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CLAVES
Columna
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‘No’ es nada

Se ha extendido el 'no' como método y principio, sea con la sagaz formulación de “no es no” de Sánchez o el 'no' de Rajoy a hablar con catalanes o vascos

Mariano Rajoy y Pedro Sánchez, el pasado diciembre.
Mariano Rajoy y Pedro Sánchez, el pasado diciembre.uly martin

Ahí tenemos el no al referéndum sobre el acuerdo de paz en Colombia. Ese no, dicen sus defensores, no significa un no a la paz, sino la búsqueda de una paz mejor que, por mala fe o ignorancia, se les pasó por alto a los negociadores.

Lo mismo nos vendieron los partidarios del Brexit: el no no pretendería romper todos los vínculos entre Reino Unido y Europa, sino mantenerlos, incluso profundizarlos, pero desde un plano de igualdad, y 100 días después seguimos sin tener la más remota idea de cómo narices se hace eso.

También hemos visto, este domingo, al primer ministro húngaro buscar el refrendo popular para decir no a las cuotas de refugiados, por más que el Tratado de la Unión Europea habilite al Consejo de la Unión a aprobarlas y, tras no lograr el quórum, plantear otro no imposible, pues la primacía del Derecho europeo sobre el nacional es el pilar sobre el que se asienta la construcción europea.

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Eso por no hablar del no holandés en abril al Tratado de Asociación con Ucrania, un disparate teniendo en cuenta los 196 ciudadanos holandeses fallecidos por el derribo del MH17 sobre territorio ucranio a manos de separatistas pertrechados con misiles rusos.

También en España, no íbamos a ser menos, se ha extendido el no como método y principio, sea con la sagaz formulación de “no es no” de Sánchez o el no de Rajoy a hablar con catalanes o vascos.

No es de extrañar que un editor avispado haya decidido reeditar el Manual de la demagogia, escrito en 1884 por el escritor, periodista y ensayista francés Raoul Frary. Rebosante de ironía, nos recuerda que, igual que el cortesano adula al monarca, el político democrático debe halagar al pueblo diciéndole lo que este quiere oir. “Si queréis el favor de vuestros conciudadanos”, recomienda al político, “penetraos de sus prejuicios y debilidades”. Lo contrario, es decir, “proclamar verdades ingratas, dar consejos desagradables o combatir las opiniones más populares” os convertirá en “un aburrido censor, un sermoneador inoportuno que no gozará del apoyo del pueblo”. El no es la nada, pero te puede llevar muy lejos. @jitorreblanca

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