'Maktoub', la noción del destino africano
Maktoub es el destino. En árabe, el derrotero preestablecido, nuestro sino. Tal la idea del camino ya trazado al que solo le falta ser transitado por cada uno de nosotros. Un concepto tan presente en la cultura musulmana, y tan ausente en nuestros procederes occidentales y del libre albedrío. Una noción muy coherente con el devenir norafricano y su cadencia, entre el desierto y las ondulaciones, el paso del dromedario, la parsimonia del gato en la medina, el humo del kif.
¿Existe o no existe la fatalidad? La abuela tunecina de Sonia le dice que como ella sabe leer y escribir, ella podrá leer su destino línea por línea, porque todos tenemos todo escrito en la frente, del lado de adentro.
¿Sabemos leer nuestro destino o preferimos creer que somos los artífices de cada detalle de nuestra existencia?
¿Es compatible la idea de la libertad individual con la del designio?
Sabrina y la mirada perdida en medio de la rutina del taller de costura en una pequeña ciudad tunecina. Pronto será esposa y así continuará el 'Maktoub'. Fotograma de 'Todo está escrito', un documental de Sonia Ben Slama.
Todo está escrito (2015) es uno de los valiosos documentales de autor (y de mujer) que pasaron por la última edición del Festival International du Film de Femmes de Salé, Marruecos. La franco-tunecina Sonia Ben Slama registra acontecimientos familiares en el pequeño pueblo en el que nació su padre y aún viven su abuela, sus tías y sus primas. Se apresta, cámara en mano, a refrescar su árabe para poder sentarse, mano a mano, con su abuela y poder arrancarle confesiones sobre aquellas historias suyas que ha escuchado sotto voce en la familia, como que un día se sintió infravalorada por su marido y se escapó con dos hijos pequeñísimos, saltando por los techos.
Escenas de 'Tout est écrit ("todo está escrito") de la directora tunecina Sonia Ben Slama.
Porque la abuela de la realizadora volvió, unos meses después, junto a su marido y allí permaneció, creyendo que no había sabido leer bien lo que Dios había escrito. De este lado, el espectador de ojos nuevos se pregunta: ¿será que quizá incluso los actos de resistencia son atajos escritos que debemos ir aprendiendo a leer?
Todo lo dicta Dios, y los que saben leer, acatan. A los que no saben leer, la vida se les va revelando, dice la abuela.
'¿Es el destino lo que pasa a nuestro alrededor?', se pregunta el marraquechí Aziz Samaoui, y a continuación, toca su canción 'Maktoub'.
Sonia no intenta convencer a su abuela de que, aunque nacida en Francia y sabiendo leer y escribir, tampoco ella sabe leer su 'Maktoub'; en cambio, le propone a su prima Sabrina protagonizar la contracara generacional de la película, la de la chica de veintipocos que se va a casar muy pronto, y a lo mejor dejar el taller de costura que le toca 'habitar' cada día, como soltera, y pobre en el norte de África. Hacer ropita por horas y horas en esas máquinas de coser industriales, tal ese destino suyo. La imagen, que dura apenas unos minutos, nos asfixia: soltera en la línea de producción, casada en la cocina.
Porque nacer en un pequeño pueblo en el norte de África quizá sea eso: ser pobre y quedar obrero, en eternas mismas condiciones, sin muchos otros itinerarios que tomar. Y reírse frente a un té a la menta de las frases que repiten con ligereza los occidentales: "soy un ciudadano del mundo".
Puede que se trate de ir dejando huellas dentro de los márgenes ya claramente delimitados de la senda. Tampoco está claro que la libertad interior o la felicidad se encuentren al otro lado del mar, del dinero, o de la frontera de las supuestas libertades individuales.
¿Será que el 'Maktoub', si bien escrito, está escrito en blanco sobre blanco? Esto es, puede que el destino exista pero es imposible de leer, porque está marcado en el mismo color que el fondo. Y hay dos lecturas posibles: lo que está ahí puesto a ser descubierto (como el pensador de Rodin dentro de la piedra sin tallar) o la hoja en blanco que debe ser escrita desde cero.
"A ti Dios te escribió que nacerías en Francia y crecerías allí", le explica, con paciencia, la abuela a Sonia, la nieta en la diáspora. La expresividad de los personajes, sus silencios, la aceptación y hasta la resistencia capta muy respetuosamente la cámara de Ben Slama.
'Mi familia entre dos tierras' (2015), de Nadja Harek.
Si nos oponemos a los mandatos familiares o a las tradiciones, ¿será que tenemos escrita la bifurcación en la frente? Sin decirlo con el mismo hashtag, la franco-argelina Nadja Harek ha presentado también una película de autor, de puertas adentro de una familia de emigrantes-inmigrantes, llena de hijos dispersos, a ambos lados del Mediterráneo. Algunos aceptando el destino del pequeño pueblo que solo conocen de las vacaciones de la infancia, casándose con chicas generalmente elegidas por la madre del novio; otros (o mejor dicho, otras), casándose con 'cristianos' del lugar en el que nacieron y crecieron, pero respetando y amando la sencilla vida argelina a la que también pertenecen.
Harek es conocida en Francia por sus registros de las culturas urbanas, sus filmes sobre el hip-hop. Después de tres o cuatro filmes sobre aventuras ajenas, recién se atrevió con la aventura vital de ida y vuelta -y vuelta a ir- de sus padres y sus hermanos, entre Argelia y Europa; también registró las bodas de sus hermanos y hermanas, las arregladas y las románticas, y dejó que únicamente la cámara hablara en los momentos más difíciles de explicar en estas culturas del 'Maktoub'. Por lo demás, ella es una persona elocuente, con ganas de contar, que evoca en primera persona sus sensaciones, las limitaciones de familia numerosa e inmigrante durante su infancia en la Alta Saboya (donde su padre fue obrero durante 40 años), su profundo lazo con África y las tragedias que ponen cercos emocionales complejos, al norte y al sur del Mediterráneo.
Arte, preguntas, ojos y orejas bien abiertas para dudar sobre el destino y poner en relativo aquello de los éxitos anclados en el egoísmo de las sociedades exitosas.
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