Internet es positivo para nuestros hijos, la clave está en los límites
Los padres, como responsables de su vida y de su educación, debemos enseñarles a hacer un buen uso de este sistema
Para los que somos adultos, Internet ha supuesto un antes y un después en nuestras vidas. Soy de las que era informada de las novedades del instituto mediante una llamada al interfono, la que si necesitaba averiguar más sobre un tema concreto en la universidad me pasaba horas y horas en la biblioteca, y si anhelaba hablar con mi prima que vivía a 600 km de distancia, pedía 100 pesetas a mi madre y bajaba a una cabina para charlar a toda prisa antes de que el dinero se agotara. Pero, para nuestros hijos, esto no es así. Ellos han nacido en la era de Internet, la era tecnológica. Internet forma parte de su pasado, de su presente, y, por supuesto, también formará parte de su futuro. Es bueno recordar en el Día Internacional de Internet la importancia de usarlo, pero usarlo bien.
Según el último informe de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), los niños y jóvenes españoles pasan diariamente unas dos horas de media frente a las pantallas, llegando a las tres horas y media durante el fin de semana.
Estos resultados han hecho poner el grito en el cielo a muchas madres, padres y profesionales relacionados con la infancia y la adolescencia. La mayoría de ellos culpando, por un lado, a los niños y chavales por utilizar demasiado este sistema, y por otro, a Internet por existir.
Bajo mi punto de vista, no deberíamos culpar a ninguno, ya que la clave siempre está en establecer unos límites realmente equilibrados y justos para todos, así como propiciar de manera urgente y necesaria la confianza entre padres e hijos.
Internet es una gran herramienta de aprendizaje a todos los niveles. Nos aporta información ilimitada y es una fuente inagotable de conocimiento. En la red, podemos sumergirnos en el fondo marino, viajar a países que quizás nunca podamos ver físicamente, conocer diferentes y muy diversas culturas y personas…
¿Es eso entonces negativo para los niños? No, claro que no, todo lo contrario, solo aporta un mundo lleno de posibilidades que hace poco más de 20 años eran inimaginables y que, además, siguen evolucionando día tras día.
Ahora bien, los padres, como responsables de la vida y de la educación de nuestros hijos, debemos enseñarles a hacer un buen uso de este sistema, un uso en el que entiendan y sepan las increíbles puertas que pueden abrirse con Internet, pero, a su vez, conozcan con exactitud a cuáles no deben ni tan siquiera llamar.
En 2014, el Ministerio del Interior realizó una encuesta a padres y jóvenes sobre el uso de Internet y su seguridad. En los resultados, entre otros muchos datos, destaca el hecho de que el 88,6 % de los padres afirmaba no saber si sus hijos habían visitado páginas webs perjudiciales durante el último año, así como no tener herramientas suficientes para afrontar el uso de Internet. Y este es el verdadero quid de la cuestión.
Algunas pautas que propongo para ayudar a los padres en el área de la seguridad de Internet, serían, entre otras: preparar los aparatos tecnológicos con controles parentales, equiparlos con un buen software y un antivirus óptimo, valorar qué más opciones hay de seguridad dependiendo del tipo de dispositivo, revisar siempre qué ven sus hijos y qué les gustaría ver, hablar con naturalidad sobre las oportunidades que aporta Internet, así como de las que no lo son…
Por otro lado, los padres deben siempre responsabilizarse y supervisar el tiempo que pasan sus hijos en Internet. Para ello, como he comentado anteriormente, es importante aprender a consensuar unos límites familiares de manera respetuosa, clara y comprensiva. ¿Cómo debemos transmitir este tipo de límites a nuestros hijos?:
- Utilizando la empatía: es la base de todas las relaciones, y, en muchas ocasiones, se nos olvida ponerla en práctica con nuestros propios hijos. No significa que, al comprender su postura, posterguemos eternamente el tiempo que pasan en Internet… nada más lejos de la realidad. Significa que, por delante de todo, prevalece el amor que les tenemos y la comprensión por sus intereses, aunque en ese momento debamos pedirles que dejen la tecnología a un lado. Empatizando con nuestros hijos, la vida se ve de otro color, y la conexión con ellos es mucho más profunda y estable.
