Morgan Freeman: “No podemos escapar de la política, afecta a todo”
El actor, a punto de cumplir 80 años, habla de sus cinco pasiones: navegar, volar, la interpretación, el baloncesto y el blues
El rostro de Morgan Freeman se ilumina cuando su velero se coloca en el centro de la conversación. El blue water, dice refiriéndose al océano. Abre los ojos, empieza a sonreír y se incorpora en el sillón. Es como si de golpe recobrara energía, que no le falta, y todo se vuelve mucho más natural. No hay nada fingido ni guion preestablecido cuando el actor de Mississippi, cuna del blues, habla de una de sus cinco pasiones.
“Es algo con lo que disfruto enormemente”, admite, “navegar te ayuda a encontrarte a ti mismo y saber quién eres realmente”. Freeman, además, tiene una dificultad física añadida cuando se trata de coger el timón en plena tempestad. Los dedos de su mano izquierda, que lleva cubierta durante la entrevista con EL PAÍS con un guante beis oscuro, quedaron inmóviles por un accidente de tráfico hace nueve años. “La vida”, dice hablando de su experiencia con el mar, “no vale nada hasta que haces algo que reta tu propia realidad”. Y no perder la cabeza en los momentos de dificultad, añade, “es muy bueno para la mente”. “Es esa sensación a la vez de libertad y de saber que eres tú, tu barco y los elementos”, reflexiona. El actor lleva navegando cuatro décadas. La misma mezcla de sentimientos es la que tiene volando, otra de sus pasiones.
Siempre quiso aprender a pilotar. Al final decidió dar el paso cuando cumplió los 65 años. Recientemente sufrió un percance con su avión privado, tras reventarle una rueda al despegar. “Los accidentes son cosas que no puedes controlar”, afirma. Viaja a tantos lugares con su SJ30 que la compañía que lo fabrica lo utiliza como banco de pruebas para su desarrollo. “Me pidieron volar a China y lo haré”.
Morgan Freeman entrará en junio en el club de los octogenarios y es evidente que no tiene intención de parar. Es difícil encontrar a alguien más taquillero. En su última película, Un golpe con estilo [que se estrena el 12 de abril en España], comparte reparto con Michael Caine y Alan Arkin. Interpretan a tres jubilados de Brooklyn que pierden la pensión de la empresa para la que trabajaron durante cuatro décadas y en la que forjaron su amistad.
La química que hay entre estos tres gigantes trasciende la pantalla. También porque la historia que lleva a tres amigos en el guion a planear el atraco de un banco podría ser real. El sistema, lamenta el actor mirando por la venta hacia la calle, “no funciona de una manera que es buena para los que limpian las mesas en ese restaurante o trabajan en la cocina”. “La realidad es dura”, repite.
Él puso su voz al vídeo que se utilizó en la convención demócrata para introducir a Hillary Clinton como candidata a las elecciones presidenciales de EE UU. Lo que pasó después es conocido. La historia tiene siempre sus triquiñuelas e hizo que la presentación de su última película se produjera en un hotel en la misma calle que la Trump Tower, la residencia privada del nuevo presidente.
“No podemos escapar de la política, afecta a todo”, reconoce. Freeman suele personificar en la gran pantalla la calma y la razón en medio del caos. Vio su primera película cuando tenía seis años y, desde ese momento, quiso dedicarse al arte de la interpretación. Su carrera, sin embargo, no empezó hasta ya bastante mayor, cuando había cumplido ya 27 años, en los teatros de Broadway en Nueva York.
Piensa enseguida en Spencer Tracy y Henry Fonda, “eran modelos para quién y cómo ser en la vida”. Ante la cámara es completamente intuitivo. La técnica, dice, te permite afrontar mejor los retos. Ahí establece un paralelismo con el baloncesto, su otra pasión además del mar, la aviación y la interpretación. El actor es el seguidor más ilustre de la joven promesa española Sebas Sáiz. “Un gran chaval”, comenta, aunque dice que este deporte se está haciendo “demasiado delicado, ya no se puede ni tocar al adversario”.
Como el resto de los mortales, experimentó cosas en su vida que le ayudaron a desenvolverse en situaciones complicadas. Tiene una guía personal que le inculcó su abuela, la roca central de su familia, de niño: “Haz por otros y los otros harán por ti”. En el trabajo, añade, “siempre me decía que fuera el mejor”. “Creo que con esas dos cosas te pueden ir bien en la vida”.
Un firme creyente en Dios
Galardonado con el Oscar en 2005 por Million Dollar Baby, Morgan Freeman es el actor vivo más respetado. Él mismo dice que tiene un talento innato para pretender ser algo que no es. Pero sabe que en la vida real no podrá tirar mucho más. Así que trata de hacer lo que realmente le apetece. El blues es otra de las cosas que le hace feliz. Tiene su propio club. "El negocio va bien".
El actor, también conocido como "La voz de Dios", se considera un firme creyente. “He visto demasiado para no creer”, afirma, “pero no soy de los que va predicando”.
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