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Mijáil Jodorkovski, el hombre que desafió a Putin

El magnate fue considerado como el oligarca con una visión más sistemática de cuantos amasaron sus fortunas en los noventa

Pilar Bonet
Jodorkovski, en agosto de 2008.
Jodorkovski, en agosto de 2008. TATYANA MAKEYEVA (REUTERS)

El magnate Mijáil Jodorkovski, el artífice de Yukos, la primera compañía petrolera de Rusia, tenía ambiciosos proyectos el 25 de octubre de 2003, cuando el avión en el que había aterrizado en Novosibirsk fue asaltado por un comando enmascarado de las fuerzas de seguridad. Nacido en 1963 en una familia de ingenieros moscovitas, Jodorkovski era ya por entonce muy poderoso y, como demostró Vladímir Putin, estaba demasiado seguro de su poder.

Novosibirsk era sólo una escala en una gira para consolidar las estructuras políticas y sociales que Jodorkovski había ido fundando, pero la ciudad siberiana se convirtió para él en el fin de meteórico trayecto.

Un juicio por lavado de dinero y estafa condenó en 2005 a 9 años de prisión (reducidos después a 8) a aquel hombre poseedor de la primera fortuna de Rusia (8000 millones de dólares, según Forbes), que hacía donativos a la biblioteca del Congreso de EE UU, que tenía diputados de su confianza en los diferentes partidos de la Duma Estatal, y grandes planes para el transporte de crudo hacia EE UU y China. A aquel juicio, siguió otro que en 2010 lo condenó a 14 años por robo. Para entonces el imperio Yukos ya había sido desmembrado y sus mejores activos petroleros en Siberia fagocitados por la empresa estatal Rosneft, que heredó y siguió gestionando los proyectos ideados por el magnate. En agosto de 2014, Jodorkovski debía ser liberado, en el caso de no iniciarse un nuevo proceso contra él. Durante todos estos años, Jodorkovski ha pasado por cárceles en Moscú, en Siberia Oriental y en Karelia, ha cosido manoplas, escrito artículos, ensayos y libros y ha sido también atacado con un cuchillo por otro preso. Siempre se ha negado a pedir clemencia o a considerarse culpable, lo que le ha ganado el respeto de muchos.

Licenciado en química tras una brillante carrera académica, Jodorkovski fue considerado durante muchos años como el oligarca con una visión más sistemática de todos cuantos amasaron sus fortunas en la "loca" década de los noventa. Antes, en los años ochenta, había hecho sus pinitos empresariales en las estructuras comerciales del Komsomol, las Juventudes Comunistas, y en las primeras cooperativas autorizada durante las reformas emprendidas en la URSS por Mijaíl Gorbachov. En 1990 creó el banco Menatep, una estructura financiera en la comenzó a acumular capital con el apoyo de las autoridades comunistas.

Tras la desintegración de la URSS, el magnate se benefició de las subastas de privatización por las que los empresarios más allegados a la familia del presidente Borís Yeltsin se hicieron con las empresas más sustanciosas del Estado a cambio de préstamos para mantener el presupuesto. En 1995, Jodorkovski se adjudicó a precio de saldo la petrolera Yukos. En 1996 fue uno de los oligarcas que apoyó la "reelección" de Borís Yeltsin, aunque el primer presidente de Rusia estaba enfermo y su popularidad, por los suelos.

La llegada de Putin al poder, en 2000, alteró el carácter de las relaciones entre el Kremlin y los crecidos empresarios del primer capitalismo ruso. Lo más rebeldes, Vladímir Gusinski y Borís Jodorkovski, tuvieron que exiliarse, pero Jodorkovski creyó que podía quedarse en Rusia y añadir nuevas facetas ( políticas, culturales, pedagógicas, tecnológicas) al imperio económico que ya tenía. En aquella nueva fase, el oligarca se esforzó por eliminar la etiqueta de "depredador" que pesaba sobre quienes habían forjado sus empresas abusando de los pequeños accionistas y acosando a los competidores.

En febrero 2003, en una reunión empresarial con el jefe del Estado, Jodorkovski le dijo a Putin que el momento de poner sobre la mesa el problema de la corrupción había llegado y le acusó de no entender de economía. Putin le advirtió que nadie estaba en disposición de tirar la primera piedra, porque Yukos tenía también sus trapos sucios. Algunos analistas consideran que aquel encontronazo fue clave para el futuro del magnate.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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