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Merkel visita una Turquía convertida en el guardián de la frontera de la UE

El presidente del Consejo Europeo, que acompaña a la canciller alemana, califica de "ejemplar" el trato de Ankara a los refugiados

Merkel visita un campo turco de refugiados en la frontera siria.
Andrés Mourenza

La canciller alemana, Angela Merkel, ha viajado este sábado al sur de Turquía para analizar cómo se gestiona el pacto de la UE para contener a los migrantes y visitar un campamento de refugiados sirios acompañada por el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, y el vicepresidente de la Comisión Europea, Frans Timmermans. Más que contenido práctico, el viaje tiene un sentido simbólico -ofrecer apoyo al papel de guardianes del flanco suroriental de Europa que ejercen las autoridades turcas- pues los gestos son de tremenda importancia en las relaciones con un país tan nacionalista y orgulloso como Turquía.

Merkel ha dejado claro en una comparecencia en Gaziantep que comparte la idea turca de establecer una "zona segura" en el lado sirio de la frontera. "He demandado de nuevo que tengamos zonas donde el alto el fuego se aplica especialmente y donde se pueda garantizar un determinado nivel de seguridad", ha recalcado la canciller. Estas zonas, criticadas por diversas ONG, son una reiterada demanda de Ankara y están contempladas en el pacto migratorio que entró en vigor el 20 de marzo, que pretende la expulsión prácticamente generalizada de los llegados ilegalmente a la UE. Por su parte, Tusk ha calificado de "ejemplar" el trato que las autoridades turcas están dispensando a los refugiados, informa Europa Press. "Turquía es el mejor ejemplo del mundo entero a la hora de tratar a los refugiados. Me enorgullece que seamos socios".

Desde que entró en vigor el pacto antimigratorio entre Bruselas y Ankara, Turquía ha incrementado la vigilancia en sus fronteras lo que, unido a condiciones atmosféricas desfavorables, ha reducido la llegada de refugiados y migrantes a las islas griegas desde el millar diario de enero y febrero a una media de 134 en abril.

Pero la buena marcha del acuerdo reside en que las autoridades de Ankara se sientan correspondidas, tal y como advirtió el primer ministro, Ahmet Davutoglu, esta semana, instando a Bruselas a cumplir su parte del trato; es decir, eximir del obligatorio visado a los turcos que entren a territorio Schengen a partir de junio. El próximo 4 de mayo está previsto que la UE presente un informe sobre esta cuestión, pero algunas voces en el seno de los Veintiocho ya han mostrado sus dudas de que Turquía cumpla los requisitos requeridos por la Unión.

Merkel y su delegación han visitado el denominado “centro de acogida” de Nizip (en la provincia de Gaziantep, fronteriza con Siria) que, como el resto de los 26 campos para refugiados sirios e iraquíes existentes en Turquía, cumple de sobra con los estándares internacionales. La cuestión es que estos recintos solo acogen a 268.097 refugiados, es decir, un 10 % de todos los sirios que, según la ONU, residen en el país.

Lo cierto es que la mayoría de los sirios prefieren vivir fuera de estos campos, en las grandes ciudades del oeste de Turquía, ya que así disponen de mayor libertad para moverse y buscar trabajo. De hecho, en los campos existentes hay varias decenas de miles de plazas libres y se están habilitando nuevas instalaciones para refugiados, así como ampliando los centros de internamiento de inmigrantes para acoger a los que sean deportados desde Grecia.

Además de este viaje, otro gesto de la canciller alemana destinado a contentar a Ankara ha sido dar luz verde al procesamiento del humorista Jan Böhmermann por su poema contra el presidente turco, el islamista Recep Tayyip Erdogan, algo que ha sido aclamado por los medios que le son afines como una victoria. En cambio, el primer ministro holandés, Mark Rutte, ha decidido exigir una aclaración por la petición del consulado de Turquía en Róterdam a las organizaciones turcas que trabajan en Holanda pidiendo los nombres y datos de todos aquellos que “insulten a nuestro presidente [Erdogan], la nación turca o Turquía en general a través de correos electrónicos o redes sociales”.

“Nuestras libertades, incluidas la libertad de expresión no estarán sujetas a ningún tipo de regateo”, advirtió Donald Tusk antes de la visita a Turquía.

Para reducir los flujos migratorios, Turquía también ha impuesto el visado a varios países -incluida Siria- antes exentos de modo que los ciudadanos de Estados del Norte de África y Oriente Medio volaban a Estambul y desde allí intentaban dar el salto a la UE. Y además ha incrementado la vigilancia en su frontera con Siria, restringiendo el paso de los sirios que huyen de la guerra a casos de emergencia.

Desde inicios de año, a raíz de la ofensiva del régimen de Bachar el Asad sobre Alepo, unos 100.000 sirios se han agolpado en el paso fronterizo de Bab al Salam (provincia de Alepo) en espera de que Turquía les permita cruzar. Otras 130.000 personas se hallan ante el paso de Bab al Hawa y en toda la provincia de Idlib (noroeste de Siria) hay más de 700.000 desplazados internos por el conflicto.

“La situación es muy difícil y hay problemas de alojamiento. En el norte de Alepo, por ejemplo, el ISIS atacó la semana pasada varios campos de refugiados, expulsando a unas 4.000 familias hacia Bab al Salam, una zona ya de por si superpoblada”, explica Dalia Al Awqaty, de la ONG Mercy Corps: “Son personas que durante cinco años de conflicto han tenido que cambiar de lugar varias veces, y muchos querrían refugiarse en Turquía”.

En una muestra de la esquizofrenia que guía las relaciones euro-turcas, algunos estamentos de la UE han exigido a Turquía que abra esta frontera para permitir a los refugiados ponerse a salvo, al mismo tiempo que le exigía mayor vigilancia de sus fronteras mediterráneas para evitar que llegasen a territorio europeo. Con todo Turquía mantiene que su política de “puertas abiertas” a los refugiados sirios continúa vigente, pese a que es obvio que no se está permitiendo el paso como se hacía hasta hace un año. Una fuente del Ejecutivo turco puntualiza que “esta política de puertas abiertas no significa permitir cruzar libremente a todo el que quiera” sino solo a aquellos que sufran “un riesgo inminente”.

El control fronterizo ha aumentado hasta tales niveles que se han registrado muertes de refugiados que intentaban cruzar entre ambos países por disparos de las fuerzas de seguridad turcas. Algunos creen que se trata de casos aislados, pero otros, como el representante de Amnistía Internacional en Turquía, Andrew Gardner, aseguran que “son frecuentes”, como también lo son, en los últimos meses, las devoluciones en caliente de los sirios que cruzan la frontera.

La razón es que, por el momento, Turquía prefiere atender a los refugiados al otro lado de la frontera en campos de desplazados en territorio sirio. “Son las propias autoridades turcas las que deciden en qué lugares [del territorio sirio] se establecen estos campos y luego envían a IHH [una organización islamista turca con buenas relaciones con los grupos armados rebeldes sirios] a construirlos. El resto de ONG vamos detrás a ver en qué podemos ayudar”, asegura una fuente del sector humanitario que pide el anonimato.

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