El Cristo Redentor de Río de Janeiro pasa el cepillo
No deja de causar sorpresa que el monumento más visitado de Brasil, con tres millones de visitantes por año, pida limosna
La crisis que atraviesa Río de Janeiro, donde todos sus funcionarios ya amenazan con cruzarse de brazos si continúan cobrando sus nóminas con retraso, ha alcanzado a una de las siete maravillas del mundo moderno. La Archidiócesis de Río, responsable de la manutención del Cristo Redentor, pide ayuda y ha convocado a sus fieles y no tan fieles para que depositen sus donativos. Sostiene que no tiene suficiente dinero para mantener los gastos que el Cristo, de 30 metros de altura, acarrea, y que ascienden a cinco millones de reales al año (1,4 millones de euros). El monumento, por ejemplo, es un imán para las descargas eléctricas en los días de tormenta, y necesita reparaciones constantes, así como un nuevo sistema de pararrayos.
La crisis está secando todas las fuentes de financiación. Las empresas que colaboran con la manutención de una de las estatuas más famosas del mundo se plantean no realizar nuevas inversiones, la Iglesia no consigue nuevos socios y los donativos están por los suelos. Los fieles sienten la crisis, dijo el padre Marcos William, portavoz de la archidiócesis, al diario O Globo. “Los donativos han disminuido considerablemente”.
No deja de causar sorpresa que el monumento más visitado de Brasil, con tres millones de visitantes por año, pida limosna. La entrada al Cristo Redentor no es barata (68 reales o 19 euros en temporada alta y fines de semana). Una parte del dinero de la entrada va a las arcas del Gobierno Federal, gestor del Parque Nacional de Tijuca, donde se encuentra el santuario, y otra, a la concesionaria de transporte que lleva a los turistas desde varios puntos de la ciudad hasta la cumbre de la montaña, a 710 metros sobre el nivel del mar. La Archidiócesis no gana un céntimo, asegura, del millonario negocio.
No es la primera vez que el Cristo Redentor apela a la caridad. En realidad, hace 85 años que vive de las contribuciones de empresas, fieles y de eventos (bodas, bautizos y comuniones) en la capilla que se encuentra a los pies de la estatua. Su construcción, de hecho, no habría sido posible sin las donaciones populares de 1923 y 1929.
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