- Yendo a por lo sencillo: “Las cosas claras y el chocolate espeso". Nunca podremos establecer unos límites si nos contradecimos continuamente y nos acostumbramos a comportarnos dependiendo de cómo nos encontremos ese día. Si hemos tenido un buen día de trabajo, pueden tener la tablet más tiempo, si llegamos estresados, entonces menos… No, esto no hace más que confundir a los hijos y alejarnos de lo que nos ocupa: el buen uso de Internet y la seguridad de nuestros hijos.
- Sin juicios ni etiquetas: debemos dejar de lado las críticas, las frases lapidarias que solo hacen daño y que son, simplemente, un intento desbocado por poner un límite desde la emoción adulta, desde la impotencia que generan a veces estas situaciones y que debemos empezar a gestionar correctamente para mejorar la relación con nuestros hijos y que verdaderamente aprendan sobre Internet y sus ovejas negras.
- Siendo siempre coherentes: no podemos pedir algo que nosotros mismos no somos capaces de llevar a cabo. Es inviable exigir a los hijos que dejen el móvil, cuando nosotros estamos con la cabeza gacha pegados al nuestro. Esto solo les aporta inseguridades y falta de comprensión hacia los límites que intentamos establecer. Predicar con el ejemplo es la mejor enseñanza.
- Reflexionando de manera sincera: siempre que vayas a hablar sobre un límite con tus hijos, pregúntate si es realmente necesario o no, si obedece a un interés real por un correcto y seguro desarrollo de tus hijos (en este caso, un uso adecuado de Internet), o bien está promovido por el qué dirán o tu ego adulto.
- Aportando escucha y diálogo: no solo hables con tus hijos, escúchalos. Hazlo con verdadero interés y buen hacer. Cuando lo hagas, recuerda que son las personas que más quieres del mundo. Entonces, ¿vale o no la pena escucharlos y dialogar con ellos desde la templanza y sin gritos?
- Cuidando también la comunicación no verbal: a veces callamos lo que pensamos, pero nuestro gesto es hostil y distante. Es importante trabajar nuestras emociones, reflexionar, respirar y mantener un semblante distendido y cercano a la hora de hablar sobre límites (y en cualquier situación con nuestros hijos).
- Entender sus enfados: los hijos tardan un tiempo en integrar y comprender los límites. No obstante, a veces, aunque los comprendan, pueden y tienen derecho a no apetecerles llevarlos a cabo en ese momento. Por norma general, los niños de hoy en día tienen muy poco tiempo para ellos, pocas horas libres, no disponen de tiempo real de juego sin restricciones, están llenos de responsabilidades, deberes y quehaceres… y es absolutamente normal que cuando están en su momento de Internet y toca apagarlo se enfaden. Lo importante entonces es entender su disgusto, ponernos en su lugar y, aunque sigamos adelante con la decisión, lo hagamos desde el sentido común, la tranquilidad y el respeto. No perder los nervios en estos momentos nos dará la llave para que cada vez estas situaciones sean menos intensas y se repitan menos en el tiempo.
Los padres siempre queremos lo mejor para nuestros hijos, por tanto, sería impensable querer separarles de Internet, ya que es la época en la que les ha tocado vivir.
No hay que tener miedo, tan solo aportarles apoyo, confianza, comprensión, equilibrio, respeto y amor, mucho amor. Con esto tenemos la mitad del camino hecho; la otra mitad les toca a ellos.
Tania García es educadora experta en educación respetuosa y asesora familiar. Fundadora de Edurespeta: la primera Escuela Internacional para Familias y Profesionales.
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