La policía griega acelera la evacuación de refugiados y voluntarios de las islas
Acnur deja de prestar servicios en los campamentos, que se convierten por el pacto migratorio en centros de detención
Los dos hotspots de la isla griega de Lesbos, es decir, los centros de acogida y estancia temporal de refugiados e inmigrantes, se han convertido en apenas segundos, los necesarios para que entrara en vigor el acuerdo migratorio UE-Turquía, este domingo, en centros de detención. La diferencia entre uno y otro va de la libertad de movimiento de los extranjeros acogidos en ellos a un recinto de puertas cerradas, custodiado por la policía, donde los recién llegados a la isla aguardarán su expulsión o a que se tramite su solicitud de asilo.
Así, la habitual imagen que ha ofrecido estos últimos meses la isla, con miles de extranjeros presentes en la vía pública, en paseos, el puerto o a la sombra de los olivos, será sustituida por un escenario inédito, fantasmal, con los migrantes encerrados bajo llave. Ni siquiera los solicitantes de asilo —obligatoriamente en Grecia, según el tratado de Dublín, en un proceso administrativo que puede demorarse meses— quedarán libres, y sólo las familias con hijos, como muchas de las que siguen llegando, gozarán de la libertad relativa de un recinto abierto, el de Kara Tepé, más clemente (es decir, sin alambradas ni portones metálicos) pero igualmente vigilado.
Acnur deja de prestar servicio en los campamentos
Acnur, la agencia de la ONU para los refugiados, ha dejado este lunes de trasladar hasta los campamentos a los migrantes que llegan a Lesbos (780 entre el domingo y el lunes, 1.662 en todo el Egeo), así como de prestar servicios en el interior de los mismos. La transformación del campo de Moria en un centro de detención, “cerrado”, está detrás de la decisión.
No obstante, Acnur seguirá presente en las islas y colaborarando en el traslado al continente de los refugiados llegados antes del pacto, como ha venido haciendo este fin de semana, aunque sus trabajadores no llevaban distintivos que los identificaban como tales.
Acnur, que no opera en instalaciones cerradas, seguirá asesorando a los potenciales refugiados con una "misión de observación y consejo" que intentará identificar a los migrantes más vulnerables, como los menores no acompañados, y ayudar en la reubicación de un cierto número de refugiados en otros países de la UE.
La agencia de la ONU denuncia la aplicación prematura del acuerdo, "sin las debidas salvaguardas para Grecia, que no dispone de la capacidad necesaria para evaluar un gran número de demandas de asilo. Las instituciones europeas deben ayudarla a desarrollar este proceso".
Para lograr esta metamorfosis de los campamentos oficiales (el de Moria, bajo control del Ministerio del Interior, y el citado Kara Tepé, en manos del Ayuntamiento de Mitilene) ha sido necesaria la evacuación al continente de los residentes (casi 5.000 desde el sábado). A ello se suma una tarea pendiente: vaciar tres campos informales, gestionados por voluntarios sin adscripción o pequeñas ONG, algunas improvisadas al hilo de la crisis. En el llamado Campo de los Olivos de Moria, colindante con el centro de detención y levantado en un olivar cedido por su dueño a los voluntarios, velaban este lunes sus últimas horas en activo. “La policía nos dio la orden el domingo de evacuar el campamento y de trasladar a los migrantes al campo oficial para ser registrados”, explica el voluntario Raúl Torras. Un plazo de tres días, que concluye teóricamente a medianoche de estre martes.
“La mayoría de los que están aquí son paquistaníes sin papeles, porque a partir del 28 de febrero dejaron de dar permiso de estancia temporal [30 días] a estos nacionales. Por eso no pueden demostrar ante la policía que llegaron a la isla antes del acuerdo [UE-Turquía], y están en un limbo”, añade. Alrededor de 150 de las 600 personas que había en el olivar —hombres solos, sin familia— han ido voluntariamente a la policía; el resto preparaba sus petates para seguirlos. Como Sayed Jahanzeb Ali Naqi, un chií de Karachi de 29 años, que asegura haber perdido a varios familiares en atentados contra la minoría a que pertenece. “No sé exactamente qué sucede, no tenemos noticias, pero no pueden devolverme a Turquía porque intentaré cruzar de nuevo. Me persiguen en mi país y voy a pedir asilo, no soy un inmigrante económico”. Sayed, que viaja con su sobrino, llegó a Lesbos el 17 de marzo, pero no puede acreditarlo.
Del campo de los olivos de Moria, muchos voluntarios, repentinamente privados de funciones, se han marchado a Idomeni (13.250 refugiados) o al puerto del Pireo, que acoge a más de 5.000 en condiciones penosas. Pero en la isla, donde ayer se encontraban 2.472 migrantes —la suma de los refugiados que aún no se han ido al continente y los llegados desde el domingo—, hay otros dos pequeños campamentos informales, uno en la playa, llevado por No Borders Kitchen (también presente en Idomeni) y que dio cobijo a los numerosos marroquíes y argelinos con orden de expulsión previa, y otro en el aeropuerto. Al igual que el olivar de Moria, ambos han recibido la orden de desmantelar sus precarias instalaciones. Por su parte, las ONG grandes, internacionales, como Médicos sin Fronteras o Médicos del Mundo, que hasta ahora gestionaban la asistencia en el interior de Moria y Kara Tepé, se plantean qué postura adoptar ahora que los campos han dejado de ser abiertos para convertirse en algo demasiado parecido a una cárcel.
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