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Un drone y otras cinco formas de pasar droga a Estados Unidos

Un robot aéreo se estrella en un parque comercial de Tijuana con tres kilos de droga La práctica renueva otras como las catapultas y el cañón lanza-cervezas

Elena Reina
Drone con droga en Tijuana.
Drone con droga en Tijuana.SECRETARÍA DE SEGURIDAD PÚBLICA TIJUANA

La tecnología ha llegado al narco mexicano. Atrás han quedado las catapultas instaladas —al estilo medieval— junto al muro de la frontera con Estados Unidos; los desastrosos intentos de cruzar un coche a través de rampas improvisadas y el reclutamiento de los mejores pitcher con un brazo lo suficiente potente como para mandar al vecino del norte kilos de droga en un solo lanzamiento. Los narcos se han sumado a la moda de los aparatos no tripulados, los drones. Aunque el uso que hacen de ellos sigue siendo algo rudimentario.

Durante la noche del miércoles agentes de la Policía Municipal de Tijuana encontraron uno de esos artefactos estrellado a las puertas de un centro comercial de la ciudad fronteriza. El drone iba cargado con tres kilos de droga sintética, conocida como cristal, amarrada en su parte central con cinta adhesiva negra como único método de sujeción. Los ideólogos del plan parece que no tuvieron en cuenta que el aparato no aguantaría el peso. Y cayó.

"Se trata de una práctica factible, aunque en fase experimental", afirma el director de Seguridad del IMCO, Alejandro Hope, “el grueso de la droga sigue pasando por medios convencionales como vehículos, personas o túneles. Contrariamente a la leyenda que los envuelve, el narcotráfico es un negocio low-tech [que requiere poca tecnología]”.

Como prueba de ello le dejamos algunas de las técnicas más famosas que ha utilizado el narco para infiltrar la droga en Estados Unidos durante los últimos años.

Un puente en la frontera: La policía estadounidense encontró en octubre de 2012 una camioneta que se había quedado atascada al intentar cruzar mediante unas rampas la valla que separa ambos países. 

AFP

Catapultas: Guiados por las enseñanzas más antiguas, los carteles decidieron bombardear con paquetes de droga a su vecino del norte. La imagen fue tomada en el desierto de Sonora, en el límite con Tucson, en 2011.

Cañón lanza-cervezas: Se trata de un tubo largo conectado a un motor simple que permitía lanzar paquetes de droga escondidos en latas de cerveza. Muchos narcos arrendaban la camioneta con el cañón. Fue encontrado en diciembre de 2012 en la fronteriza ciudad de Mexicali. 

Vírgenes: El uso de imágenes religiosas para esconder droga es habitual, en especial cocaína. En diciembre de 2012, la policía de Santo Domingo allanó una casa y encontró estas representaciones. En el caso había varios mexicanos implicados. Lo sorprendente es que muchas veces las figuras no llevan droga escondida, sino que están hechas a base de cocaína.

Submarino: Aunque este submarino fue hallado en Colombia, el narco mexicano operó en su financiamiento. Costó más de 2 millones de dólares y fue descubierto en febrero de 2011. 

A diferencia otras prácticas, los drones, al ser aeronaves de pequeñas dimensiones tienen la capacidad de cruzar una distancia similar o mayor a la de la frontera entre Estados Unidos y México, escapando a los controles convencionales —incluidos radares— y sin arriesgar vidas de por medio.

Según fuentes de la Agencia Antidrogas norteamericana (DEA) citadas en julio pasado por el diario mexicano El Universal, los carteles estarían utilizando desde comienzos de 2014 a trabajadores de empresas ensambladoras de drones en territorio nacional para fabricar aeronaves a la medida de sus necesidades. La Ciudad de México, Querétaro, Guadalajara y Nuevo León serían las entidades donde se llevan a cabo esas prácticas, según el organismo.

Hasta el momento no hay detenidos en Tijuana, según ha indicado la Secretaría de Seguridad Pública, y ha añadido que el aparato fue decomisado y puesto a disposición de las autoridades.

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Sobre la firma

Elena Reina
Es redactora de la sección de Madrid. Antes trabajó ocho años en la redacción de EL PAÍS México, donde se especializó en temas de narcotráfico, migración y feminicidios. Es coautora del libro ‘Rabia: ocho crónicas contra el cinismo en América Latina’ (Anagrama, 2022) y Premio Gabriel García Márquez de Periodismo a la mejor cobertura en 2020

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