Al Sisi se enfrenta a graves dificultades para formar su nuevo Gobierno
El presidente egipcio ha retrasado varias semanas la remodelación de su Gabinete por el rechazo de numerosos candidatos
Tradicionalmente, en Egipto había bofetadas por convertirse en ministro. Reservado el cargo de presidente a un militar desde 1952 -con una breve y malograda excepción-, una cartera ministerial era la máxima aspiración de todo tecnócrata con ambiciones políticas. Actualmente, parece haber una grave escasez de candidatos. Hace semanas que el propio mariscal Abdelfatá al Sisi anunció una remodelación inminente del Gobierno que se ha ido aplazando repetidamente. Asfixiados por la inflación y un durísimo plan de ajuste económico, amordazados por la policía, y sedados por la prensa oficialista, los egipcios se lo miran con indiferencia, cuando se cumple el sexto aniversario de la caída de Hosni Mubarak.
Según declaró el primer ministro Sherif Ismail a la agencia oficial de noticias MENA, el retraso en el anuncio de la composición del nuevo Gabinete se debe a la respuesta negativa de varios candidatos consultados. “Algunas personalidades declinaron la oferta por las críticas condiciones económicas que el país está atravesando... por eso, hemos necesitado más tiempo”, afirmó Ismail. En teoría, ahora la lista ya sí que está confeccionada y este martes, una vez haya concluido la visita a El Cairo del flamante presidente libanés, Michel Aoun, será presentada al Parlamento para su ratificación.
Mientras algunos adalides del régimen justificaban las renuncias en los “bajos salarios” ministeriales, Issandr el Amrani, analista del prestigiosothink-tank International Crisis Group, se inclina por otra explicación. “Bajo Al Sisi, muchas si no todas las decisiones se toman en presidencia. Una especie de Gobierno en la sombra dirigido por oficiales de inteligencia se ocupa de los verdaderos dosieres ... Los ministros tienen poco margen de maniobra para implementar su propia visión y no ven ningún plan coherente proveniente de arriba”, escribe el analista en su blog.
La próxima remodelación gubernamental será la sexta desde el golpe de Estado de 2013, que desplazó a Mohamed Morsi, el presidente islamista elegido en las urnas, y situó a Al Sisi en la cima del poder. El constante relevo de ministros, habitualmente de un perfil político bajo, se ha convertido en una de las estrategias preferidas del mariscal para intentar descargar el malestar popular por las promesas de prosperidad y seguridad incumplidas sobre las espaldas de sus colaboradores. Al igual que en los anteriores ocasiones, no se espera que los nuevos ministros aporten un cambio en la línea política del país, marcada desde el pasado mes de septiembre por un duro ajuste económico estructural pactado con el FMI, y desde la asonada, por una brutal represión.
Ante la reducción de la asistencia financiera de los países del golfo Pérsico, Al Sisi se vio obligado a dejar flotar la libra egipcia, provocando una devaluación frente al dólarde más del 50%, con el consiguiente repunte de la inflación. Las medidas han estimulado protestas laborales en diversos sectores, como el transporte público y las industrias químicas, todas ellas interrumpidas a través de la violencia y los arrestos. En el Egipto actual, no hay margen para la negociación. “Los diversos lobbies(grandes empresas, sociedad civil, partidos políticos, etc.) que influían en la política bajo Mubarak, ahora ya no pueden”, asevera Amrani.
Tras encarcelar a sus principales opositores y cerrar decenas de medios críticos, el Gobierno ha puesto en su punto de mira a las organizaciones de derechos humanos. El régimen no quiere que testigos de sus abusos, pues los informes de estas ONG son motivo de embarazo en los foros internacionales y sirven de munición a sus detractores. Por eso, la semana pasada, la policía clausuró las oficinas del Centro Nadeem, una entidad que ofrecía asistencia legal y sanitaria a las víctimas de torturas desde 1993. Otras organizaciones de derechos humanos vieron en otoño como la justicia congelaba sus activos y prohibía la salida al extranjero de sus responsables bajo una dudosa acusación de recibir fondos de países extranjeros.
A diferencia de los años anteriores, Al Sisi ahora ya no experimentará ni tan siquiera la molestia de leer un comunicado de condena firmado en Washington después de cada abuso flagrante. La defensa de la democracia no figura en ningún rincón de la agenda de Donald Trump, y Al Sisi fue el segundo líder mundial al que llamó después de su investidura. Ambos presidentes comparten la visión de que es necesario erradicar todos los movimientos islamistas, incluso aquellos que han abrazado la democracia. De hecho, a petición de Egipto, la Casa Blanca estudia incluir a los Hermanos Musulmanes, el partido del expresidente Morsi, en su lista de organizaciones terroristas. Al mariscal le tocó la lotería el pasado 8 de noviembre.
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