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LA PUNTA DE LA LENGUA
Columna
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Palabras vecinas

Inmiscuirse o intercalarse, suplantar o suplir, calcinar o carbonizar... Algunos términos resbaladizos

Álex Grijelmo

Algunas palabras mantienen entre sí una relación de vecindad conflictiva.

Un narrador de ciclismo dijo durante la contrarreloj de los Juegos: “Sólo Tony Martin ha podido inmiscuirse entre Wiggs y Frome, los dos mejores del Tour”. La voz “inmiscuirse” se inmiscuyó así en el espacio de “intercalarse” para hacernos creer que Tony Martin fue un vulgar entremetido.

Una crónica informó meses atrás de que los dirigentes de Ciudadanos “desean suplantar a UPyD” en el centro político. Pero “suplantar” implica una ilegalidad, y ese verbo suplantó a “reemplazar”, “suplir”, “relevar” o “sustituir”.

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Palabras próximas son también “mapa” y “plano”. El “mapa” representa una parte de la Tierra, y el “plano” muestra un esquema en dos dimensiones. Si al comprar por Internet una localidad para el teatro le aparece el letrero “ver mapa de zonas”, desconfíe del gestor cultural.

A veces las palabras vecinas terminan por aceptarse como sinónimas, pero un uso exigente sigue distinguiéndolas. Así sucede con “tanque” y “carro de combate”. Los militares evitan el vocablo “tanque” (que también designa un depósito de líquido) para quedarse con el más preciso “carro de combate”. En caso de guerra más vale no confundirlos.

De igual modo, un ingeniero hablará de “embalses” donde el Diccionario admite “pantanos”, pues “embalse” se ciñe al almacenamiento artificial de agua.

A menudo se citan de corrido de “las tres carabelas” de Colón, quien sin embargo llevó sólo dos (además de la nao Santa María). Un historiador no caería en esa confusión.

En la prensa se leen como sinónimas “Constitución” y “Carta Magna”. Y el Diccionario lo permite. No obstante, la Carta Magna fue otorgada por Juan I de Inglaterra (1215) tras la presión de sus nobles, mientras que la Constitución española se elaboró democráticamente. La Carta Magna supuso un avance para los derechos humanos, sin duda, pero consagraba los privilegios feudales y, por ejemplo, uno de sus preceptos decía que ningún hombre podía ser detenido por la acusación de una mujer, salvo que le imputara haber matado a su marido. Algunos oídos finos se duelen con razón al oír que se llama Carta Magna a nuestra ley fundamental.

También hablamos de “dirección prohibida” a pesar de que la dirección es la línea sobre la que se desplaza un punto, mientras que “sentido” indica la orientación en que se mueve. Por tanto, tomaremos la autovía en dirección Madrid-Burgos… y en sentido hacia Burgos. (El código de circulación no dice “dirección prohibida” sino “entrada prohibida”).

Más. El Diccionario avala ya que “calcinar” desplace a “carbonizar”; pero “calcinar” se refiere en puridad a objetos reducidos a cal, mientras que “carbonizar” se aplica a cuerpos orgánicos: personas, animales o plantas, que se reducen a carbón.

Y los diarios alternan “presunto homicida” con “supuesto homicida”, aunque un jurista prefiera esta última y rechace la anterior, porque la presunción es sólo de inocencia. A nadie se le presupone culpable, sino que se le supone a partir de unos datos. En cambio, a todos se nos presume inocentes.

La elección entre palabras vecinas da pistas sobre el cuidado que cada cual pone al comunicarse. No se deben criticar los usos ambiguos ya acuñados, que extendidos están, pero sí resaltar el gusto y el rigor de quien escoja los vocablos más precisos.

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Sobre la firma

Álex Grijelmo
Doctor en Periodismo, y PADE (dirección de empresas) por el IESE. Estuvo vinculado a los equipos directivos de EL PAÍS y Prisa desde 1983 hasta 2022, excepto cuando presidió Efe (2004-2012), etapa en la que creó la Fundéu. Ha publicado una docena de libros sobre lenguaje y comunicación. En 2019 recibió el premio Castilla y León de Humanidades

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