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REFERÉNDUM EUROPEO EN REINO UNIDO
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

El hámster contra la pitón

Destacados conservadores ven en su correligionario Boris Johnson a un oportunista que con la campaña por la salida de Reino Unido de la UE solo persigue ser primer ministro

Boris Johnson gesticula en el debate sobre el 'Brexit' celebrado el jueves en la cadena ITV.
Boris Johnson gesticula en el debate sobre el 'Brexit' celebrado el jueves en la cadena ITV.MATT FROST (REUTERS)

John Major, el Clark Kent del partido conservador, un personaje legendario por su grisura, ha tenido la insospechada osadía de enfrentarse a la figura política británica más exuberante desde tiempos de Winston Churchill en la batalla sobre la permanencia de Reino Unido en la Unión Europa. Major se quitó, metafóricamente, sus gafas y su traje gris, se transformó en Superman y le dio una paliza hace unos días a Boris Johnson, miembro de su mismo partido, carismático líder de la campaña por el Brexit y aspirante indisimulado al puesto de primer ministro que ocupó Major, aunque muchos no lo recuerden, entre 1990 y 1997.

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En una entrevista con la BBC, un furioso Major le lanzó a Johnson una granada verbal tras otra. Johnson era “un bufón”; él y sus correligionarios estaban perpetrando “un fraude” con los supuestos datos económicos con los que pretendían “engañar” al público. Lo que Johnson y compañía estaban diciendo sobre los peligros de la inmigración era “squalid”, palabra que significa miserable, sórdido, vil; mucho más cargada de vigor moral en inglés que “escuálido” en español.

Major no es el único conservador que ha salido al ataque contra el exalcalde de Londres y posible futuro líder tory. El jueves, Amber Rudd, la ministra de Energía, dijo en un debate televisivo que para problemas complejos como el que plantea el referéndum había que mirar los números, “pero el único número que le interesa a Boris es el número 10” —referencia al 10 de Downing Street, la residencia oficial de los primeros ministros británicos—. Rudd agregó que si uno quiere construir un puente, recurre a un ingeniero; “si uno quiere un experto en chistes, recurre a Boris”.

El mes pasado, Chris Patten, expresidente del partido conservador, atacó a Johnson en similar vena, describiéndole como un cuentista que no sabe distinguir entre la verdad y la ficción. “Se inventa cosas sobre la marcha”, dijo Patten, actualmente rector de la Universidad de Oxford.

Pero el ataque del previamente manso John Major ha sido el que más ha llamado la atención. Johnson le respondió en el mismo programa de la BBC con toda la contundencia de una mosca a la que han cortado las alas. Sorprendido tanto por los golpes que había recibido como por la identidad del que se los dio, fue incapaz de dar una respuesta convincente a la acusación de que estaba mintiendo sobre los datos económicos, limitándose a rogar a Major que era hora de acabar “la guerra civil” entre los tories.

Tenía su ironía el comentario, ya que Johnson fue el que empezó la guerra. Había dado señales durante varios meses, por no decir años, de que estaba a favor de permanecer en la UE hasta que optó por el Brexit en contra del actual líder conservador y principal defensor de la permanencia de Reino Unido en la UE, el primer ministro David Cameron. Pero las ironías no acaban ahí.

Johnson lidera una campaña entre cuyas armas más poderosas, como demuestran los sondeos más recientes, está la promesa de acabar con el libre movimiento de personas dentro de la UE y así frenar la inmigración.

Entre los fraudes y engaños que detecta Major en los argumentos de los brexiters no hay ninguno que le indigne más que este, especialmente desde que los aliados de Johnson empezaron a colocar carteles por todo el país insinuando que 76 millones de turcos emigrarían a Reino Unido si el país no saliese de la UE. Aparte de que no existe ninguna posibilidad de que Turquía se incorpore a la Unión a corto o medio plazo, y menos de que la totalidad de la población de aquel país quiera emigrar a Reino Unido, tiene miga que Boris Johnson haga suyo el grito de “¡moros en la costa!”.

De familia emigrante

Como ahora prefiere olvidar, pero no dejaba de recordar cuando se presentó por primera vez en 2008 al puesto de alcalde de la cosmopolita Londres, Johnson tiene antepasados turcos. Su bisabuelo fue un periodista turco cuya familia emigró a Reino Unido a principios del siglo pasado. Su abuelo acabó llamándose Wilfred Johnson, pero el nombre que le dieron sus padres cuando nació fue Wilfred Kemal.

Afortunadamente para Johnson, estos detalles se pierden en el ruido que genera el debate sobre Europa. Johnson también tiene la suerte de que la mayor parte del público votante no ha leído un entretenido libro que publicó en 2006 llamado The Dream of Rome (El sueño de Roma), en el que no solo señaló un paralelismo favorable entre el antiguo Imperio romano y la UE, sino que argumentó a favor de que Turquía se incorporase al colectivo europeo.

La percepción entre muchas figuras del partido conservador de que Johnson es un oportunista sin principios es lo que ha desatado la rabia de personajes como Major, cuyo ataque más memorable contra él en la entrevista con la BBC consistió en acusarle de la más flagrante hipocresía. Johnson mantiene que el dinero que Reino Unido se ahorraría si saliese de la UE se podría gastar en mejorar la sanidad pública. Major señaló que anteriormente Johnson había estado a favor de que el público pagara por la atención médica, con lo cual si este llegase a ser primer ministro, el servicio nacional de sanidad estaría “tan a salvo como un hámster frente a una pitón hambrienta”.

Veremos el 23 de junio, cuando se celebre el referéndum, quién gana, los que van con el hámster Major o con la pitón Boris. La situación hoy es que, pese a todos los ataques en su contra y con el apoyo creciente de los sondeos, es Boris Johnson el que huele sangre, el que sigue siendo el político más popular entre los votantes británicos, a la mayoría de los cuales o no le importa o no se ha enterado de que el motor de su pasión por el Brexit es la gloria personal y el hambre del poder.

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