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Columna
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Del general De Gaulle a Macron

El nuevo presidente de Francia refleja el espíritu del tiempo líquido que vivimos. Nos permite soñar de nuevo con que siempre nos quedará París

Francisco G. Basterra
Emmanuel Macron durante la celebración de su victoria en las elecciones.
Emmanuel Macron durante la celebración de su victoria en las elecciones.Jean Catuffe (Getty Images)

Macron, con el éxito repentino de su golpe de mano, espectacular, ha dislocado el antiguo régimen político de Francia enterrando los partidos eje de la V República: republicanos y socialistas, que se han suicidado. Nacida en 1958 mediante un golpe de Estado encabezado por el general De Gaulle, sancionado democráticamente, aprovechando el fracaso de la patológicamente inestable IV República y la crisis de Argelia. Seis décadas y dos mundos muy diferentes separan al resistente y héroe de la resistencia y de la Francia libre, fundador de un régimen, del joven banquero de solo 39 años presidente electo de Francia. Un analista describe lo ocurrido como el paso de los taxis clásicos al Uber, o de las viejas librerías a Amazon.

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Emmanuel Macron, liberado del peso de la historia, de momento sin grupo parlamentario propio, sin ascendencia ideológica clara, armado de un liberalismo integral adobado de reformismo social, intentará que Francia acepte la modernidad para poner de acuerdo con el siglo XXI a la segunda economía de la UE. De Gaulle, extraordinario estadista y gran escritor, tenía una cierta idea de Francia que vio cumplida solo en parte. Una Francia indispensable con peso mundial, condenada a un destino excepcional, que no sería Francia sin alcanzar la grandeza. Ocurre ahora en ese país y en todo nuestro mundo algo que no es nuevo, y que describió agudamente en el siglo XIX el poeta francés Alfred de Musset: “Todo lo que era ya no es; todo lo que será aún no lo es. No busquemos en otro lado el secreto de nuestros males”. El soberanismo y el estatismo, tan arraigados en la vieja Francia, se resisten a morir. ¿Cuál es la idea de Francia de Macron? La modernidad, el impulso, el optimismo que acabe con el atávico pesimismo y ansiedad por el declive de un país rico, culto, dulce.

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Como De Gaulle, Macron cree en un Estado fuerte, protector, con un sector público adelgazado pero eficaz, y un mercado laboral que combine la flexibilidad con la seguridad. Rechaza el dirigismo económico, tan francés y tan gaullista. Apuesta por el europeísmo incluyente frente al patriotismo de hojalata. Macron es un centrista radical que reivindica un nuevo humanismo y cree en las políticas transversales entre la derecha y la izquierda. Macron, que tiene bastante de JFK, de revolución generacional, pidió en su primer discurso como presidente electo: “Ciudadanos, que cada uno de nosotros tome su parte de poder”.

Como De Gaulle, Macron cree en un Estado fuerte, protector, con un sector público adelgazado pero eficaz, y un mercado laboral que combine la flexibilidad con la seguridad

La audacia y la suerte, que Napoleón pedía para sus generales, y que acompañaron también a De Gaulle, han empujado a Macron al Elíseo. Hay que ser valiente para hacer campaña envolviéndose en la bandera de una Europa en tiempos oscuros. Tener suerte y saber aprovecharla. El descalabro del inane y corrupto Fillon, heredero del general, y la destrucción del Partido Socialista. Macron supo verlo: “El sistema se ha descompuesto y caerá. Hay que recogerlo”. No lo tendrá fácil. Una nueva generación de ciudadanos europeístas tomará los mandos de Francia. Refleja el espíritu del tiempo líquido que vivimos. Nos permite soñar de nuevo con que siempre nos quedará París. fgbasterra@gmail.com

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