimular la anémica demanda ha sido bien recibido, aunque el historiador económico Barry Eichengreen, por ejemplo, califica ese plan de “humo y espejos” ante el hecho de que solo movilizará, en un principio, 21.000 millones en dinero público. La unión energética, junto a la agenda digital, es una clara apuesta promercado: la construcción de infraestructuras energéticas con dinero básicamente privado para acabar con la dependencia de Rusia, en pleno conflicto con Ucrania y ante los problemas que se avecinan por la grave crisis que se acerca a toda velocidad a Moscú por el desplome del precio del petróleo.
Europa empieza a mirar de reojo a Rusia ante la posibilidad de que las turbulencias acaben afectando también a las Bolsas europeas. El banco central ruso subió ayer los tipos de interés al 17,5% ante la caída en barrena del rublo. Y a Moscú le esperan más sanciones a finales de semana por parte de EE UU, que pretende bloquear a las grandes empresas rusas de armamento y castigar las inversiones en energía. Estadounidenses y europeos han ido hasta ahora de la mano en las sanciones, pese a que esta vez es poco probable que Bruselas siga el ritmo de Washington: los europeos están discutiendo ampliar la lista de sancionados rusos por la crisis en Ucrania, “pero el petróleo está imponiendo ya suficiente castigo como para pensar en medidas más duras”, explicaron fuentes europeas.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.