Estas gafas de realidad virtual te harán sentir como un niño soldado
Ponte en la piel de Kame, de 9 años, uno de los 300.000 menores alistados por la fuerza en ejércitos de todo el mundo
Es un día soleado y Kame juega con sus primos y su hermana en las calles de su aldea. Los críos viven ajenos a cualquier peligro. De pronto se oyen disparos, y todo cambia. Polvo, desolación a su alrededor, casas destrozadas y ni rastro de su familia. El conflicto les ha atrapado. A sus nueve años, Kame, empuña un fusil que casi le supera en altura. Lo sostiene como puede y apunta.
La historia de Kame, es ficción, pero podría ser perfectamente real. A través de unas gafas de realidad virtual y en 360º, esta recreación permite que el espectador pueda meterse en la piel de un niño soldado durante unos minutos. Sentir la incertidumbre, el miedo y la inocencia de una infancia rota por la guerra.
Así es como la ONG World Vision y Dream Foundation han querido llamar la atención sobre una realidad que se calcula que afecta a 300.000 niños y niñas reclutados por medio centenar de grupos armados en casi 20 países implicados en conflictos bélicos. “El papel que la tecnología puede jugar es muy importante para acercar estas realidad que a veces vivimos tan lejanas, para que nos pongamos en la piel de estos niños y niñas. Detrás de esta recreación hay miles de historias reales”, afirma Javier Ruiz, director de la organización en España.
En países como Somalia, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas estimó que más de la mitad de los que integraban las filas del grupo Al-Shabab eran menores de edad. Sudán del Sur, República Democrática del Congo, Uganda o Nigeria son algunos de los países en los que cientos de niños y niñas son reclutados a la fuerza para formar parte de grupos armados empuñando armas, como porteadores para transportar munición o alimentos, como cocineros del grupo, espías, o sufriendo explotación sexual.
“Con 20 países con conflictos armados y libre tráfico de armas, difícilmente acabaremos con esto”
Chavales como Stephen y Oliver, dos hermanos ugandeses a los que secuestraron de noche en su pueblo. Después de cuatro meses en el monte, donde les enseñaron a usar armas, atacar aldeas para conseguir comida y robar otros enseres, Oliver, el menor logró escapar. Stephen fue rescatado dos meses más tarde por el ejército y entregado al centro de rehabilitación de World Vision en Gulu, en el norte de Uganda. Ahora viven en el campamento de desplazados de Koro, adonde sus padres tuvieron que trasladarse huyendo de los grupos armados.
“Cuando conseguimos rescatar a estos niñas y niños los llevamos a centros de rehabilitación, donde se les presta apoyo psicológico. En esos primeros meses en los centros intentamos siempre la reunificación con sus familias”, explica Ruiz. Aunque no siempre se da ese final feliz. Muchos son rechazados por sus familias y su comunidad ya que no les ven como víctimas. Esto le ocurrió a John, que con tan solo 13 años fue reclutado en el este de la República Democrática del Congo por un grupo armado que le obligaba a cometer actos cada vez más violentos.
Las consecuencias psicológicas para los menores son devastadoras, aunque la rehabilitación es posible. Desde World Vision señalan la necesidad inicial de que vuelvan a ser niños. Insisten en que es necesario que rompan su coraza y pidan ayuda. Después se puede empezar a trabajar en la reunificación familiar, su reintegración en las comunidades, la vuelta a la escuela o la formación profesional... “Si no creas una economía familiar es muy probable que vuelvan a irse. Necesitas acompañar todo esto con medios de vida”, añade Ruiz.
Desde la organización, también señalan la importancia de la concienciación de las familias y comunidades para saber como huir de estos grupos rebeldes y no dejarse engatusar. En ocasiones, son las propias familias las que les mandan a estos grupos porque les prometen que van a tener un salario, que van a poder comer y que van a estar más protegidos que si se quedan en sus aldeas.
Las estimaciones indican que el 40% de estos menores enrolados en grupos armados y utilizados como soldados son niñas. Como Pauline, que sufrió abusos y violaciones y se quedó embarazada con tan solo 14 años. Al menos cuatro grupos rebeldes diferentes viven en las colinas que rodean Minova, la ciudad en la que vive en el sur de Goma (República Democrática del Congo). "Una niña que ha sido violada, piensa que ya no es niña, ni humana. La rehabilitación es difícil, pero no imposible”, explica Julienne Ngutu, una enfermera y trabajadora social en el Children's Voice Center, un refugio para ex niños soldados o niños que perdieron a sus familias cuando huían de la violencia en sus aldeas.
“Con 20 países con conflictos armados abiertos y un libre tráfico de armas por todos ellos, difícilmente acabaremos con esto. Por eso, tenemos que trabajar también para que se refuercen las legislaciones que prohíben el tráfico de armas y el uso de niños soldado", mantiene Ruiz. El Derecho internacional humanitario ya lo prohibe, "pero si un grupo armado lo hace y no se le persigue ni penaliza, no podremos acabar con esto”, apunta Javier Ruiz.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.