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Estados Unidos espió los teléfonos móviles de 35 líderes mundiales

El diario británico 'The Guardian' revela que la NSA intervino 200 números de teléfono de jefes de Estado y de Gobierno

François Hollande y Angela Merkel hoy en Bruselas-
François Hollande y Angela Merkel hoy en Bruselas-Yves Logghe (AP)

La Agencia Nacional de Seguridad de Estados Unidos (NSA) ha rastreado las comunicaciones de miembros del Gobierno español, según han manifestado a EL PAÍS fuentes conocedoras de la documentación filtrada por Edward Snowden, el exanalista de la citada agencia refugiado en Rusia y cuyas revelaciones han abierto una profunda crisis internacional. “Las agencias de espionaje estadounidenses han empleado la misma práctica en muchos países. Y España no ha sido ninguna excepción”, aseguraron las citadas fuentes, que no precisaron la identidad de los políticos vigilados ni el periodo en que se interceptaron las comunicaciones. Esta labor se efectuó en paralelo a la masiva recogida de datos procedentes del rastreo de comunicaciones electrónicas y telefónicas de los ciudadanos españoles, tal y como ha sucedido en otros países.

El Gobierno español teme que entre los políticos espiados figure el presidente, ya sea Mariano Rajoy o José Luis Rodríguez Zapatero. El Ministerio de Asuntos Exteriores tiene previsto convocar al embajador estadounidense, James Costos, en el mismo momento en que disponga de información en este sentido, ya sea de forma oficial o a través de los medios de comunicación. El pasado martes, EL PAÍS adelantó que los servicios secretos españoles estaban convencidos de que España había sido objeto de masivos barridos de llamadas telefónicas y comunicaciones por parte de la NSA. Del mismo modo que Francia o Alemania.

Documento al que ha tenido acceso The Guardian.
Documento al que ha tenido acceso The Guardian.

La sospecha de que los servicios de inteligencia de EE UU llevan años espiando el móvil de la canciller Angela Merkel irrumpió ayer en la enésima cumbre del euro. E hizo saltar por los aires una agenda cargada de temas tan crudos como fundamentales para la UE (telecomunicaciones, unión bancaria e inmigración), al conocerse que la querencia norteamericana por el control de datos llega hasta el mismísimo teléfono de la canciller alemana. Pero Merkel no es ni mucho menos la única. El escándalo sigue agigantándose: la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) de EE UU supervisó las conversaciones telefónicas de 35 líderes mundiales, según reveló ayer el diario británico The Guardian basándose en un documento secreto que asegura que un alto funcionario entregó dichos números a la agencia.

Un memorando confidencial revela que la NSA fomenta que los funcionarios de mayor rango de toda la Administración, incluida la Casa Blanca, el Departamento de Estado y el Pentágono, compartan sus agendas para que la agencia pueda monitorizar los números de teléfono de los líderes extranjeros con sus sistemas de vigilancia. El documento señala que un funcionario estadounidense no identificado entregó más de 200 números, incluidos los de los 35 líderes.

Berlín y París dejan a un lado el lenguaje diplomático para acusar a Washington

Esa revelación aumenta las tensiones diplomáticas entre Estados Unidos y sus aliados. Y da alas al malestar en Europa: Berlín y París olvidaron anoche viejas rencillas y se conjuraron para acusar a EE UU de las peores tretas, en un lenguaje inusualmente poco diplomático para los tiempos que corren. Prácticamente todos los países secundaron esa enérgica reacción —unidad europea, al menos esta vez— con un tableteo de declaraciones.

Alemania y Francia acordaron de madrugada buscar un pacto con EEUU este año paras entar unas nuevas bases de funcionamiento del espionaje. La escalada verbal fue contundente: "Lo más importante es encontrar bases para el futuro. La confianza se ha dañado seriamente y tenemos que reconstruirla", dijo Merkel en una comparecencia en Bruselas tras la cena. El presidente François Hollande destacó también de madrugada que, aunque se deben establecer nuevas normas, "la relación con Estados Unidos es prioritaria" y abogó por la reactivación del grupo para la negociación del tratado comercial entre Bruselas y Washington.

