La mayor organización criminal de Brasil lanza una ‘ofensiva empresarial’ en Río de Janeiro
Tras romper con el grupo criminal de Rio de Janeiro, el PCC penetra en las favelas cariocas. La influencia de los paulistas llega a la comunidad más rentable de la ciudad
No fue una llamada telefónica específica, ni una frase reveladora, pero cuando la Policía Civil de Río de Janeiro se percató de que entre las conversaciones de los traficantes cariocas presos había interlocutores con acento de São Paulo, se dispararon las alarmas y el caso dio un vuelco. La investigación, que buscaba los vínculos del Comando Vermelho, la principal organización criminal de Río, con sus distribuidores de armas y drogas, se transformó en algo mucho mayor y más preocupante para un Estado en crisis: El Primeiro Comando da Capital (PCC), el poderoso cártel paulista, el mayor de Brasil, quiere Río de Janeiro.
Después de una alianza de más de dos décadas, el PCC decidió romper, hace más de un año, con el Comando Vermelho y su divorcio se oficializó en octubre con un baño de sangre en cárceles del norte del país, donde 21 reclusos fueron asesinados. Delincuentes que antes convivían en sintonía en las calles, en las fronteras y en los presidios, han pedido el traslado de las cárceles para no compartir el mismo espacio y seguir vivos.
Los traficantes de São Paulo, que cuentan con empresas, abogados, gasolineras y un patrimonio inmobiliario para lavar el dinero del crimen, quieren ahora conquistar el terreno de los viejos socios y han empezado cooptando aliados en las cárceles, centros operativos y residencias de las cúpulas del crimen en Brasil. La ofensiva, que parece más una estrategia de expansión empresarial, incluye también acuerdos comerciales con otros grupos criminales y el monopolio de la distribución de drogas y armas en la favela más rentable de Río, la gigantesca Rocinha. El objetivo es aumentar los beneficios y debilitar al nuevo enemigo. “Esos desgraciados del CV se van a j… con nosotros”, captaron las escuchas de los paulistas en sus celdas.
Parte de la estrategia del PCC, que cuenta hasta con una Dirección de Relaciones Institucionales, quedó registrada en más de 1.500 escuchas telefónicas captadas en presidios de todo el país, entre febrero y octubre de este año. En ellas, miembros del cártel paulista convencen a jefes de pequeñas favelas del interior de Río encarcelados a unirse a ellos.
El PCC delegó el bautismo telefónico de nuevos miembros a Gledson Fernandes. Conocido como el Fantasma, cumple una condena de 20 años por hurto, robo y asociación criminal en una prisión de máxima seguridad en el Estado de Paraná donde, como probó la investigación, los reclusos realizan teleconferencias cuando les viene en gana.
El delincuente atrajo a los cariocas sin muchas dificultades. El PCC ofrece una estructura a sus miembros que el CV, considerado más sanguinario que organizado, no tiene: asistencia jurídica, préstamo de armas y drogas, apoyo en todo Brasil y en los países vecinos donde el PCC tiene ramificaciones (Paraguay, Bolivia y Colombia), y mejores condiciones en las cárceles, desde televisión de plasma a pollo frito para cenar. A cambio piden fidelidad, la aceptación de los estatutos del comando y una aportación mensual de 400 reales [unos 120 dólares], que sirve para ayudar a los hermanos presos. Se prohíbe el consumo de crack y se les pregunta sobre la posibilidad de que los nuevos miembros sean homosexuales.
El pacto es vitalicio. La salida de un grupo a otro se considera traición y se paga con la muerte, avisa el Fantasma, que hasta el final de la investigación sumaba 90 nuevos miembros bautizados en celdas de Río. El objetivo es lograr una cárcel propia, donde el PCC sea el líder, y comandar desde allí las operaciones en el único gran territorio de Brasil donde los paulistas todavía no ejercen su dominio.
El PCC ofrece una estructura a sus miembros que el CV, considerado más sanguinário que organizado, no tiene: asistencia jurídica, préstamo de armas y drogas, y mejores condiciones en la prisión, de TELE de plasma al pollo frío para la cena.
Las llamadas telefónicas de Fantasma a los presidios de Río se tradujeron en la cooptación de jefes del Comando Vermelho en siete municipios del Estado de Río (Saquarema, Petrópolis, Macaé, Rio Bonito, Rio das Ostras, Três Rios y Paraíba do Sul). Se trata de favelas y líderes de poca monta, si se comparan con el poderío del CV en la capital, pero están ubicados en sitios estratégicos, cerca de vías de fuga, corredores por donde pasan armas y drogasen la ruta del narcotráfico.
La Policía y los sectores de inteligencia especulan sobre los motivos de la ruptura entre los dos mayores grupos criminales de Brasil. Según la investigación hay varios motivos que llevaron al PCC a romper su pacto de no violencia con los cariocas. Entre ellos hay deudas no saldadas del CV en la compra de drogas y armas, el conflicto armado que CV libra con otros dos grupos en las favelas de Río y la asociación de los cariocas con delincuentes rivales del PCC en las regiones norte y nordeste del país. Desavenencias entre delincuentes que ponen de manifiesto que los paulistas —organizados, con un sofisticado sistema de lavado de dinero, y con la visión de una multinacional— se han cansado de los cariocas, morosos e informales, además de desgastados por la guerra de territorio con sus rivales cariocas, Amigo dos Amigos (ADA) y el Terceiro Comando Puro (TCP).
