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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

¿Qué les moverá?

Unas terceras elecciones dejarían un mapa tan complicado como el actual

Los zapatos de Alberto Rivera, Mariano Rajoy, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, durante distintas ruedas de prensa.
Los zapatos de Alberto Rivera, Mariano Rajoy, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, durante distintas ruedas de prensa.GERARD JULIEN (AFP)

El PSOE sube ligeramente en el sondeo del CIS difundido ayer. Pero el panorama electoral general apenas varía y presenta las mismas o mayores dificultades para conformar mayorías viables. La suma del PP más Ciudadanos pasa del 46% al 44,5%, y la del PSOE con Unidos Podemos del 43,7% al 42,7%. Las valoración de los principales líderes sigue siendo bajísima, lejos del aprobado. El sondeo también registra la novedad de que la falta de Gobierno se incorpora a la lista de preocupaciones de los ciudadanos.

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En esas condiciones y ante la posibilidad de que vayamos a unas terceras elecciones que no resolverían nada, sería de esperar iniciativas de los partidos y sus líderes para desbloquear la situación. Pero ocurre lo contrario: el encastillamiento de posiciones, subrayadas como un mérito por quienes resisten dentro de la fortaleza. Dirigentes de Ciudadanos, hasta ahora la formación más abierta a reconsiderar sus posiciones, han advertido estos días que su postura ante la investidura de Rajoy no se modificará en ningún caso. “La abstención es el paso final y de ahí no nos moveremos”. Para defender lo mismo, el portavoz socialista Antonio Hernando había argumentado días atrás que no creía que hubiera ningún dirigente “que quiera indultar a Rajoy” de su responsabilidad en la corrupción del PP.

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Pero no es lo mismo votar a favor de la investidura del candidato propuesto por el Rey que abstenerse. Especialmente cuando no hay sobre la mesa una alernativa clara a esa candidatura. Abstención supone no oponerse a que salga adelante, lo cual no es lo mismo que apoyarla.

Afirmar que no hay “ningún resquicio” para un cambio de opinión supone ignorar un principio básico del sistema parlamentario: aceptar la posibilidad de ser convencido en la deliberación. Por eso no hay en ese sistema voto imperativo. Pedro Sánchez se ató de manos al avisar de que no solo no apoyaría la investidura sino que nada le haría modificar ese criterio; y que en todo caso tendría que pronunciarse el Comité Federal o incluso la militancia en referéndum: “Que decidan las bases”. Actitud que anula lo esencial del sistema representativo y cuestiona la capacidad de liderazgo de los dirigentes elegidos para que la ejerzan.

Permitir que prospere la investidura de Rajoy no significa exculparle de sus responsabilidades políticas en los escándalos de corrupción que comprometen directamente a su partido. Esa responsabilidad no se lava con los votos, casi ocho millones, que han respaldado al presidente en funciones el 26-J. Pero tampoco los convierte en ilegítimos o no dignos de ser tenidos en cuenta a la hora de conformar una mayoría de Gobierno. No existe un derecho inmanente de la lista más votada a gobernar. Pero si no hay posibilidad de conformar una mayoría sin participación del partido más votado, esa condición será decisiva para la designación del candidato por el Rey.

Es contradictorio admitir que no hay alternativa a la propuesta por Felipe VI y que sería un desastre ir a unas terceras elecciones; y mantener a la vez que no habrá cambio de posición ante la investidura. Con más motivo a la vista del sondeo del CIS, que augura un panorama electoral no menos complicado que el actual.

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