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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Fiasco secesionista

La cumbre del Pacto Nacional por el Referéndum fracasa con estrépito

El presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont (centro), durante la reunión del Pacto Nacional por el Referéndum celebrada ayer.
El presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont (centro), durante la reunión del Pacto Nacional por el Referéndum celebrada ayer.ANDREU DALMAU (EFE)

La cumbre del Pacto Nacional por el Referéndum que agrupaba a la Generalitat, a los secesionistas favorables a la ruptura unilateral, a los partidarios de una consulta legal pactada y a otras muchas entidades fracasó ayer con estrépito. Porque no logró atraer a protagonistas clave hacia el rupturismo agreste de Junts pel Sí y la CUP. En consecuencia, la ejecutiva del Pacto anunció su dimisión y el propio acuerdo quedó congelado. En realidad, fallecido, aún sin entierro oficial y solemne.

Las cumbres de este movimiento buscaban revitalizar el procés cuando atravesaba horas bajas, lo que hasta ahora habían logrado jaleando imágenes de un presunto unitarismo, más aparente que real. En esta ocasión todo se jugaba a una carta.

La Generalitat patrocinaba la convocatoria con el objetivo explícito de ampliar la base social de su estrategia, incorporando a los comunes (la formación que agrupa a distintos movimientos sociales de contestación, con Ada Colau e Iniciativa), renuentes a la vía unilateral, autoritaria, secretista y exprés por la que ha optado finalmente el president Carles Puigdemont.

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Pasó por alto que muchas de las entidades no estaban por la labor de destruir el orden del Estatut en un aventurerismo ilegal. Y le pudo la compulsiva urgencia (para cumplir un calendario ya sobrepasado e impracticable) de presionar a los partidarios del derecho a decidir, pero contrarios a que decidan por ellos —y por todos— las cúpulas de solo dos formaciones, a las que no respaldó una mayoría social en las elecciones del 27-S de 2015.

Pese a la asfixiante presión político-mediática secesionista, los soberanistas tranquilos y los partidarios de votar pero sin dislates se mantuvieron firmes en rechazar la unilateralidad anticonstitucional.

Con coherencia, los sindicatos defendieron las libertades y derechos de los funcionarios, a los que se pretende acogotar para que desarrollen actuaciones ilegales (ya no pudieron recurrir a ellos para comprar las urnas). Con firmeza educada y ejemplar, los comunes no se movieron un ápice de su defensa de una votación válida, con todas las garantías, y el imprescindible reconocimiento internacional. Este es radicalmente imposible. La Comisión de Venecia del Consejo de Europa acaba de ratificar el requisito de que todo referéndum debe atenerse a lo establecido en la Constitución.

Muchos otros asistentes asumieron posiciones parecidas. El fiasco de ayer se saldó a la catalana, sin aspavientos. Pero no por ello ha quedado menos claro que el secesionismo, minoritario socialmente, se ha quedado políticamente aislado. Sin alianzas. Ni externas ni internas.

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