Uno de los policías que participan en la investigación resume de esta manera las diferencias que separan a ambos grupos: “En el CV ves pobreza, pero en el PCC ves que está integrado en la sociedad. El dinero del PCC está en bancos, en gasolineras, en alquileres de pisos. El del CV está en bolsas de dinero, escondidas en las paredes”.
El peor momento de Río de Janeiro
El líder del PCC responsable de la expansión en Río deja claro que los paulistas no pretenden participar en la rivalidad que domina las favelas cariocas y que el enemigo es mucho más grande: el Estado. “Esa guerra que el CV mantiene con el Terceiro Comando y con el ADA no es nuestra [...] Quien la tiene es el CV. Si la delincuencia organizada de Río de Janeiro estuviera unida, si no estuvieran peleándose, queriendo matarse entre ellos, podéis estar seguros de que el sistema penitenciario de Río no estaría pasando por esta masacre. Pero prefieren seguir matándose en vez de unirse y luchar contra el gobierno. Que nuestra guerra es contra el gobierno, ¿¡está claro!?”, advierte el Fantasma, una de las teleconferencias pinchadas, obtenidas por EL PAÍS, pero que fueron divulgadas en exclusiva por la revista brasileña Veja.
El interés del PCC por instalarse en Río llega en el peor momento. El Estado está debilitado económicamente, tiene serias dificultades para pagar a sus funcionarios —incluidos los policías—y los índices de delincuencia continúan en aumento. La llegada de una nueva facción mucho más sofisticada que las cariocas y que controla toda la actividad criminal en São Paulo sin que las autoridades logren debilitarla es una pesadilla para cualquier experto en seguridad pública.
“La preocupación de Río de Janeiro empieza por el narcotráfico, pero no acaba ahí. El PCC va a avanzar en otras actividades delictivas en el Estado. Va a haber un grupo con un gran poder de despliegue en un Estado en jaque, fragilizado, sin dinero para invertir y con policías que no cobran sus sueldos”, lamenta Paulo Storani, antropólogo y excapitán del BOPE, el Batallón de Operaciones Policiales Especiales, el grupo de élite de la policía de Río. Storani teme que se agrave la violencia en Río con la penetración del PCC. “Para contenerlo es necesaria la fuerza policial, pero la Policía no tiene capacidad de responder con prontitud, no tiene fuerza”, afirma Storani, que critica la ausencia de un plan nacional de seguridad pública y la “omisión” del Gobierno brasileño en la lucha contra el crimen.
La ofensiva llega a la favela más rentable
Mientras los prisioneros cambiaban de bando, el PCC trazaba un nuevo camino de expansión del crimen organizado en Río. Los paulistas, importantes proveedores de drogas y armas en el país, lograron sellar un acuerdo con ADA, archienemigo del CV, en la más grande y rentable favela del Estado, la Rocinha. Los paulistas han conquistado el monopolio, según apuntan fuentes policiales. “El PCC, al ser más organizado y tener más poder de compra, consigue mejores precios. Es un acuerdo comercial como cualquier otro. ¿Por qué el grupo no iba a aceptar si ofrece la mercancía más barata?”, se pregunta el comisario Lopes.
La Fiscalía también se ha movilizado ante el nuevo orden entre los delincuentes. “Las autoridades me han informado de que los traficantes de Río están recibiendo grandes cantidades de fusiles. Eso ya forma parte de la estrategia de los delincuentes paulistas. En las cárceles de Río, únicamente en el complejo de Gericinó, ya son más de cien los integrantes del cártel de São Paulo. ¡Cien! Están asumiendo el cuerpo y el alma del grupo que controla la Rocinha. Y los delincuentes cariocas lo están permitiendo”, dijo a O Globo el fiscal André Guilherme de Freitas, encargado de la ejecución penal del Ministerio Público brasileño.
Los planes de acumulación de poder del PCC se corroboran en otros episodios recientes fuera de Río. A los bautizos de presos en otros estados, como Espirito Santo, revelados en las escuchas de la investigación de la Policía, se le suma el espectacular asesinato del empresario y narcotraficante Jorge Rafaat Toumani, en junio. Mientras circulaba por las calles de Pedro Juan Caballero (frontera seca entre Brasil y Paraguay), cerca de cien mercenarios, vinculados con grupos paraguayos y con el PCC, emplearon armamentos antiaéreos y ametralladoras de uso exclusivo de las Fuerzas Armadas para matar al que era conocido como “Rey del narcotráfico” en la frontera. Las autoridades consideraron este crimen como el inicio de una guerra por uno de los principales corredores de transporte de marihuana y cocaína de América del Sur. Quien lo domine puede tener el poder de toda la cadena de producción, comercio y distribución de estupefacientes de la zona.
Rafaat ocupó el hueco dejado por Luiz Fernando da Costa, Fernandinho Beira-Mar, líder del Comando Vermelho, cuando fue detenido en 2002. El Rey del narcotráfico logró así la distribución de drogas en varias ciudades de la frontera con el Estado de Mato Grosso do Sul. La relación con los miembros del PCC se consideraba diplomática hasta hace cinco años, pero la situación se agravó cuando Rafaat empezó a cobrar un peaje más caro para que la organización criminal transportase drogas de Paraguay a Brasil. El PCC, al igual que está haciendo ahora, optó por eliminar la piedra del camino.
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