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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Italia tiembla

Un poderoso seísmo sacude el centro del país y deja ya al menos 250 muertos

Fuerzas de salvamento, ayer en Amatrice, en el centro de Italia.
Fuerzas de salvamento, ayer en Amatrice, en el centro de Italia. AP

En un momento delicado de su economía, y en una zona de características geológicas que favorecen los seísmos, Italia ha vuelto a temblar y las víctimas superan ya un cuarto de millar. Hace siete años, y a unos 50 kilómetros de la zona más afectada por las sacudidas de la madrugada del miércoles, un terremoto destrozó L’Aquila y provocó 308 muertos. Nada nuevo bajo el sol, por desgracia. El país transalpino ha padecido desde antiguo esta maldición y, aunque la actividad sísmica suele ser moderada, hay hitos trágicos que desgarraron: en 1908 fueron 120.000 los que fallecieron en Messina y Reggio Calabria; 1.300 en Irpina, en 1930; en los sesenta le tocó a Sicilia (236 víctimas), casi un millar perdieron la vida en 1976 en Friuli y más de 2.500 fueron los sepultados tras los movimientos que hicieron temblar el sur de Italia en 1980.

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Los hubo, los acaba de haber y los habrá, y los seísmos son además imposibles de predecir y, mucho menos, de evitar. En la zona de los Abruzos donde ha llegado esta vez la desgracia, la mayoría de las construcciones son antiguas y están mal conservadas, y muchas de las modernas han sido mal armadas. Eso explica que las casas y los edificios se hayan desmoronado al instante cubriendo a sus habitantes bajo un desolador aluvión de cascotes. Por larga que sea la tradición de terremotos, cualquier proyecto de prevención de los mismos se estrella sin embargo siempre con la barrera de los costes. No resulta barato ni reforzar las casas ni apuntalar los edificios, y mucho menos en zonas tan pobres como en las que ahora la tierra ha temblado. Son 23 millones de personas las que en Italia viven en zonas sísmicas y son cerca del 60% las construcciones que se han hecho sin protocolos antísísmicos. Estos tendrán que tener en el futuro un papel esencial; por ahora sólo queda saludar la velocidad de reacción de las autoridades italianas y celebrar la entrega de tantos voluntarios para paliar lo peor de esta nueva tragedia.

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