Muere Joaquín Prieto, periodista de EL PAÍS
Era una referencia en la plantilla del periódico. Fue equilibrado en la opinión y fiel a la información
Joaquín Prieto, periodista equilibrado en la opinión y fiel a la información de los hechos, era un punto de referencia profesional y moral en la plantilla de EL PAÍS desde la fundación del periódico. Nuestro compañero, que llevaba desde mayo de 1976 en la plantilla de la Redacción, murió ayer en Madrid, su ciudad natal, tras un cáncer que sobrellevó con una entereza emocionante. Mañana habría cumplido 66 años.
Miembro del equipo de Opinión de EL PAÍS en los últimos cinco años, siguió asistiendo a las reuniones del equipo editorial del periódico hasta muy poco antes de que la enfermedad se lo impidiera; hasta el final escribió artículos y convocó opiniones ajenas.
Joaquín Prieto es uno de los más destacados periodistas nacidos al oficio en el decisivo momento de la Transición, a la que dedicó análisis que lo muestran como un racionalista en un país de locos, como decía ayer uno de sus compañeros de aquella hora.
En el homenaje que se le rindió ayer en la Redacción de EL PAÍS, Antonio Caño, director del periódico, subrayó que Joaquín era un periodista “extraordinariamente respetado por sus cualidades profesionales”, entre las que destacó “una autoexigencia y un rigor fuera de lo común”. “Perdemos a uno de los mejores. No sabemos cómo vamos a cubrir el hueco que deja”, destacó Caño.
Por su parte, José Ignacio Torreblanca, jefe de Opinión, señaló que hay “pocas personas que representen tan bien” como Joaquín “lo que ha significado este periódico para este país”. A él, y a gente como él, “debe nuestra generación que este país haya llegado a ser lo que es”. José Andrés Rojo, también compañero de Joaquín en Opinión, aludió al extraordinario compromiso del periodista con el trabajo en equipo, una de las señas de identidad de EL PAÍS.
Salvo un breve paréntesis de un año —de febrero de 1985 a febrero de 1986, periodo en el que fue responsable de la información nacional en TVE— Joaquín Prieto tuvo una de las más largas y completas trayectorias que un profesional ha desarrollado en EL PAÍS: entre otras responsabilidades, tuvo la de la sección de Nacional en 1988; fue redactor jefe del primer equipo de investigación que formó el periódico en 1989 y miembro del segundo, entre 2005 y 2006; fue jefe de Sociedad a partir de 1994 y corresponsal en París en los cinco primeros años de la década pasada.
También se ocupó de informar sobre los medios de comunicación entre 1998 y 2000; tarea que cumplió con equilibrio y fiabilidad, con un pulso extraordinario para entender una actualidad compleja en constante evolución.
En todas esas facetas de su trayectoria Joaquín Prieto no solo destacó como un profesional fiel a los elementos fundamentales del oficio —el rigor, la veracidad, la independencia—, sino que fue, además, un compañero inteligente en el consejo, implacable en el juicio que debemos tener los periodistas para que la facilidad de escritura no impida la fidelidad al dato.
Como redactor de opinión fue coherente con su propia manera de entender el oficio: nada se puede decir si no cuentas con el contraste adecuado. Esas cualidades, que constituyen el eje de su categoría profesional, lo convirtieron, también, en un consejero de valor incalculable para los veteranos y para los jóvenes.
La muerte de Joaquín se temía desde hace meses en el periódico y en sus ámbitos familiares. Los que desde esta casa le visitaron en estas últimas semanas, en que ya no le resultó posible cumplir con su trabajo, han hablado de la entereza y la sobriedad con las que Joaquín afrontó las señales más perentorias del dolor. Se despidió de todos dando ejemplo, también, de una fortaleza personal que seguramente proviene del equilibrio que mostró toda su vida en el desempeño profesional.
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