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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Vuelve Europa

La cumbre impulsa la defensa común y resucita el liderazgo franco-alemán

Merkel y Macron, ayer en conferencia de prensa conjunta en Bruselas.
Merkel y Macron, ayer en conferencia de prensa conjunta en Bruselas.AURORE BELOT (AFP)

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Vuelve Europa. Vuelve al compás de las sucesivas derrotas populistas. Y de los nuevos liderazgos democráticos surgidos en las distintas elecciones. Y de la fragua de un sólido frente común ante peligros externos como los que representan Donald Trump o el Brexit.

Y vuelve, lo que aún es más decisivo, no solo entre la élite gobernante, que redescubre el europeísmo como herramienta política útil, sino también entre los ciudadanos, como esperanza de mejora concreta.

No todo está hecho ni todas las lecciones han sido aprendidas de la crisis y de los errores cometidos en su gestión, en la orientación monolítica hacia la austeridad en política económica y en la ausencia de una sólida política social que actúe como amortiguador. Queda aún pendiente la recuperación de muchas nefastas secuelas sociales de la Gran Recesión. De modo que conviene modular el optimismo.

Pero igualmente no hay razón alguna para desterrarlo. El desarrollo del Consejo Europeo concluido ayer es, en este sentido, paradigmático. No culminó (ni estaba previsto) los asuntos abordados, pero a todos les dio un notorio impulso, como soñaban los más ambiciosos.

Primero, la letra: aunque los avances en seguridad y Defensa sean menos exaltantes para una mayoría, ha sido en ellos donde la cumbre ha dado más pasos concretos, de importancia capital para un continente en el que cunden los temores estratégicos, y que finalmente se ha percatado de que externalizar la seguridad no es sostenible, tal como la llegada del nuevo presidente norteamericano evidenció.

El pistoletazo de salida a una cooperación estructurada permanente (en principio, de cinco socios, entre ellos España); la superación de las objeciones británicas causadas por su exclusiva obsesión atlantista; la bendición al lanzamiento de los planes para reforzar las capacidades militares comunes, incluidas las industriales; la creación de un centro de excelencia sobre amenazas híbridas en Helsinki; y la decisión de reforzar la cooperación en la lucha contra el ciberterrorismo no son conclusiones menores, sino pasos adelante (aunque iniciales) muy sustantivos.

Tan importante como la letra es la música: la cumbre ha sido el escenario de una vibrante recuperación de la locomotora germano-francesa. A un nivel de complicidad, de expectación mediática y de ilusión ciudadana que no se recordaba seguramente desde el liderazgo de la pareja del presidente François Mitterrand y el recientemente fallecido canciller Helmut Kohl.

El encaje por parte de Angela Merkel de propuestas comunes pero recién reverdecidas por el presidente Emmanuel Macron, como un presupuesto para la eurozona y la creación de un Ministerio de finanzas común es, al respecto, una base capital para la recuperación progresiva de la confianza. Que dependerá mucho del acierto de París en aplicar las reformas internas prometidas a los franceses... y a todos los europeos.

Y es una gran noticia que el Brexit quedase relegado a tercera fila. Una débil Theresa May llegó con promesas de buen trato a los residentes europeos en su isla. Se fue sabiendo que sus aún socios le colocan el listón mucho más alto, e incluso ponen en duda su retirada. Ocurre a veces con la soberbia: conjuga mal con la derrota.

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