Las aves marinas se atiborran de plástico atraídas por su olor
Los residuos emiten la misma señal olfativa que el alimento
Una de las grandes preguntas sobre la contaminación por plásticos de los océanos es por qué los animales se comen estos desechos. Hasta ahora, la respuesta más aceptada era que los confunden visualmente con comida. Pero es difícil de explicar cómo especies adaptadas a sus entornos durante miles de años de evolución pueden equivocarse en algo tan básico como el alimento.
Un nuevo estudio publicado hoy aporta una respuesta algo más compleja, pues demuestra que los plásticos huelen exactamente como la comida de la que se alimentan las aves marinas. El trabajo se ha centrado en el grupo de las procelariformes, que incluye a albatros, petreles y pardelas. Estas especies tienen un afinado olfato para el sulfuro de dimetilo (DMS), un compuesto bioquímico que segrega el fitoplancton en descomposición y que les indica el punto donde hay alimento. El compuesto es uno de los principales responsables del olor a mar y tiene un papel clave en el clima.
Un equipo de investigadores de la Universidad de California en Davis (EE UU) ha demostrado que, tras menos de un mes flotando en aguas marinas, los plásticos más comunes comienzan a emitir sulfuro de dimetilo. También han demostrado que este compuesto está directamente relacionado con la ingestión de plástico por parte de las aves marinas. Su estudio, publicado en Science Advances, muestra que las especies analizadas son cinco veces más propensas a atiborrarse de plástico que otras que no pueden olfatear el DMS.
Hasta el 80% de las aves del Mediterráneo consumen residuos
Cada año, los humanos tiramos al mar ocho millones de toneladas de plástico. La mayoría llega al mar desde Tierra, en parte por la falta de reciclaje. Más de 200 especies de mamíferos, peces, aves y tortugas consumen estos residuos, que obstruyen el tracto digestivo de los animales y resultan tóxicos en algunos casos. Por ejemplo, un estudio publicado este año apuntaba a que los microplásticos están intoxicando a algunos peces del Báltico y podrían explicar el declive de algunas especies de interés pesquero. Al actual ritmo de contaminación de los mares, el 99% de las aves marinas habrán ingerido plástico en 2050, resalta el nuevo estudio.
"Los tipos de plástico que hemos analizado se usan en muchos de los productos que consumimos, botellas de agua, mecheros, cepillos de dientes y mucho más", explica Matthew Savoca, coautor del estudio. El investigador resalta que "las aves marinas no son las únicas que usan el DMS como una señal olfativa para alimentarse, también hay peces, incluido el tiburón ballena, y tortugas que lo hacen", señala. En mamíferos está menos claro, aunque "hay evidencias de que algunas focas pueden detectar el DMS", añade Gabrielle Nevitt, coautora del estudio, "y sabemos que estos animales tienen un olfato excelente", resalta.
En el caso de las aves marinas,el problema puede ser particularmente crítico para los polluelos. "Pueden ser alimentados con fragmentos de plástico por su progenitores pero ellos son incapaces de regurgitarlos y en ocasiones pueden acumularse en el estómago hasta causar su muerte", explica Jacob González-Solís, investigador de la Universidad de Barcelona. "Este fenómeno es bien conocido en los albatros que crían en Hawaii", resalta. El fotógrafo Chris Jordan ha documentado este problema con impresionantes fotografías de cadáveres de polluelos con el estómago repleto de plásticos.
En 2014, González-Solís publicó un análisis del consumo de plásticos en las tres especies de pardelas endémicas del Mediterráneo, incluida la balear, el ave marina más amenazada de Europa. “Los datos mostraban que entre el 60% y el 80% de las aves tienen plástico en sus estómagos”, explica el científico. Para este biólogo, el próximo reto es averiguar “cuál es el impacto real de los plásticos en los organismos marinos”.
El nuevo estudio demuestra que la intoxicación es más compleja de lo que se pensaba (no se trata tanto de la vista como del olfato) y que está mediada por señales bioquímicas que las aves han evolucionado para poder captar incluso en pequeñas concentraciones. “Es una trampa ecológica”, resume el biólogo de la UB. Tras unas semanas en el mar, los plásticos se cubren de organismos microscópicos que comienzan a producir sulfuro de dimetilo y atraen así a las aves. No es que lo confundan con comida, es que es comida, pero contaminada.
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