_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Florencia

Cuando salí a la calle, sentí como si me estuvieran despertando a golpes en el andén de una estación de trenes: hectáreas de carne humana, palos de selfie, histeria

Leila Guerriero
Vista de Florencia
Vista de Florencia PAOLO COCCO / REUTERS

Ya no digo en público cosas como que, hace añares, me aburrí al leer La montaña mágica, de Thomas Mann, porque la gente me mira raro: con furia, asco, conmiseración. Lo mismo me pasa ahora, cuando digo que conocí la ciudad de Florencia y que no me gustó. Allí donde se cantan las loas de un lugar bellísimo yo vi una ciudad momificada, embalsamada en un tiempo que no es pasado ni es presente ni es futuro: un tiempo falso, como si toda ella hubiera sido sumergida en un balde de bótox para salir transformada en parodia de piedra. Despellejada de toda épica, desinfectada de amoralidad, frígida, navega oronda sobre sus ancas, como si bastara tener la galería de los Ufizzi o el campanile del Giotto para estar a la altura del espíritu volcánico de tipos como Dante o Miguel Ángel. Y sin embargo. Fui en abril. Apenas llegué salí a caminar. Me topé con hordas que, como hidras maléficas, se multiplicaban y comían y chillaban. Era como estar en el estreno de una película de superhéroes: todo plástico, todo ruidoso, todo flúo. Vi una iglesia y entré. Había dos personas, un olor macizo a incienso. Desde el rosetón, un rayo de sol se estampaba sobre el Cristo, crudo y doliente en el altar. Estaba por irme cuando aparecieron tres monjas y un cura con mitra. Empezaron a cantar. Soy atea, además de ignorante, así que no sé qué era eso: si misa, si bendición. Era, en todo caso, un canto solemne y tristísimo, fino como un colmillo de marfil, lleno de entrega. Era el canto secreto de la fe, el goce exquisito de los que mueren porque no mueren, de los que ya no aguantan. No sé cuánto duró. Sé que, cuando salí a la calle, sentí como si me estuvieran despertando a golpes en el andén de una estación de trenes: hectáreas de carne humana, palos de selfie, histeria. Sentí un vértigo plegado, oscuro, y caminé por calles atestadas como si, de pronto, me hubiera quedado huérfana.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Leila Guerriero
Periodista argentina, su trabajo se publica en diversos medios de América Latina y Europa. Es autora de los libros: 'Los suicidas del fin del mundo', 'Frutos extraños', 'Una historia sencilla', 'Opus Gelber', 'Teoría de la gravedad' y 'La otra guerra', entre otros. Colabora en la Cadena SER. En EL PAÍS escribe columnas, crónicas y perfiles.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_