La escalada verbal fue contundente: la canciller fue mucho más allá del habitual lenguaje de madera de las cumbres y apuntó en Bruselas que el espionaje “es totalmente inaceptable”. En un giro relativamente inesperado tras la tibia respuesta inicial alemana cuando se desencadenó el escándalo, Merkel explicó que ya informó a las autoridades estadounidenses de su malestar por estas prácticas el pasado junio, y anteayer volvió a hacerlo en una conversación telefónica con el presidente de EE UU, Barack Obama. El equipo de Obama volvió a negar ayer que esté espiando o vaya a espiar a Merkel, aunque lleva dos días midiendo cuidadosamente sus palabras acerca de si pinchó —o no— el teléfono de la canciller en el pasado.

La gran mayoría de los presidentes y primeros ministros europeos presentes en Bruselas secundó las críticas del eje franco-alemán, aunque España, por ejemplo, evitó pronunciarse al respecto. Los dirigentes se dividían entre quienes reclaman medidas concretas como respuesta (la paralización de las negociaciones sobre el tratado de libre comercio con EE UU, por ejemplo) y los que prefieren una reacción más modulada, sin represalias.

Varios dirigentes

No faltaban en los pasillos de Bruselas teorías conspirativas, análisis sobre el tempo de las denuncias franco-alemanas y tesis sesudas sobre lo bien que vendría un enemigo exterior para unir a un continente falto de consensos. Solo una cosa es segura: el hecho de que esta cumbre esté copada por el espionaje (y, en segunda instancia por la inmigración) consolida la idea de que el interés por la economía se desplaza a otros campos. Probablemente sea la primera cumbre en la que la crisis no monopoliza el debate.

La dimensión alcanzada por el escándalo probablemente sea la llamada de atención definitiva para convencer a los países más titubeantes (con Alemania a la cabeza hasta hace dos días) de que este es un asunto europeo, explicaron fuentes diplomáticas, en el que merece la pena meterse a fondo. El debate tiene varias aristas interesantes. La principal, las explicaciones que se deben exigir a EE UU, hasta ahora muy reticente a rendir cuentas. Ahí lo fundamental es la fuerza de cada país contra Washington: Europa no tiene competencias sobre cuestiones de seguridad nacional e inteligencia. Por eso Washington solo admite como interlocutores válidos a los Estados, lo que debilita la posición europea.

Más allá de la impotencia mostrada hasta ahora, lo ocurrido pone patas arriba las relaciones transatlánticas. Anteayer el Europarlamento pidió que se anule el acuerdo de transferencia de datos bancarios con EE UU, muy sensible para Washington porque eso le permite acceder a información sobre transferencias financieras para luchar contra el terrorismo. Por otro lado, la Comisión estudia suspender el otro gran acuerdo vigente: el llamado safe harbour, por el que unas 3.000 empresas estadounidenses acceden a datos de los europeos.

Otra cosa será que estos episodios fuercen la negociación en el Consejo sobre una norma europea de protección de datos, que lleva meses estancada. Contar con un marco más garantista que el actual (y adaptado a Internet) favorecería a los europeos, pero tampoco es la panacea y, en la práctica, no puede evitar este tipo de intromisiones alegales, según las fuentes consultadas.

Cruce de reproches

“Hemos dejado claro que Estados Unidos reúne información en el extranjero igual que hacen todas las naciones”, dijo ayer el portavoz de la Casa Blanca, Jay Carney, que sin embargo eludió aclarar si EE UU espió el teléfono de la canciller alemana.

Angela Merkel en Bruselas: “Espiar a los amigos es totalmente inaceptable”. “Sin motivos ni indicios muy serios no hubiésemos dado un paso diplomático de esta gravedad”, dijo Guido Westerwelle, ministro de Asuntos Exteriores alemán, tras reunirse con el embajador de EE UU.

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