A vueltas con el ‘brexit’
Seis periódicos del continente unen fuerzas para aportar argumentos al debate sobre el encaje del Reino Unido en la UE
La palabra de la que más se abusa en Bruselas es “reforma”. No hay un dirigente que no pida con urgencia la reforma de la Unión. Lo malo es que todos quieren decir cosas distintas.
Un líder alemán reclama reformas y está hablando de apretarse el cinturón. Y si es francés o italiano, querrá decir menos austeridad, más gasto público.
Y David Cameron, que envuelve su campaña para el referéndum en la necesidad de reformar la UE, se refiere a un nuevo acuerdo con Reino Unido; concesiones a su excepcionalismo, que los otros 27 países reconozcan la situación extraordinaria de los británicos en Europa y se adapten a ella.
En los argumentos, hasta ahora se ha puesto más énfasis en la forma que en la sustancia, en las características que podría tener ese acuerdo más que en sus consecuencias [que podrían incluir la eventual salida, el temido Brexit en su abreviatura en inglés]. Se han centrado en los llamamientos a reabrir los tratados de la UE y cambiar las condiciones de pertenencia de Reino Unido, con un nuevo orden legal para consagrar ese estatus.
Cameron se ha mostrado deliberadamente vago sobre sus deseos; prefiere estudiar piensan ofrecerle los demás
Todavía no está claro en qué consistiría el cambio, porque Cameron se ha mostrado deliberadamente vago sobre sus deseos, y prefiere estudiar lo que los demás —en general, cuando habla de los otros 27, quiere decir Angela Merkel— podrían estar dispuestos a ceder.
Su argumento es que es necesario cambiar los tratados por las repercusiones de la crisis del euro, que la eurozona necesita un giro radical hacia una mayor integración política y fiscal para sostener la moneda única. Por supuesto, no es sincero; pretende aprovechar la renegociación para revisar la situación del Reino Unido en Europa.
No va a haber grandes modificaciones de los tratados. Es demasiado difícil. Sería un proceso demasiado lento.
Lo que a Cameron le gustaría conseguir es que la Cámara de los Comunes pueda vetar las leyes de la UE. Pero no lo va a conseguir. Los otros 27 parlamentos exigirían lo mismo. Y entonces la UE correría el riesgo de quedar paralizada. El Gobierno británico quiere que se elimine del tratado la cláusula que establece que el propósito de la UE es avanzar hacia “una unión cada vez más estrecha”, un manifiesto federalista dedicado a los euroescépticos, o al menos que se exima al Reino Unido de cumplirla.
Los dirigentes más pragmáticos, como Donald Tusk, presidente del Consejo Europeo, que será un mediador crucial en las negociaciones, quizá estén dispuestos a llegar hasta ahí, pero tendrán que hacer muchas componendas.
Para Cameron, la inmigración y la libertad de circulación son cuestiones fundamentales, porque el Gobierno británico quiere encontrar una forma de reducir legalmente las prestaciones y los subsidios al alcance de los ciudadanos de la UE en su territorio.
Últimamente, lo que se oye decir a Tusk, Jean-Claude Juncker en la Comisión y otros altos responsables es que la libertad de circulación es sagrada, por supuesto, pero que no debe servir de excusa para aprovecharse de las prestaciones, que no puede haber un “turismo de seguridad social”, como dijo Jyrki Kaitanen, vicepresidente de la Comisión, la semana pasada.
La realidad sigue siendo la misma. Lo que ha cambiado es la política.
Cameron puede conseguir alguna cláusula que le permita negar prestaciones de desempleo a los inmigrantes de la UE y compensaciones para los trabajadores con salarios bajos, por ejemplo en forma de créditos fiscales. No obstante, será un acuerdo difícil de vender. En teoría, todos los ciudadanos de la UE son iguales. Esa situación sería discriminatoria y se puede decir que crearía dos clases de ciudadanos en la Unión, así que habrá resistencia. Además, las concesiones no se harán en un solo sentido, sino que habrá cierta reciprocidad.
El objetivo de Tusk en las negociaciones es lograr un acuerdo global que “reforme” la UE y encaje algunas prioridades de los británicos de una manera que todo el mundo pueda tolerar. Ya está en marcha una negociación de 18 contra uno en Europa, la de la eurozona contra Grecia. Y está yendo mal, cada vez con más posibilidades de acabar en desastre y que Grecia se vaya o, al menos, abandone la moneda única.
Si Cameron se encuentra con una negociación de 27 contra uno, será una mala estrategia con muchas probabilidades de un mal resultado. En Europa no hay prácticamente nadie que lo desee. Saben que la salida del Reino Unido será mucho peor que la de Grecia.
Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.
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