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Columna
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Hillary, Bill y Donald, en House of Cards

Si al regreso de los Clinton se le añade el hecho de la nominación de Trump, impensable en un principio, la seria podría despedir a algún guionista

Francisco G. Basterra
Protestas a las afueras de los mítines de Trump
Protestas a las afueras de los mítines de TrumpAP

Los seis guionistas de House of Cards están de enhorabuena. Ya está confirmada la quinta temporada de este thriller político televisivo, que cuenta la historia de una pareja de poder en Washington, los Underwood, capaces de todo, para llegar y permanecer en la Casa Blanca. Y la realidad, que tantas veces supera la ficción, ha venido a echarles una mano. Los escritores ya puede trabajar sobre el sorprendente relato que está dibujando la carrera hacia la Casa Blanca de 2016.

Es probable que las elecciones presidenciales del 8 de noviembre sitúen en la Casa Blanca, en el despacho Oval, a una presidenta, que antes fue primera dama, y conviviendo con ella, en el Ala Este, a un expresidente en el papel de primer caballero. ¿Cometerá Hillary el error, como ha sugerido, de encargar a Bill que revitalice la economía? ¿Cómo evitarán el conflicto de intereses separando estrictamente lo personal de lo público?

Si al regreso de los Clinton se le añade el hecho de la nominación a la presidencia por el partido republicano, de Donald Trump, impensable en un principio, House of Cards podría despedir a algún guionista. El martes, California, el estado más poblado de EE UU, vota en sus primarias. Hillary debe derrotar, le va a costar, al viejo rutero socialista Bernie Sanders que, con el mantra: es la desigualdad, estúpido, y una plataforma socialdemócrata, ha enardecido a muchos jóvenes. Clinton tendrá el miércoles los delegados suficientes para ser nominada candidata demócrata.

Pero ya nadie piensa que Hillary derrotará fácilmente a Trump en noviembre. Clinton se ha puesto los guantes de boxeo denunciando que Trump no está preparado, ni intelectual ni temperamentalmente, para poner el dedo sobre el botón nuclear. Su elección, advierte, sería “un error histórico.” Los dos candidatos llegan a la recta final con más índices negativos que positivos. Pero este es el año de las sorpresas. En la Casa Blanca, donde Obama, cuya popularidad remonta, quizás por la calma con la que afronta la polarización política y la oleada populista que también ha llegado a EE UU, bosqueja su lugar en la historia. Es creíble que el primer presidente afroamericano sea al cabo la principal carta que use Hillary para ser elegida.

Las primarias se han apoyado en tres muros de carga. Aparición en los dos partidos de insurgentes contra lo establecido. Trump logra el triunfo por encima del partido republicano, que no tiene más remedio que aceptarlo, utilizando muy hábilmente la televisión- un medio que domina- para dar soluciones simples, fácilmente digeribles por los ciudadanos, a los problemas complejos. Obtiene una cobertura desproporcionada para sus insultos y ocurrencias.

Tarde, los grandes periódicos se han dado cuenta del peligro y escrutan los negocios del promotor inmobiliario, el fraude de la Universidad Trump , o su larga carrera de desprecio a las mujeres. Escrutinio que no tolera. Y, por último, la conexión del multimillonario con el descontento y la rabia de clases trabajadoras blancas, con menos estudios, laminadas por la crisis económica y, supuestamente, por la globalización, creando una nostalgia por una América homogénea socialmente que ya no existe.

fgbasterra@gmail.com

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