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Trajeados para gozar al máximo

Sexo gomoso

La práctica sexual adscrita al BDSM basada en sentido del tacto

La piel es el órgano más grande de nuestro cuerpo. Ocupa unos dos metros cuadrados de superficie aproximadamente y hay quien le rinde absoluta pleitesía.

Solo hay un órgano con más terminaciones nerviosas que la piel y única y exclusivamente las mujeres podemos disfrutarlo. Se trata del clítoris, con 8.000 terminaciones nerviosas condensadas en unos pocos milímetros. La piel es inherente a todos los seres vivos. Es el mayor órgano que poseemos, mide unos dos metros cuadrados y nos protege y aísla del medio en el que vivimos. En el caso de los seres humanos, podemos además sacarle mucho partido: pocas cosas tan placenteras, estimulantes y excitantes como las yemas de los dedos de otra persona deslizándose por el cuerpo de una persona. Por los huecos. Por las esquinas y los dobleces. Por la cabeza en todo su esplendor, por las orejas, por el cuello, desde la base del cráneo hasta la unión con las clavículas. Los hombros, la espalda, las axilas, las corvas. Los muslos hasta donde florece la entrepierna, sea lo que sea lo que esconda entre ellas. Por el culo desde donde tiene la suerte de empezar a dejar de ser espalda hasta donde emergen las piernas. Sigamos por las pantorrillas, por los pies y por los dedos. Los diez, por favor. En mi caso, acaríciame entera.

Imaginemos que pudiéramos acrecentar todo lo que sentimos a través de la piel. Que el sentido del tacto se elevara muy por encima de lo que estamos acostumbrados. Imaginemos que existiera un vestuario que consiguiera que hasta el más tenue de los roces (¡oh, sí!) fuera captado por nuestras terminaciones nerviosas en todo su esplendor y al máximo de sus posibilidades. Eso es exactamente lo que ocurre cuando cubrimos nuestro cuerpo con látex, el material más elástico que existe y que proviene del caucho, grasas, ceras y resinas de determinadas plantas. Bienvenidos al maravilloso mundo del verbo engomar y a todas sus conjugaciones. Porque de eso se trata, de engomarnos. Esa excitación que provoca el más mínimo roce estando engomados es el sexo gomoso o sexo rubberista (del inglés rubber, caucho). Hablamos de excitación sexual sin límite garantizada por ropa que se adhiere como una segunda piel y cuya oferta abarca desde la ropa interior hasta monos que cubren por completo el cuerpo. Son los llamados catsuits, traje de gato. Pero ¿se puede tener sexo con eso puesto? Sí, claro que se puede. Se puede y se tiene. Ya sea porque la ropa deje los genitales accesibles, o bien porque la prenda esté específicamente diseñada para ello. Los catsuits tienen cremallera en la parte de la entrepierna. Y hay prendas específicas para engomar los genitales (tanto los masculinos como los femeninos).

El sexo gomoso se adscribe al fetichismo sadomasoquista porque es la evolución de los primeros corpiños de cuero y las primeras en usar prendas de látex fueron las dóminas más estrictas, las  dominatrix.  También tiene un origen en la estética de los buzos, de esos apolíneos hombres enfundados en trajes de neopreno que bajaban a lo más profundo con Jacques Cousteau. De hecho, existe toda una serie de fetichistas que en vez del látex usan el neopreno y los más sofisticados incluso gustan de escafandras... El látex ha revolucionado la estética del sexo incluso en la literatura.  Y Catwoman no es la única; vestida de látex imaginamos también a la Valentina de Guido Crepax. Las referencias sexuales que provoca el material con solo verlo han encumbrado a firmas como la británica Atsudo Kudo. Comercializan lo mejores monos íntegros del mercado, pero además diseñan para grandes divas del espectáculo. Beyoncé, Lady Gaga, Kim Kardashian o Taylor Swift lucen sus patrones provocando y excitando hasta al apuntador.

Como todo lo que reporta gustazo, resulta indecente; el sexo gomoso está proscrito. A quién se le ocurre embutirse en uno de esos trajes después de usar cantidades ingentes de lubricante hasta lograr que esa segunda piel se adhiera a la propia. Los que lo practican consideran parte del ritual el proceso de embutirse en los trajes, engomarse ya los excita. Ignasi Puig Rodas, psicólogo clínico especializado en sexología, es uno de los que más sabe de este fetichismo. Y admite que es un auténtico vicio: "Lo que se busca en la ropa de látex es la sensación táctil, el goce de sentir la piel cubierta. El catsuit es una prenda básica y los hay que quieren ir más allá y mezclan el fetichismo del látex con el bondage, la práctica centrada en el placer de atar o ser atado. Hablamos entonces de heavy rubber. Las prendas usadas son más gruesas y, además del mono que cubre piernas, brazos y pecho, incorporan complementos que hacen la experiencia más intensa". Puig Rodas se refiere a fundas para genitales y máscaras con respiraderos. Todo un repertorio de brillantes, elásticas y opresoras prendas dedicadas al delirio y el placer extremo. A través de Fosk, la primera asociación de amantes del látex, instruye a profanos sobre la materia. Youtube es su plataforma de publicidad.

Las principales citas de gomosos tienen lugar en el extranjero: Folsom de Berlín, Torture Garden de Londres y German Fetish Ball de Essem. La española Fosk de Ignasi Puig Rodas pretende celebrar su primera década en activo a finales de este año con un amplio repertorio de actividades de las que aún no se tienen muchos datos. Mientras tanto, muchos de los locos por el látex pueden reunirse en la mayoría de las citas de Golfxs con principios, cuyas actividades se centran en normalización del sexo no convencional.  Y en nuestra pasarela patria, la revolución engomada la está realizando la firma MadRubb. En la última edición de MFShow Madrid comprobamos cómo el indecente látex, símbolo de sexo casi apócrifo era también insultantemente elegante.

¿Seguro que no apetece engomarse?

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